Una rubia muy alelá 2

Últimamente "el peliculón" de los lunes, es una fuente inagotable de inspiración para aquellos momentos en los que no se me ocurre nada moralmente aceptable sobre lo que escribir. En esta ocasión, la culpable de mis desvelos fue "Una rubia muy legal 2", protagonizada por la chica de los ojos saltones que se ha llevado un Oscar hace poco y cuyo nombre tiene innumerables pronunciaciones.

Ya la primera parte me la tuve que tragar entera porque había perdido el mando a distancia y hacia demasiado frío como para levantarme de la cama a cambiar de canal, así que sabia con que iba a encontrarme en esta secuela: pijerio, una rubia tonta pero inteligente?, un perro que, como yo sospechaba, era gay, y la aplicación del método científico al mundo de la moda.

Por un motivo tan absurdo que merecería la lapidación con gominolas congeladas de los guionistas, la rubia protagonista decide ir a Washington a cambiar una ley. Allí se encuentra con un grupo de gafapastas que se ríen de ella por su peculiar (y repelente) forma de ser. Pero como en toda historia de similar estilo, al final la rubia se ganara el respeto y la admiración de todos ellos (incluso el de la fea de "24" de la que ya hable en otra ocasión, y que gana mucho con un color de pelo castaño o algo así)

Siguiendo con los tópicos, la rubia tiene un mentor, personificado en esta ocasión, en el portero del hotel donde se hospeda, que conoce los entresijos de Washington mejor que el presidente de los USA (debe ser el único portero que no lee el "Marca")

Entre el principio y el final del filme ocurren varias cosas, todas ellas o absurdas o aburridas, como la relación homo entre un chihuahua y un perro muy grande, que no hace más que sacar un bostezo interminable del incauto espectador que espera sonreír minimamente, cosa que no consigue puesto que ¿Existe algo más aburrido que el sistema parlamentario americano? (bueno quizá un capítulo de "cañas y barro")
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