Desastrosas citas noveladas: La dama de hielo

Advertencia: basado en hechos reales, no necesariamente vividos por el autor.

La historia de hoy comienza un frío día de finales de Octubre. Nuestro protagonista, al que llamaremos Dani, había llegado media hora antes al lugar donde había quedado con una, en apariencia, atractiva morena. La había conocido apenas una semana antes, en uno de los múltiples canales de chat que frecuentaba, a la búsqueda de alguna incauta con la que mitigar el dolor que le producía vivir (aparte de feo era un poco borderliner, o quizá simplemente borde). Se habían caido bien casi desde el primer momento, y no tardaron en intercambiarse sendas fotografías. Una vez comprobaron que el otro no era un hijo de Mordor (espirituales ellos) se dieron los teléfonos.

A los pocos días, obnubilada por el irresistible encanto personal de Dani, o vete a saber por qué, ella le pidió una cita; cosa extraña puesto que el tiempo necesario para descartar que tu interlocutor sea un peligroso psicópata es de 10 años. Tan desesperado estaba Dani, que ni siquiera se planteo que ella portara un picahielos en el bolso, cosa que por otra parte le hubiera excitado aún más. Por si las moscas, quedaron en un pueblo neutral, a medio camino de sus lugares de residencia, conocido por todo inglés que se precie, y capital mundial del crimen organizado: Torremolinos.

Llegó el día, y ahí estaba, antes de la hora acordada, no por los nervios de una cita a ciegas, sino por falta de planificación a la hora de comprobar el horario de los trenes. Bueno, pensó, unos minutos de espera no hacen daño a nadie. Una hora más tarde todavía seguía esperándola, sentado en un banco de una ambientada plaza, coronada por un espeso manto de nubarrones, que no hacían presagiar nada bueno. Entonces, recibió un sms, era ella: llegaría bastante tarde debido a una avería del tren. Maldijo a la red de transportes española, maldijo a los ministros que no aumentaban el presupuesto en infraestructuras, y se maldijo a si mismo por no haber cogido una simple chaqueta con la que abrigarse un poco; claro que no hay nada menos sexy que un plumas azul, se dijo mientras miraba al cielo implorando que no lloviera.

La tarde iba cediendo protagonismo a la noche y ella seguía sin aparecer. Tras varias peripecias que no vienen al caso, pero que le hicieron acreedor varios días después de la medalla al mérito ciudadano, y de sufrir un proceso de congelación en el dedo gordo del pie derecho, su móvil volvió a sonar, por fin había llegado. Ahora solo quedaba encontrarla entre la muchedumbre que abarrotaba la plaza, que por otra parte, se conocía de memoria, tras habérsela pateado en más de 84 veces, consiguiendo batir el record comarcal que estaba establecido en 83 vueltas. Tras varios segundos de reflexión, en los que se preguntó si todo no seria más que la broma pesada de alguien con mucho tiempo libre y poco futuro por delante, encaminó sus pasos hacia la estación de tren, y allí estaba ella esperándolo: tan alta, tan morena, tan sonriente, tan... abrigada con su gabardina negra... En ese mismo instante supo que no volveria a verla jamas, pero mientras tenia que apechugar y tratar de hacérselo pasar lo mejor posible, igual luego le contaba a sus amigas....

Como buen caballero que pretendía ser, delegó en ella la elección de un sitio donde ir a tomar algo. Mientras se abrían paso entre miriadas de personas que aparentaban ser más felices que él, desfilaron ante hileras de cafeterias, bares, pubs, restaurantes... y demás lugares donde calentar el espíritu; lugares que ella apenas percibió puesto que siguió su lento e indefinido caminar, intentando elegir el sitio adecuado o pensando en una excusa para salir corriendo. Finalmente llegaron a una heladeria propiedad de la malvada bruja del invierno y los anticongelantes, solo así se explica que estuviera abierta a finales de Octubre. Ya sentía el cálido ambiente del interior del local, cuando de la boca de ella salieron unas terribles palabras: "Quedémonos en la terraza, que se esta muy bien". Apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando se vio sentado en una silla en plena calle, acompañados en una mesa cercana por un grupo de guiris que iban ya bastante calentitos gracias a la ayuda de Jhonny Walker.

Tratando de ver el lado positivo de las cosas una vez más, se consoló con que al menos no quedaría al descubierto su aversión al alcohol, y por ello no seria considerado menos macho. Pero el destino es cruel y le tenia guardada una sorpresa en forma de sugerente fotografía. Amigos, si no os gusta el alcohol (jajajajja, ya me rio yo por vosotros) jamas pidais una piña colada. Al primer sorbo comprobó que el "helado" tenia de todo menos piña; pero bueno disimuló lo mejor que pudo la cara de asco y durante una hora contemplo impavido con un cara de póker que riete tú de los jugadores de Las Vegas, como ella devoraba medio litro de Straciatella al tiempo que comentaba insulsas (y algunas inventadas) anécdotas para matar el rato. Por fortuna, no quiso repetir y pronto estuvo despidiendola en la estación, viendola alejarse con aquella gabardina que en ningún momento dejó entrever sus femeninas formas. Jamás volvió a saber de ella.

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6 comentarios:

  1. Escalofriante documento.Por cierto, ¿La moza llevaba puesto algo bajo la oscura gabardina...?

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  2. Pero la pregunta més importante es: volviste a hacer de Chiquito ? te he dicho mil veces que no puedes beber, que te sale el venazo andaluz y no hay forma de sacarte de " ese que viene de Bonansa..!!!"

    P.D. qué duro es ser caribeño leches

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  3. Bueno intente hacerlo una vez más, pero la policia de chiquitistán me detuvo por escandalo público, pecadores de la pradera!!!!
    PD: es duro ser caribeño, pero peor es ser checoslovaco :)

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  4. No necesariamente vividos por el autor pero...
    Hállome impaciente por una segunda entrega.

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  5. Habra continuacion en breve, estoy tratando de decidir cual es la historia mas patetica :)

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