Hay quien vive en un piso en pleno centro de su ciudad y tiene que padecer las consecuencias del tan famoso botellón. Los hay que tienen suerte (y dinero) y habitan en suntuosas urbanizaciones alejadas de todo excepto del crimen internacional. Y luego están los que viven junto a uno de los sitios más aterradores que se pueda imaginar: una escuela/instituto.
Por suerte en mi caso se trata de un colegio privado, de esos que te cobran hasta por el papel higiénico, y los actos de vandalismo son escasos. Al contrario que en los colegios públicos, las actividades extraescolares no se limitan a correr por el patio huyendo de los matones de clase. Así, todo el que disponga del suficiente dinero como para derrocharlo en la educación de sus hijos o simplemente quieran perderlos de vista hasta la hora de la cena, tiene a su disposición un amplio catálogo de actividades: judo, tenis, baloncesto, algo relacionado con ordenadores, y en especial: voleibol.
Cómo este deporte minoritario entró como actividad lectiva en lugar del paddel lo desconozco, igual es un deporte de ricos y yo no lo sabia.
Durante tres días a la semana, un puñado de jóvenes se reunen en uno de los tres patios que rodean el colegio y entrenan bajo la atenta y ferrera mirada de un profesor cariñosamente apodado como "El Melenas", de tradición soviética en cuanto a método de trabajo por lo que bien podría llamarse Lugash o Kirilov, no he tenido el suficiente trato con el como para preguntarle por su nombre.
Por mi vocación de jubilado, no me pierdo un solo entrenamiento, además una hora después entrenan las chicas y hay que coger los mejores asientos pronto.
La verdad es que no juegan mal, y más les vale, porque al más mínimo fallo reciben la gélida mirada reprobadora del entrenador. Sobre este último, habría mucho que comentar, solo decir que no vacila en darle un balonazo en la cabeza a algún alumno con tal de ganar un partido, aunque sea de entrenamiento.
Pese a lo minoritario del deporte, resulta que existe una liga inter-escolar en la provincia. Y el otro día hubo partido.
Por aquello de la cercanía, el primero en llegar al campo fue el equipo local. Apenas un puñado de padres acompañaba a sus hijos. Cual no seria mi sorpresa cuando comprobé que el que no llevaba un i-pod, llevaba un libro. Se veía que estaban muy interesados en ver a sus vástagos dejarse las rodillas en el cemento, ni siquiera habían contratado a alguien para que les grabara el partido (que rácanos)
Haciendo honor a la capacidad filantrópica de los padres, cada jugador lucia en su camiseta su nombre; todos menos un chaval que siempre va con el uniforme de hace un par de años y que por eso es sistemáticamente marginado.
Mientras los "galácticos" calentaban, llegó el equipo visitante, supongo que perteneciente a un colegio público o privado con menos dinero, porque los uniformes de estos solo tenían el número y el nombre del colegio a la espalda.
En cuanto el arbitro hizo acto de aparición comenzó el partido. Debido a mi complejo de Robin Hood (aunque yo soy más de la pimpinela escarlata), decidí apoyar al equipo visitante, y bueno también lo hice por joder un poco porque tengo una deuda pendiente con el dueño del colegio.
Quiso dios que cuando en la escuela mis compañeros aprendían a jugar al voleibol, yo estuviera jugandome un beso de la chica más guapa de la clase al baloncesto; beso que no me dio pese a ganar :( Así que no sé quien ganó finalmente el partido si los galácticos o la clase media, para ser sinceros me pase la mayor parte del tiempo mirando, como un voyeur cualquiera, a una de las madres que estaba tremenda.
Tu siempre tan atento a las jugadas...
ResponderEliminarYa me conoces, soy un amante del deporte jajajaj
ResponderEliminarSi es que hay cada madre.....
ResponderEliminar"Las visten como -piiiiii-"....otra frase memorable (Airbag).
Para frase memorable:
ResponderEliminar"-Chinita , chinita, tengo yo cara de oso panda?"
A ver si sabeis de qué película es.
Puede pertenecer a "Que bello es vivir"?
ResponderEliminar