La mirada del otro

Durante más de diez dias el sol se vio cubierto por un espeso manto de oscuras nubes, asi que cuando estas desaparecen no se me ocurre mejor forma de celebrarlo que pasar el dia en la playa. Aunque me pilla a doscientos metros, siempre me ha gustado más ir a una pequeña cala en el extremo oriental del pueblo que es frecuentada por extranjeras desinhibidas.

Nada más salir de casa camino de la parada de autobus, me encuentro con un tio que me mira, con sorpresa primero, luego con duda y finalmente con cierta alegria, como si me conociera de algo, incluso hace el amago de levantar los brazos. El caso es que a mi él no me suena de nada asi que hago memoria rápidamente: Juan no, seguro que sigue en la carcel por escándalo público; Matias tampoco, no me puede ni ver desde que su novia se enrolló conmigo pensando que era él; Manuel imposible, es mi amigo imaginario de la infancia y no creo que vuelva del palacio de hielo al que se retiró; Nicéforo... yo no saldria con ese nombre a la calle; Mónica tampoco, es una mujer estúpido, céntrate que se te va a escapar el tio (cuando hablo conmigo mismo soy muy maleducado).

Cuando me quiero dar cuenta, estoy en la acera más solo que la una, asi que prosigo mi camino totalmente convencido de que me he encontrado con un desconocido. Llego a un kiosco cercano a comprar algo para leer tumbado en la arena y el dependiente echa una mirada a mi cabeza a medio camino entre la sorpresa y la condescendencia: algo le pasa a mi pelo. Caigo en la cuenta de que he pasado una noche problemática con más movimiento que la noche de bodas de Pamela Anderson y que además antes de salir he olvidado peinarme. Las alumnas suecas tienen la culpa desvian mi atención cuando las veo pasar bajo mi ventana con esos movimientos de cintura, esas melenas al viento, esos muslos tonificados, sus sonrisas profident...

Necesito un espejo como sea y si de paso consigo una cita con una sueca mejor que mejor. Es una lástima que cuando pasé junto a la cristaleria me fijara más en mis piernas que en mi cabellera pero al menos es un consuelo comprobar que he reducido el volumen de mis pantorrillas. Como medida de urgencia intento mirar mi reflejo en los cristales de las ventanillas de los coches que pasan por la calle, pero cuando el segundo tio me dice que le limpie los cristales bien mientras él va a por tabaco salgo por patas.

Al fín consigo coger el autobus. Tras un par de paradas se me pone al lado una señora mayor, no tuvo más remedio, el bus va hasta los topes. No para de moverse en el asiento. Me han contado historias de vibradores, chicas osadas y sitios públicos, de hecho tengo una historia para la rosa y el latigo VIII..., pero la mujer tiene ya una edad, seguro que es otra cosa. Le miro a la cara y recibo por respuesta una mirada de panico y súplica, como si estuviera mirando a un peligroso criminal dispuesto a hacer alguna fechoria.

-Señora que no soy un delincuente - le digo ofendido, mas por los pisotones que me esta dando que por su mirada, aunque bueno ya que estamos..

- Venga vieja el monedero o te arranco la peluca de un bocao

Su pelo no debia ser natural, porque me dio el monedero, la cartilla del banco y su collar de perlas. Al instante me arrepiento de tan criticable acto y le devuelvo sus cosas. Espero que los enfermeros se acuerden de devolverselas cuando recupere la consciencia, aunque al ver el dinero se han echado una mirada entre ellos como diciendo "esta noche cenamos solomillo" que me hace sospechar que de todas formas voy a quedar como un chorizo y que los enfermeros no están muy bien pagados.

Sin mas contratiempos llego a la playa, me tumbo bajo el sol y dejo que el astro rey tueste mi cuerpo.

Aunque en mi vida las experiencias en ese campo son nulas, gracias a las pelis porno se distinguir una mirada de deseo, de un deseo ardiente que solo puede ser extinguido con un fugaz encuentro sexual o un chapuzón en el mar. La rubia que me está mirando no se lanza al agua asi que me dirijo hacia ella mientras la derrito con la mirada. Empezamos a besarnos y cuando deslizo mi mano por sus suaves dunas, ella me para.

- Serán 300 euros - me dice mientras se ajusta el bikini. Debo de haberme topado con la gira itinerante del lupanar local, ya es mala suerte porque no llevo tanto dinero encima.

De pronto siento un fuerte golpe en la cabeza. Una pareja jugando a las palas me ha dado un pelotazo en toda la frente, despertandome de mi sueño, es triste pero ni siquiera en ellos puedo ligar gratis. Al intentar levantarme me doy cuenta de que unos niños me han enterrado en la arena y ahora se dedican a hacer castillos sobre mi estomago. Les lanzo mi "mirada del loco" (¿habeis visto "un loco a domicilio? pues esa). Los niños salen disparados hacia donde estan sus padres con tanta velocidad que no les da tiempo de frenar, llevandose por delante la sombrilla, dos hamacas y la mesa con los tuppers de tortilla. Desde donde estoy puedo ver como el padre gesticula con enfasis, hasta que los niños me señalan con el dedo al unisono. Es hora de volver a casa.

Una vez alli me miro en el espejo, resulta que lo que miraba el kioskero no era mi pelo despeinado, sino la redecilla que uso para dormir, voy a tener que tapiar mi ventana.
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3 comentarios:

  1. Suecas, playa y Roboto. El triumvirato ha llegado!!!!

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  2. Muy bueno tio, en cada cosa q leo te superas. Lástima q no tenga mucho tiempo libre para pasarme más.

    P.D: Yo tb voy a las bibliotecas, pero a estudiar. Procuro ponerme en una esquina mirando a la pared... eso si, sufro mucho cuando se pone una tia buena (encima suelen llevar cada escote...) delante.

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