Puede...

Y pasa que a veces una ciudad queda ligada a la mujer de tu vida, a los momentos que compartisteis en sus rincones, a los proyectos que planeasteis sobre sus calles... Y pasa que al final el amor se rompe y la ciudad queda en el olvido bajo una pesada losa de tristeza.

Pero el destino es cruel. No mucho tiempo después recibes una oferta de trabajo de una empresa de aquella ciudad, y el estomago se te encoge, las manos te tiemblan y una desazón se apodera de ti, pues a pesar de todo aún está ella en tu recuerdo, y con ella, los recuerdos vividos allí.

Y te dices que hay que seguir adelante, no dejarse hundir por las circunstancias pasadas que ya no se pueden cambiar. Así que dices que si y le das una oportunidad. Los comienzos serán duros pero pronto seguro que harás la ciudad tuya y de nadie más. Y así sucede, al menos la parte concerniente a las dificultades; y un día tras otro, esa esquina te recuerda que allí la esperaste una tarde de lluvia, esa cafetería rememora caricias bajo la mesa al atardecer, aquella plaza continúa impregnada con su perfume...

Y una mañana te despiertas, te giras en la cama y no está ella. Nadie llama a la puerta del baño mientras te afeitas, hay tostadas para uno y en la radio solo se escucha música clásica. Miras por la ventana y allí está ella: la ciudad donde fuiste feliz, mas nunca más.

Y haces las maletas en silencio, ni siquiera hay lágrimas, pues ya se agotaron en su momento. Sales de casa y cierras la puerta sin mirar atrás, camino de la estación. Y aunque te vas, no es un adiós, pues por toda la eternidad allí estará... ella, y su ciudad.
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