Con el apagón analógico no sólo se perderán en el vertedero de la historia millones de televisores incapaces de soportar la señal digital, también esas películas bizarras y versiones de Drácula que tantas noches me ayudaron a mitigar la soledad con decorados de cartón piedra, sangre de bote y actuaciones dignas del hombre sin rostro. La calidad de esos títulos era tan ínfima que ni siquiera pueden encontrarse en el Emule, donde uno puede hallar a Cicciolina mostrando su amor por la fauna animal.
Para el que quiera echarle un vistazo, la están reponiendo en el canal Sony en veoh, entre Will y Grace y Becker.
Por fortuna, nos han dejado sus retoños, en forma de canales minoritarios de la TDT. Ciertamente no podremos encontrarnos con Drácula visita el parque de Yellowstone, pero al menos podremos disfrutar de clásicos de la pequeña pantalla, como la serie que hoy nos ocupa: Seaquest, los vigilantes del fondo del mar.
Un día unos productores se reunieron en un bar y pensaron: "vamos a hacer una serie sobre una nave que va explorando el espacio, salvando a colonos y descubriendo nuevos mundos" Pero Star Trek ya estaba inventada y cancelada, así que decidieron ambientarla en las profundidades marinas, un tema que no había sido tratado por la ficción.
Desde el comienzo la producción se vio envuelta en problemas de todo tipo y ya se sabe que cuando las cosas se hacen mal, el producto final se suele resentir. No fue este el caso, pues el buen funcionamiento de la primera temporada, motivó el desarrollo de dos más. Aunque en cada una la temática divergía ligeramente.
La primera etapa de la serie muestra un planteamiento serio. El Seaquest es un submarino científico-policial único en el mundo, al mando del Capitán Nathan Bridger, encarnado por el antiguo sheriff Brody de Tiburón, cosa nada extraña, pues uno de los productores ejecutivos era el mismísimo Spielberg. La nave patrullaba los mares haciendo experimentos, resolviendo disputas entre colonos, deteniendo piratas y otras tareas que podría hacer la guardia civil si tuviera submarinos.
Realizada a mediados de los 90, la multiculturalidad se ve reflejada en la tripulación. Hay un viejo lobo de mar, una milf científica, un genio adolescente y dicen que guapo, para que las jovencitas perdieran la cabeza y otras cosas, una chica guapa que mantenía una relación interracial con un negro, un hispano, un delfín parlante, un nerd con gafas y el golfo entrañable y jugador que no puede faltar en toda embarcación; además del puñado de secundarios que no tenían nada mejor que hacer que pasar por allí. Si, el combustible del Seaquest era la corrección política.
A lo largo de los capítulos se tocaban temas como el ecologismo, los problemas de superpoblación, el peligro de las redes de comunicación, que comenzaban a extender sus tentáculos por el mundo, los derechos de los animales... todo muy al estilo Al Gore. Cuando se acercaba el final de la temporada, se comenzaron a dar las primeras pinceladas de lo que llegaría a ser la segunda, con un gran capítulo sobre un barco encantado y el hallazgo de una nave extraterrestre en el lecho marino.
En la segunda temporada, la nave abandona las aguas de la ciencia ficción especulativa y se lanza de lleno a la fantasía: posesiones, antiguas ruinas, viajes en el tiempo, animales gigantes, alienigenas...
Visto el cambio de timón en las tramas, gran parte del reparto inicial se desentendió de la serie. Especialmente dolorosa fue la pérdida de la milf. Y sus buenas razones tenían, pues en los últimos capítulos, el Seaquest era teletransportado a un remoto planeta viéndose envuelto en una guerra civil extraterrestre, donde terminaba siendo destruido junto con casi toda la tripulación.
Y llegamos así a la 3º temporada, con un nuevo giro en el guión. El submarino y sus tripulantes reaparecen en la Tierra diez años después de su desaparición. ¿Cómo? A mí no me preguntéis. El caso es que el mando del submarino termina recayendo sobre el Capitán Oliver Hudson, interpretado por el omnipresente Michael Ironside, al que tienen que dar trabajo de tanto en cuando para que no destroce el tejido de la realidad con su mala leche y el brillo de su calva.
Este convierte al Seaquest en una nave militar con la que contrarrestar la amenaza de la Micronesia. Si, no es broma, allí donde hoy se apiñan cuatro chabolas y un puñado de nativos en pelotas, emergerá dentro de escasos cuarenta años una superpotencia militar.
Para entonces los aficionados estaban tan despistados que dieron la espalda a la serie, siendo cancelada antes de tiempo.
Para ser sinceros, la serie era muy entretenida. Las historias eran interesantes salvo en la última temporada en la que quizás se vio perjudicada por intentar conseguir un tono oscuro que no le iba a una nave tan luminosa como el Seaquest. El delfín solía tener sus apariciones estelares al más puro estilo Lassie, pero no abusaban de ello. Y es una suerte porque nunca tragué a Lassie.
Como curiosidades, el jovencito que estaba llamado a ser el sueño de las adolescentes de treinta años, terminó suicidándose al no poder aceptar que su carrera era un fracaso. El lobo de mar de la primera temporada murió en un incendio en su casa de New York y la chica guapa de la primera temporada no murió, pero tiene una película en la que sale enseñando los torpedos, lo que es igual de turbador.
Para el que quiera echarle un vistazo, la están reponiendo en el canal Sony en veoh, entre Will y Grace y Becker.
La milf de Seaquest y Drácula. Se cierra el círculo.