Historias del chat

Una mujer se me acerca. 35 años, separada con tres hijos. Se ha fijado en mi porque me llamo igual que el último hombre con el que se sintió amada. Fue un rollo de una noche, un polvo inolvidable en el asiento trasero del coche de él. Mi "otro yo" se desvivió por ella, la besó, acarició todo su cuerpo, sin prisas por penetrarla, espero a que ella se corriera para disfrutar él y cuando los dos cayeron exhaustos, se abrazaron en la oscuridad con el rumor de las olas de fondo.

Un polvo romántico lo describía ella. Y ahora, abandonada por su amante casual, buscaba sin saber donde ni como, un sustituto, alguien que la hiciera sentirse de nuevo amada, deseada, querida como algo más que un mero objeto de placer donde derramarse al final del día. Quería volver a ser una persona, algo que su marido le había negado durante años.

Estaba ansiosa, más que de encontrar a alguien, de expresar como se sentía, se lamentaba una y otra vez de no haberle pedido su teléfono, de saber que no volverá a yacer junto a aquel que le descubrió el sexo; y se abrió a mi, por que yo no la conocía, era un extraño cuyo juicio o crítica no le afectaría.

Es curioso como en ocasiones confiamos nuestros más intimos secretos al más absoluto desconocido, puede que porque no confiemos en nuestros amigos.
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2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo,aunque no nos vayamos a engañar,se prefiere gozar del arrebato carnal a la confesión por muy intima que esta sea...

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  2. Y quien diga lo contrario miente :)

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