Hace un par de días, "Los bibliotecarios" destaparon un encuentro secreto entre el rey del rock y Richard Nixon, durante la presidencia de este último. Oficialmente, la cita era simplemente un mero reconocimiento entre las dos grandes personalidades de la época, que hiciera que la popularidad del decadente Nixon, aumentara lo suficiente como para que alguien le parodiara en los late-night de rigor. Extraoficialmente, Elvis quería exponerle al presidente, la viabilidad de un plan diseñado por él, que podría alterar para siempre el curso de la historia.
En uno de sus viajes gastronómicos alrededor del mundo, el "tupe volador" (nombre por el que era conocido el avión del rey) sufrió una avería a la altura de despeñaperros, teniendo que aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Sevilla. En la aduana lo confundieron con uno de los palmeros de Peret que llevaba desaparecido varias horas.
Sin posibilidad de desmentirlo fue encerrado en una furgoneta y trasladado al XVI festival flamenco de nervión (donde actuaba Peret esa noche). Tras varias horas (el conductor paró para dormir la siesta) llegaron al local.
Sin darle tiempo a decir "esta boca es mía", le quitaron sus ropas y le pusieron la característica camisa roja con topos blancos.
Tras solventar la papeleta de la mejor manera posible, imitando a los demás, recibió una ovación por parte de los presentes, que pronto le invitaron a tomarse un fino entre el público. No pudiendo rehusar una invitación (y menos tratándose de alcohol) Elvis se sentó junto a una explosiva morena a la que no quitó ojo hasta que el quejido de dolor (fingido por supuesto) del artista que ocupaba en esos momentos el escenario le saco de las te... del ensimismamiento que le había producido la chica.
Asombrado por la demostración artística del misterioso cantaor, Elvis preguntó a los presentes si conocían su nombre. El príncipe gitano se llama, le dijeron. Por fin el rey había encontrado otro miembro de la realeza a su altura.
Varios aplausos y botellas de fino después, Elvis consiguió llevarse a un aparte al príncipe y le contó que trabajaba para el gobierno americano en busca de un método de acabar con la guerra fría de una vez por todas sin tener que explotar esas horribles bombas. El príncipe, confuso, le preguntó qué es lo que tenia en mente.
- Majestad, con su voz y mis letras, conseguiremos que los rusos bajen las armas.
- Todo sea por el futuro del mundo libre- respondió el príncipe- ¿qué tengo que hacer?
Durante los dos meses siguientes, los dos monstruos de la canción grabaron un ultrasecreto disco en las profundidades de una base secreta americana en el desierto de Nevada. El resultado, la canción más impresionante de la historia. Sólo quedaba el visto bueno del presidente y por fin los vientos de la democracia soplarían en las frías estepas rusas. ¿Quieres saber qué pasó? En los biblitecarios, está la respuesta.
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