Otro dia cualquiera

Amaneció un día soleado, si es que eso es posible a las 7 de la mañana. Bueno mejor dicho, amaneció un día que con el transcurrir de las horas seria soleado. Los pájaros piaban, las nubes se levantaban y yo me sentía orgulloso de ser mujer en alguna de las múltiples dimensiones desconocidas que forman el universo (todavía me duraba los efectos de la fiebre de la noche anterior)

El mundo era feliz y yo no estaba somnoliento, sería un gran día. Así pues, con la mente despierta y la espada enhiesta... (bueno esto último es que rima, no corresponde a la realidad), decía que despierto como un adolescente en mitad del desfile de Victoria Secret, tomé las calles al asalto (me resbale a cuatro escalones del suelo, pero caí de pie eh?). Ya en camino, y tras comprobar que no tenia nada roto aparte de mi sentido del ridículo, retomé la vieja y extraña afición de sumar los números de las matrículas de todo coche que invadiera mi ángulo de visión. Al poco, una chica que parecía sacada de un after hour de Ibiza, me sacó de mi ensimismamiento. El espectáculo de la joven caminando en zig zag me recordó la futilidad de la vida, por lo que decidí no perder el tiempo con las matrículas y dedicarme a mirar a todas las chicas guapas que se me pusieran a tiro. Como quiera que las chicas guapas no madrugan tanto o van en coche a todas partes no lo se, tuve que ponerme a mirar las fachadas de los edificios. Se que lo que tendría que hacer es mirar por donde piso y lo que tengo delante, pero eso es para la gente normal.

Después de andar un buen trecho me di cuenta de que en no más de 400 metros había 3 escuelas de español, una de ellas con un atrayente cartel escrito a boli, que te incitaba a matricularte y aprender español del bueno. Tamaña concentración de escuelas me dio una idea brillante, crear una escuela de inglés en Inglaterra!!!. Ahora solo me falta encontrar a algún profesor nativo (hindú, paquistani o árabe, no importa) y un socio capitalista. Si todo esto falla seguiré con mi intención de crear una gestoría desde la cual trapichear con la mafia.

Mientras pensaba todo eso que he escrito, mis pies me llevaron a la estación del tren, donde los jubilados europeos se arremolinaban al borde del anden, pidiendo subconscientemente que un alma caritativa les empujara para así poder cobrar el seguro e irse de vacaciones a un sitio mejor que este.
Tras un viaje en tren, que bien podría haber tenido como destino la delegación de hacienda (esta prohibido sonreír en los trenes sin que te consideren gay?) y un no menos agradable viaje en autobús (un saludo a la señora (eso espero) que me toco el culo por equivocación), llegue a mi querida facultad. Allí, la realidad me golpeo con toda su fuerza y bueno la farola que me comí también tuvo algo que ver.

Arribe a clase con la esperanza de que el profesor se hubiera atragantado con una langosta durante el desayuno, esperanza estúpida puesto que de cumplirse, el madrugón y el viaje a Málaga hubiera sido en vano.

Esta científicamente demostrado, que ya puedes desear despertarte en un harén o que el dinero te salga por las orejas, solo se cumpliran los deseos que no quieras que se cumplan o cuyo cumplimiento te la traiga sin cuidado. Es por esto, que el profesor no vino. Ante la perspectiva de tener que volver en el mismo tren y que el revisor se riera de mi por haber hecho un viaje en balde, decidí pasarme por la biblioteca un rato.

Es la biblioteca de mi facultad un sitio interesante, con sus dos salas de estudio y un aula de Internet, cuando llega la época de examenes es un milagro encontrar algún sitio libre.

Entre temporadas es distinto. Mucho me he quejado de la ausencia de chicas en la carrera, pero en la biblioteca la cosa cambia bastante.

Desconozco por que razón, chicas de otras facultades van a "mi" biblioteca. En un principio pensé que era para ligar, pero el hecho de que cinco chicas amenazaran con romperme el portátil en la cabeza me hizo desechar la idea. Así que supongo que irán a estudiar.

La vista desde un lateral de la sala principal de estudio, está presidida por una estatua de Gambrinus (el tío gordo de la cerveza San Miguel, que hasta ayer pensaba que se llamaba San Miguel), como metáfora de la vida del estudiante: "dentro se hace como que se estudia y fuera se hace como que no se bebe".

Cuando llegué, apenas había cuatro heavys cepillando sus melenas. No tardo mucho en cambiar el panorama, justo delante mía, llegó una pareja que ni corta ni perezosa empezó a meterse mano de forma soterrada. ¿Como me di cuenta de que estaban haciéndolo cuando tendría que estar concentrado en mis apuntes?, buena pregunta. Cualquier respuesta que diera me haría quedar como un voyeur así que simplemente diré que se me cayó el lápiz y al levantar la vista los vi.

Como así no había manera de estudiar, recogí mis apuntes (un par de folios pintarrajeados el día anterior) y volví a casa. No se porque razón, en la radio que llevo para los viajes largos, únicamente cogía emisoras religiosas, con lo que el camino de vuelta se me hizo muy ameno, en compañía de mi amigo Jesús, que el día de la retribución perdonara todos mis pecados (que ya es perdonar).
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2 comentarios:

  1. Estoy convencida que trucan las emisoras de las radios cuando subes en el tren. Yo sólo consigo oir pachanga (pero de las buenas de verdad, de las profundas raices sudamericanas tirando a la parte más calurosa del continente) o, en su defecto, música clásica (que dices: para qué si el propio tren ya lleva... será por si la "Primavera" de Vivaldi acaba por taladrarte el tímpano).

    Mi teoría es que sólo te dejan oir música festiva o que te amodorre... pero claro, ondas religiosas... eso no pacifica especialmente.

    Tendré que repensarlo.

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  2. Una vez lei que el motivo de la existencia del hilo musical en los supermercados es alentar el consumismo mediante la saturacion de los sentidos por medio de la música, yo dudaba de esta teoria hasta que en un carrefour escuche a David Bustamante y me lance de lleno sobre el estante de los tapones para los oidos.

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