La soleada mañana tiraba de mi manta para que me levantara de una vez. El verano se acercaba a toda velocidad y con él, suecas, francesas, inglesas, rusas, americanas, italianas, noruegas, tias buenas todas (bueno, menos las inglesas).
Si queria tener alguna posibilidad con ellas, debia deshacerme de esos pequeños michelines que me habian estado haciendo compañia desde que los invite a casa, allá por navidad. El único método efectivo para conseguirlo, aparte de ingresar en la carcel, es el gimnasio y allí que me fuí.
Elegir uno fue difícil. Todos estaban muy bien equipados e igualmente lejos de mi casa. Así pues hice una selección en función de la profesionalidad de los monitores, la afluencia de gente a la hora que yo queria ir, la calidad de las máquinas y su número, etc. Al final dejé de engañarme y me apunté al único que podia pagar.
Anclado en mitad de una zona a la que nadie aventura adentrarse cuando cae la noche, me permitía practicar, además del ejercicio propio del gimnasio, uno de mis deportes de riesgo favoritos: la milla de la palmilla. Nada mejor como calentamiento previo a las machacadoras sesiones de pesas, que una carrera ligera con un par de delincuentes pegados a tus talones.
Una vez allí, a salvo de cualquier robo o apuñalamiento, la pervertida imagen que habia creado mi mente sobre cómo era un gimnasio se vino abajo. Los carteles estaban forrados con llamativos posters de mujeres semidesnudas, curiosamente, con los músculos menos desarrollados de lo que podría pensarse. Pero de sudorosas mujeres quemando calorias y rociando sus trabajados cuerpos con agua para refrescarse, nada de nada.
Por estar en el sitio que está, sólo acuden al mismo dos clases de personas: las ancianas que de un bolsazo pueden decapitarte y que por estar fuera de la jurisdicción del código penal no dudarian en hacerlo, y auténticas maquinas de matar humanas, gigantes de músculos superdesarrollados que amenazan con explotar al más mínimo movimiento brusco de su dueño. Yo por si las moscas suelo alejarme de ellos.
Tras recuperarme del disgusto, me recibió el monitor, al que pensé, odiaria a muerte, tras la primera media hora de infernal ejercicio. Pero entonces sucedió que llegó al gimnasio una bella argentina, rubia como ella sola; y el monitor pasó de mí como si nunca hubiera existido en su ajetreada vida. Salió disparado hacia la chica para colmarla de intenciones y miradas lascivas.
Divertido, contemplaba desde lo alto de una bicicleta estática, cómo el monitor (Paco, a partir de ahora) trataba de arrimarse y tocar lo más posible el aún flácido cuerpo de ella, mientras animaba sus abdominales con susurradas arengas.
Y entonces llegó la hora de las pesas para la chica. Media hora la tuvo tumbada en el banco, con sus balones medicinales apuntando hacia el techo y alegrando el ejercicio de los presentes, que inexplicablemente bajaron el ritmo de su trabajo.
Yo pensaba que la aparición de la rubia era producto de la casualidad o de mi paranormal voluntad por ver chicas guapas, pero cual seria mi sorpresa, cuando traspasó la puerta una morena de las que quitan el hipo y hacen que un culturista esté a punto de guillotinarse la cabeza por el despiste. Veloz como el rayo acudió el monitor a presentar sus servicios, tras darle un par de besos (a mi ni me dió la mano, aunque no es que me queje vaya) y la condujo a la primera máquina agarrado a su cintura.
Ese hombre es mi heroe, dije para mí mientras contemplaba como Paco alzaba el trasero de la morena, con la excusa de mostrarle los musculos que trabajaria.
Como el hombre acaparaba a todas las mujeres medianamente interesantes del lugar, ligar se tornaba complicado, pues cada vez que intentaba acercarme a alguna de ellas, me mandaba realizar más ejercicios, a cada cual mas extenuante, hasta que decidí que si queria poder levantarme al día siguiente, debia dejar lo de ligar para la biblioteca.
Pero cuando no tienes opción para ligar, siempre quedan que te liguen, y eso es lo que intentó con mala suerte una cincuentona culturista que empezó a acosarme y no paró hasta que me hizo medirle sus biceps. Mañana volveré a otra hora.
No pain no gain
Moreno, 1.80, ojos verdosos. Discreto. Acudo a domicilio. Antes interesado en mujeres muy muy adineradas; ahora solo en mujeres de cálida sonrisa y magnética personalidad.
Yo nunca he sido de gimnasios. Prefiero ir a correr por el paseo marítimo o irme a bailar salsa, que tonifica igual y encima divierte y te arrimas a machos latinos y morenos XD Por cierto, me parto con lo de la milla de la Palmilla xDDDDD Yo la última vez que pasé por allí fue en mi antiguo coche, viejecito ya, que se me caló en un semáforo en la peor zona, a las doce de la noche. Fue tal el susto al ver a ciertos mozalbetes provistos de navajas acercarse a mi twingo, que no he vuelto a pisar aquellas tierras. Prefiero mis pedregalejos, mucho más seguros y playeros.
ResponderEliminarJajaja, la palmilla es un submundo que alguien deberia describir, como hizo Marco Polo con Asia. En mis tiempos de instituto se decia que habia un volcan y todo por alli :P
ResponderEliminarYo suelo ir a correr al paseo maritimo, pero no mucho porque siempre que me acerco a la playa termino tumbado en la arena.
El post se me traspapeló antes de estar terminado, ya fue punteria porque a los dos minutos me di cuenta de que lo habia colgado por error :P
Un beso!!!
Plas plas plas, XDDDD si es que no se puede ir al gimnasio, mira que te lo tengo dicho, XDDDD Besos.
ResponderEliminarPues si algún día me ves por el paseo marítimo, saluda y nos tomamos un gatorade xD (aunque ahora que lo pienso, tu te referirás al de tu getto xD)
ResponderEliminarDe gimnasios estoy yo de vuelta y media.He tenido mas altas y bajas que Verano Azul en la parrilla televisiva.Ahora mismo creo que es imprescindible in my life.
ResponderEliminarPor lo menos lo bien que te sientes antes de ducharte viendote al espejo.
Luego,ya....es otro cantar.
Je,je..saludos tronko
Pensaba que estabas hablando de nuestra palmilla particular, las protegidas. Ahí también hay escoria de todo tipo, y sí, gimnasios.
ResponderEliminarY deja el gimnasio, hombre, que lo único que van a hacer es sacarte el dinero. Lo que importa es ser feliz con los michelines que uno tenga, a las tías eso les da igual. A las listas, al menos.
Jajaja ya ya, si yo por mi no me hubiera acercado nunca a un gimnasio, pero fue por prescripcion médica. Me dio a elegir entre eso y unas largas vacaciones en campo santo, y desde que vi Buffy cazavampiros, me da miedo ir alli :P
ResponderEliminarBea, lo del gatorade está hecho, que tambien voy por el de fuengirola. Tengo que ir esquivando las fuentes de oro y las estatuas de mujeres despelotadas, pero bueno, tiene su aliciente :)
Besos para ellas, saludos para ellos!!!
Mi queridísimo Mr. Roboto, estoy casi convencida que lo de ir al gimnasio lo haces para alternar la visión de cuerpos desnudos en la playa con cuerpos vestidos en el gimnasio...porque seguro que no tienes ni un puñetero michelín xDD
ResponderEliminarPD: Paco tiene un morro increíble, ya sabes a qué te debes dedicar profesionalmente.
Por cierto, que he puesto un link a tu blog desde el mío.
ResponderEliminarvaya, vaya, si lo que deseas es practicar algún deporte no dejes caer en saco roto el cacareado "scoting"...(espero que Duna ya comprendiera la indosincrasia de dicha disciplina).
ResponderEliminarPor la submeseta norte hasta bien entrado Junio es inpracticable, aunque por esos lares seguro que ya es temporada alta, A por la medalla de oro amigo!!!
Duna, me conoces muy bien :D pero si que tengo algun que otro michelin jajaj En una proxima vida sere monitor de gimnasio por descontado :)
ResponderEliminarUn beso guapa!
Ya te puse un enlace yo tambien Albret. Un saludo!
Ah tortlon, el scoting es practicable por aqui casi todo el año, incluso en invierno. Te animo a que te acerques un dia a practicar tan noble deporte :)
Un saludo!!!