Skool Daze

Se acerca la Navidad y con ella los polvorones, las luces, el portal de Belén, la nieve, las bailarinas de Striptease y uno de los momentos más dramáticos de la rutina de un niño: la entrega de notas.

Y es que por definición, un niño es una persona a la que le importa tres narices cualquier cosa que no sea jugar, de ahí los tristes resultados en los exámenes y la angustia posterior al enseñarlos a sus padres. Ayer pasé junto a un colegio cuando de pronto escuché:

- ¡¡Papá!!

En un primer momento pensé que me había colado sin querer en el rodaje de la segunda parte del anuncio de Kinder Sorpresa, pero no, el niño enarbolaba con alegría un papel mientras corría hacia un señor de Murcia.

- Papá, he sacado un 9,5 en religión y un 10 en gimnasia - exclamaba orgulloso el infante mientras se abrazaba a su padre.

Miré a mi alrededor por si veía alguna cámara, pero debían estar camufladas porque no vi ninguna.

- Pues ya sabes qué vas a ser de mayor - respondió el prócer - Cura futbolista.

- ¿Como Kaká?

- No hijo, que ese no juega al fútbol.

Me alejé del lugar sin conocer qué tal le había ido con las otras materias, pero por experiencia personal puedo decir que no aprobó nada más, ya que siempre se comenta en voz alta las buenas notas, y nadie presume de una sobresaliente en religión a menos que sea el hijo del Papa (el de Roma, no el de Murcia) o si no le queda más remedio.

Si el niño es listo es posible que hubiera falsificado el boletín. Claro que está difícil. Para los americanos no lo es pues ellos usan letras para evaluar, y como dice mi amigo "El Papelas": una raya en el sitio adecuado te puede alegrar el día; Sin embargo aquí, con esas palabras tan largas es más complicado. Eso no fue impedimento para que un compañero de la EGB intentara dársela con queso a sus progenitores. Lo hizo a lo bruto, debido a la carencia de sutileza que le caracterizaba (le llamábamos "El Mascachapas: basado en hechos reales") Su plan era tan absurdo que tenía que funcionar. Y lo hizo. El primer suspensosaliente coló, pero al cuarto su padre empezó a sospechar, pues de alguien llamado "El Mascachapas, etc, etc" no se puede esperar tan buenas notas a no ser que amenace al profesorado, y ese trimestre no había recibido ninguna denuncia. Volvió a leer el boletín y entonces se percató de que el "-saliente" estaba escrito en azul, mientras que el "suspenso" lo estaba en negro.

A mi compañero le pudo la codicia académica, como a Stephen Hawking cuando atropella a los jóvenes físicos que descubren una teoría nueva, para apropiarse de ella, aunque algo hizo bien: Nunca hay que enseñar las notas a las madres. Ellas ya las conocen antes incluso de que el profesor las escriba, solo que no lo recuerdan, aunque la información permanece en su memoria en espera de ver la firma del profesor. Enseñárselas es como moverse delante de un T-Rex: la forma más directa de perder la cabeza.

Lo mejor es hacer que te firme el boletín tu padre cuando esté lo más distraido posible: durante algún partido de fútbol o cuando intenta montar una mesa del Ikea. Si esas circunstancias no se dan, mejor darle un buen susto, como ir y decirle:

-Papá, soy gay.

Y si por esas casualidades de la vida, tu padre lo es:

- Papá, me gusta tu novio.

Por desgracia, hay padres modernos, calzonazos, bisexuales y liberales, por lo que tarde o temprano te toca enfrentarte a su ira desatada. Lo de menos es la bronca que hace que los del pueblo de al lado se enteren de tu pobre rendimiento escolar en tiempo real; los niños no escuchan los sonidos que superan un cierto nivel de decibelios. Lo peor es el castigo.

Hay padres que te prohiben salir de tu habitación; padres anticuados desde luego, pues hoy día raro es el que salga de ella para otra cosa que no sea visitar el Game; otros te quitan la consola (esto si que duele), los postres, la paga semanal o lo peor: te hacen culpable de que la familia no se pueda ir de vacaciones a la Rivera Maya. Y así, tu abuela y tus hermanos piden tu cabeza porque tu irresponsabilidad les ha dejado en tierra, cuando el verdadero motivo es que tus padres se han fundido los ahorros comprando letras del tesoro, pero claro esto se lo callan, teniendo que aguantar tú gritos e insultos e incluso algún conato de colleja.

Por eso la mejor época para suspender sin preocupaciones es la semana santa. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? ¿que no te vistan de nazareno y te pierdas la procesión de Jesús Cautivo? Todo un drama desde luego...

De todas formas siempre queda el otro lado: aprobar, y su beneficio añadido: las recompensas por hacerlo. En mi clase teníamos un compañero al que apodamos "El Contable". Tenía establecido un convenio con sus padres según el cual, estos le remuneraban con 100 pesetas (si, soy viejo ¿qué pasa?) por cada punto que consiguiera sobre 7 en cualquier asignatura. Si sacaba entre un 5 y un 7 en las asignaturas del grupo 1 (matemáticas, lengua y naturales) le descontaban un porcentaje derivado del último dato del IPC. Si las mismas circunstancias se daban en las asignaturas del grupo 2, no le descontaban nada si la media del total de las asignaturas del grupo 1 era mayor a 7,5, en caso contrario debía devolver un bonus de 20 pesetas... cuando le daban el boletín de notas, sus padres se lo enviaban a un inspector de hacienda para que calculara la cantidad resultante. No se como lo haría, pero siempre lograba sacarse sus 500 pesetas por trimestre y eso que lo más que llegó a sacar fue un 1,3. Creo que ahora es diputado.
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