Una de las razones del tremendo éxito de La guerra de las galaxias está en las distintas interpretaciones que pueden sacar de ella sus espectadores. Unos ven la emotiva historia de redención de Anakin Skywalker, para otros es un espectáculo de efectos especiales y explosiones, también es la biblia de la que gente con pocas posibilidades de hacerle el amor a una mujer extrae las valiosas enseñanzas de una nueva religión, un tema con el que romper el hielo con alguna chica muy muy muy borracha o el manual perfecto para subvertir el orden democrático y convertirlo en una despiadada dictadura. Sin embargo, una vez repasada la dos trilogías, bajo una capa de seres multiformes, luchas con espada láser, batallas espaciales y disléxica filosofía, aparece la verdadera motivación de la historia: un alegato a favor de la segunda enmienda de la constitución de los Estados Unidos, la cual permite la tenencia de armas a sus ciudadanos.
Han pasado cuatro años desde el final de la guerra por la independencia de las 13 colonias inglesas y varios de sus representantes se reunen en Filadelfia para dar forma a una constitución por la cual se regirá el gobierno de los recién nacidos Estados Unidos de América. James Madison, abogado y futuro presidente de la nación, redacta una serie de enmiendas con el fin de contrarrestar el poder del gobierno federal con una serie de libertades individuales entre ellas la libertad de expresión y la de portar armas. Este punto es causa de innumerables discusiones aún hoy, muchas veces sin tener en cuenta por qué fue establecido así.
En el imaginario colectivo, la segunda enmienda se ve como algo obsoleto producto de un tiempo en que el rey de Inglaterra podía entrar por la puerta de la casa de cualquier americano, como bien explica Homer a Marge cuando intenta hacerle ver lo necesaria que es tener una pistola en casa y como ocurrió en la guerra de 1812 en la que la Casa Blanca fue incendiada por las tropas inglesas. En esos momentos era necesario contar con una milicia armada que pudiera, o intentara al menos, repeler los ataques de los enemigos de la nación si el ejército se viera desbordado. Sin embargo hay otro motivo al cual no se suele dar pábulo por el ejemplo que podría dar en la actualidad. La idea de Madison al redactar la declaración de derechos en la cual se recogen las primeras enmiendas a la constitución, era otorgar al ciudadano de los derechos necesarios para evitar los desmanes de un gobierno federal incontrolado sobre su persona. Pese a lo que se diga, el poder emana de la fuerza y en teoría, un gobierno con un ejército poderoso podría imponer sobre sus ciudadanos cualquier tipo de ley, por muy abusiva que fuera. Esto se traduce en la famosa frase que se le atribuye incorrectamente a Benjamin Franklin: La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre lo que se va a comer. La libertad es un cordero bien armado impugnando la votación.
En una galaxia muy muy lejana, justo antes del Episodio I, nos encontramos con una minoría, los jedis, que imponen la paz con su diplomacia del sable láser, esto es, o haces lo que te digo o dominaré tu voluntad mediante el uso de la fuerza.
Este pequeño cuerpo de paz que responde ante el gobierno de la república, parece ser suficiente para mantener el orden galáctico, hasta que se presenta una amenaza seria: el bloqueo de las rutas comerciales por parte de la Federación de comercio y su ejército de insensibles droides. Su primera acción es contra el indefenso planeta de Naboo que, como sociedad presuntamente avanzada, posee un ejército testimonial que es rápidamente arrollado por los invasores.
La princesa Amidala se ve entonces obligada a pedir ayuda a los hasta entonces repudiados Gungans, creando una pauta que se repetirá en toda la saga: son las sociedades con una estructura tribal o primitiva, los que no dudan en tomar las armas para luchar por su libertad: ya sean los Gungans de Naboo, los Wookies de Kashyyyk o los Ewoks de la luna de Endor.
El éxito de los amigos de Jar Jar Binks es temporal y localizado en un determinado espacio. Pronto se ve que son necesarias más fuerzas para detener el avance en la galaxia de una ola interminable de droides de combate de rápida construcción. Sin embargo, ¿cogen los blasters los ciudadanos de Coruscant? ¿Rellenan sus mochilas de detonadores térmicos los hombres de Alderaan? No, recurren a un ejército creado artificialmente y en secreto, por órden del canciller Palpatine, que planea usarlo para su asalto al poder supremo.
En numerosos sistemas planetarios se libran encarnizados combates protagonizados por peones de ambos bandos. Como regla general no hay ciudadanos en el campo de batalla, si acaso sirviendo de apoyo logístico. Son droides, clones y bárbaros los que vierten su sangre y su líquido hidráulico por los ideales de otros. Nada nuevo desde que los romanos se entregaban al pan y circo mientras los bárbaros defendían los limes del imperio.
Parece una situación ideal. La gente puede llevar una vida normal sin verse afectada por los horrores de la guerra. Sin embargo finalmente Palpatine descubre sus cartas y vuelve a ese ejército contra el pueblo que supuestamente defendía. Su mayor baza es la falta de empatía de sus soldados a los que no les tiembla el pulso al eliminar a sus líderes Jedi. Un ejemplo claro de esto es la actitud del comandante Cody, el cual ordena sin vacilar un instante acabar con la vida de Obi Wan Kenobi. Para quien haya visto la serie de animación "The Clone Wars" es algo chocante pues Kenobi había salvado la vida del soldado clon innumerables veces y su relación parecía ser afectuosa.
Es en el Episodio III donde Lucas señala los peligros de un gobierno con un ejército sin ninguna relación con la indefensa población, y como puede someter a esta a la tiranía. Ocurrió a pequeña escala en los Estados Unidos durante los tiempos de la Gran Depresión cuando un grupo de veteranos de la primera guerra mundial junto con sus familiares decidieron acampar en Washington en protesta por las políticas de Hoover para con ellos. El jefe del estado mayor del ejército y posterior héroe en la segunda gran guerra, Douglas Macarthur, ordenó a sus tropas entrar en el campamento a bayoneta calada para desmontarlo, acabando con la vida de dos veteranos e hiriendo a centenares.
Con los impasibles clones bajo su mando, el ya emperador Palpatine puso a la galaxia bajo su puño de hierro durante varios lustros. Sin embargo, todo empezó a cambiar en el momento en que los granjeros de Dakot... Tatooine decidieron coger las armas y rebelarse contra el gobierno, siguiendo la idea de los padres fundadores de crear milicias con los mejores ciudadanos (claro que no contaban con los paletos de Montana que dedican los fines de semana a beber cerveza, comentar los últimos cotilleos sobre Paris Hilton y hacer prácticas de tiro con una diana con la foto de Janet Reno) Hombres libres y algún que otro calamar decidieron dejar la tranquilidad de sus hogares, sacar sus cazas X-Wing del garage y confrontar la tirania, derrocando finalmente, tras muchos sacrificios, al emperador y devolviendo la democracia a los pueblos de la galaxia.
Ese en definitiva es el gran mensaje que se desprende de la obra de Lucas: No esperes que clones, robots o muñecos peludos luchen por tu libertad. Compra un blaster y acaba con tus representantes si no te gustan sus leyes. Lo de Darth Vader, el incesto, las navecitas y el chulo playas de Solo, es una cortina de humo.
Give me Liberty or give me death!