Historias del chat (III)

Ya no existen Romeos capaces de dar la vida por el amor de su Julieta, ni caballeros andantes dispuestos a rescatar bellas damiselas encerradas en altas torres custodiadas por desagradables seres. Al menos eso es lo que pensaba Julieta, una chica de un pueblo cercano al mio, que vivía atrapada en su particular castillo y era vigilada por un moderno ogro, con cuernos pero sin la piel verde, que no la permitía escapar de su rutina más que virtualmente a través del chat.
Pero ella se resistía a pasar sus días privada de la libertad propia de las chicas de su edad y por ello buscaba un caballero de los de lanza en astillero, rocín flaco y galgo corredor, para que la liberara de su cautiverio y poder disfrutar de la vida loca.

No sabia muy bien como buscar ayuda, así que había acudido al método más fácil que tenia a mano. En la red pocos son los que se negarían a echar una mano a una chica, e incluso algunos no dudarían en ayudarla. Y así dio conmigo. Por esa época, yo desconocía que existieran mujeres malvadas capaces de utilizar a un hombre para luego dejarlos tirados, era idealista y la única presencia femenina en mi vida era la señora a la que compraba los donuts todas las mañanas antes de irme a la facultad. Así que le seguí el juego.

Estuve escuchando como desglosaba su vida con parcos detalles: un trabajo aburrido a media jornada que le permitía utilizar la media restante para estudiar, una familia que no la comprendía... una existencia desencantada en definitiva; por desgracia algo muy común. Terminó dándome con pelos y señales todo tipo de facilidades para contactar con ella. Pretendía convertirme en caballero sin intervención directa del rey, para que fuera a liberarla, más que de su ogro guardián, de su monótona vida que eclipsaba su espíritu.

Pese a mi buena predisposición tuve que rechazar la oferta, mal caballero seria, si ni siquiera soy capaz de salvarme a mi mismo.

Y así fue que ella, buscando otro candidato que no temiera ensillar su caballo, calzarse la armadura y con lanza en ristre, cabalgar hacia el ocaso en busca de una nueva vida, desapareció de mi pantalla.


PD: La lanza no es ni una metáfora, ni un eufemismo, ni un juego de palabras; es simplemente una lanza, dura como la piedra, con sus rayitas de colores y su mango para agarrarla bien e insertarla con firmeza en el objetivo una y otra vez, a veces en parejas, a veces en solitario practicando con un muñeco de paja.
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