Cosa importante es no tomarla en cualquier lugar al que nuestros pies nos lleven. Recomiendo encarecidamente que si visitáis Montreal o alrededores, os desviéis de vuestra ruta unos cuantos kilómetros y os acerqueis a un pequeño local de Sainte adele al que los lugareños tiene a bien llamar "Mon oncle" pero que para los foráneos que vivimos allí, no es más (ni menos) que "El palacio de la poutine" donde los más refinados gourmets acuden a rendir pleitesía a su orondo y simpático dueño, que recibe a sus clientes frente a un altar de patatas de color amenazador. El restaurante es considerado por un prestigioso diario canadiense como el tercer mejor lugar donde comer poutine de todo Québec, que es como decir de todo el mundo, pues no se puede encontrar en otro lado tan carismático plato.
La peculiaridad de este sitio es que cierra durante los meses de invierno, cosa que se puede permitir perfectamente pues el preciado tiempo que sus puertas permanecen abiertas al público, por sus puertas fluye una riada de gente, desde hambrientos transeuntes y ángeles del infierno jubilados hasta apocados trabajadores españoles que han jurado fidelidad a la poutine hasta la muerte.
Tantas horas echadas ahí dentro...
Bueno majo, a ver si la próxima poutine te cae mejor!
ResponderEliminarun abrazo!
Gracias Fran!! Eso espero yo también porque si no, habré hecho el viaje en balde :P
ResponderEliminarUn abrazo!!!