Primavera de 1975. Chuck Norris recorre las atestadas calles de Saigón buscando a su mujer nativa entre un mar de atemorizados vietnamitas del sur que huyen ante el avance imparable del Vietminh.
Unos se dirigen a casa de sus respectivas mujeres, amantes o simplemente al lupanar más cercano, por aquello de que si hay que palmarla, que sea a gusto; pero los más pragmáticos dirigen sus pasos a la embajada americana, que lleva varios días evacuando a todos los que pueden por medio de helicópteros, que posteriormente serán arrojados al mar desde la cubierta del USS Enterprise ante la falta de espacio. Así terminó la aventura asiática de los Estados Unidos, iniciada a principios de los 60 por el siempre querido John Fitzgerald Kennedy, con el envío de asesores militares para evitar que el débil gobierno de Vietnam del sur fuera engullido por las fauces de su vecino comunista.
Pero antes que ellos y de que los colonialistas gabachos se asentaran en el lugar, más chulos que nadie, anduvimos jodiendo la marrana por esas tierras de dios, nosotros: los españoles.
Todo el mundo sabe que hace tiempo, nosotros fuimos más papistas que el Papa; Nuestros misioneros eran como los boinas verdes del catolicismo, donde nadie quería ir, allá que iban ellos en busca de almas para la santa iglesia de Roma. Uno de esos lugares era la Cochinchina (la parte más meridional de Vietnam) Tras la "buena" acogida que habían tenido décadas atrás en Japón, decidieron probar suerte en esa zona en la que se decía que los chinos no eran iguales y por ello tal vez tuvieran más suerte.
Lo que pasó fue que los chinos de los cojones (de ahí lo de Cochinchina) no vieron con buenos ojos la opción de una religión que les prohibía hacer el amor fuera del matrimonio y les hicieron a los misioneros un corte de pelo a la altura del cogote.
Los franceses, que estaban al quite de todo, decidieron enviar una flota a la zona para garantizar que no les pasara lo mismo a su conciudadanos y así se lo hicieron saber al gobierno español de por entonces (1857 Isabel II de reinona) que no dudó en unir a la expedición francesa la flota hispana estacionada en Filipinas para castigar a los infieles amarillos (así de paso hacían algo más que tocarse los nudos marineros)
No fue hasta finales de Agosto del año siguiente, que arribó la expedición militar a las costas de la Cochinchina (nombre puesto por los franceses pues la zona ostentaba el exótico nombre de Reino de Annam) El principal objetivo, era conquistar la capital: Hué, pero no pudieron conseguirlo, cosa lógica pues Napoleón llevaba fuera de circulación bastante tiempo, por lo que decidieron avanzar por la baja Cochinchina, lo que les llevó a conquistar la ciudad de Saigón (Chuck Norris todavía no estaba allí) en Febrero de 1859.
Cien españoles y un puñado de franceses (800 más o menos) se quedaron en la ciudad, defendiéndola de innumerables cochinchinos (ya entonces eran un montón) cosa que hicieron durante seis meses, hasta que recibieron refuerzos de Francia.
Tres años después, los aliados lograron una decisiva victoria en Vin Lon, a orillas del Mekhong, poniendo fin al conflicto. Los franceses se quedaron con todo lo que pillaron: tierras, derechos comerciales, materias primas... y los españoles, únicamente reclamamos garantías de que el culto cristiano podría desarrollarse sin problemas en el lugar, pese a que nuestros soldados habían llevado el mayor peso de la campaña. Así nos ha ido a lo largo de la historia... Al menos nos queda el gusto de haber vencido allí donde los americanos fracasaron.
Para más información: Armaggedón la web de la guerra o la siempre útil wikipedia.
España en guerra
Moreno, 1.80, ojos verdosos. Discreto. Acudo a domicilio. Antes interesado en mujeres muy muy adineradas; ahora solo en mujeres de cálida sonrisa y magnética personalidad.
Sera nuestra esencia,la de sumisos ante los grandes.
ResponderEliminarHay que ver lo que aprendo contigo conchinchino de los cojones. Uy no, eso no.
ResponderEliminarme ha dado un "deja vu" de esos...o esto me suena...o...caramba, estoy divagando.
ResponderEliminarLa historia contada por usted, maese Roboto, es más histórica.