Son ya varios años los que llevan los gurus de Internet (o al menos una parte de ellos) vaticinando el declive de los blogs. Al principio basaban sus predicciones en las estadísticas de creación de nuevas bitácoras, que disminuía de forma considerable, midiendo el éxito, o en este caso el fracaso, de la plataforma en función de su crecimiento en lugar del uso que se le daba. Una forma de medición típicamente capitalista donde solo el crecimiento constante hace posible la supervivencia del sistema.
Con la aparición de las redes sociales dichos gurus comenzaron a ver confirmadas sus predicciones. Mientras Facebook iba haciendo amigos con la misma facilidad que el camello de la discoteca del barrio, la blogosfera iba recibiendo escasos refuerzos.
Haciendo un recorrido por una selección aleatoria de blogs personales podemos observar que estos se han dividido principalmente en dos grupos: los especializados (en cocina, manualidades o moda, cuyas autoras están tomando al asalto Youtube) y los rabiosamente personales.
Hubo quien en principio sostenía la utilidad del blog como vehículo de información, una forma de que el ciudadano medio, aquel cuya participacion democrática consiste en introducir una papeleta para elegir quien se va a reír de el durante los siguientes cuatro años, se sintiera un poco mas libre y pudiera hacerse oír por encima de los altavoces censuradores de los medios de comunicacion de masas. Poco queda ya de aquello, pues pocos son los usuarios interesados en involucrarse en algo, triunfando por ello los servicios con limite de caracteres a la hora de escribir, lo cual no precisa de un pensamiento elaborado, caso de Twitter.
Sin embargo, aunque parezca que el apocalipsis blogger es cuestión de tiempo, existe una emoción humana que salvara las bitácoras: la frustración. Frustración por la subida de impuestos, porque el ayuntamiento está repleto de ladrones o porque nos ha dejado el novio. Una frustración que se exorciza con una extensa parrafada quejándonos de todo y de todos; algo que no se puede encontrar en utilidades como Myspace o Tumblr, muchas veces por un código de estilo autoimpuesto por los usuarios. En Facebook nadie se queja más que porque hayan subido una foto suya colgado de una lampara en ropa interior mientras cantaba "Granada"; y generalmente suelen hacerlo con una frase críptica como "Manolo te mato".
Es por eso que el derecho a la pataleta, a vomitar frases de rabia o impotencia que lleguen a un público alejado de nuestro circulo de habituales haciéndonos sentir ligeramente realizados, mantendrá a los blogs con vida durante algunos años más.
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