Como el año pasado, comencé a escribir un post con la intención de
publicarlo en este blog / experiencia comunal, pero al terminar y
releerlo me di cuenta de que más que al buen rollo incitaba a
subirse a un campanario con una escopeta e impartir justicia en
forma de plomo. Así pues, como el año pasado, me vi en la necesidad
de volver a empezar de cero e intentar no escorarme a la melancolía
que me invade cuando escribo de cualquier otra cosa que no sean
tetas, cactus o chocolate.
Dicho lo cual, una fría tarde de noviembre me senté frente al
ordenador armado con una bolsa de cacahuetes del Mercadona,
importante remarcar esto porque me patrocina (Mercadoooona,
¡Mercadona!) Decía que me senté en mi mullida silla, me recliné en
ella con las manos en la cabeza como había visto hacer una vez a
Stephen J. Canell antes de comenzar a pergeñar una de las historias
de El equipo A, y contemplé durante varios minutos el cursor
parpadeando sobre una porción de pantalla en blanco que simulaba ser
un folio, no evitando pese a ello que la angustia ante tanto color
neutro, pendiente de ser profanado por mis letras, se apoderara de
mí.
Me estaba vistiendo para ir a comprar más viandas con las que
amenizar el proceso de escritura, quizás unos conguitos Hacendado
por solo 1,75€ la bolsa, cuando se me ocurrió que podría empezar
simplemente comentando lo que estaba haciendo. Y fijaros, dos
párrafos llevo ya. Si es que esto de escribir está chupado. En
cualquier caso había llegado a este punto, justo ahora, en que ya
había descrito cómo había agotado las reservas de cacahuetes y me
había puesto las manoplas de piel de marmota para afrontar con
garantías una expedición otoñal al Mercadona del barrio en busca de
más cacahuetes, esta vez chocolateados,y ya no tenía el recurso de
contar el pasado porque ahora era presente.
¿Qué hago?, me pregunto, me pregunté. Y antes de que encontrara
respuesta ya no quedaba un solo conguito en la bolsa (porque había
ido a comprarlos en una elipsis) Decidí volver al tema: el buen
rollo, las tetas, los pimientos en vinagre... bueno, esto da un poco
de asco. Lo mejor era volver a leer las bases del blog, porque lo
del buen rollo solo me inspiraba cosas de las del folgar.
Según consta en el punto dos de las instrucciones para participar,
debemos contar algo que nos haya hecho reír este año, que nos
gustaría recordar, que queramos compartir... en este punto me sale
mi vena solidaria de repartir amor entre todas mis seguidoras o al
menos dos horas en un jacuzzi. Corred antes de que se acabe la
oferta, válida hasta que el infierno se congele, las sirenas salgan
de su retiro submarino y canten a coro en la plaza de Trafalgar:
"Qué verde era mi valle y con cola no se puede follar".
No me he reído mucho este año. De hecho no recuerdo que me haya
reído, ni que haya llorado, ni sufrido, ni penado. No recuerdo nada,
así, a secas. Lo cual me recuerda una conversación que escuché en
misa una vez a dos señoras:
- Últimamente no me acuerdo de nada.
- Pues dicen que comer rabos es muy bueno para recuperar la memoria.
- ¡Si es lo que más hago!
- Pero seguro que no son de pasas.
- Uy, me he tirado a cada uno...
En realidad, las protagonistas de este diálogo eran dos señoras,
pero prostitutas, pasando el rato, no en misa, sino en una acera
aneja al polígono local junto al que pasaba en esos momentos, ¡oh!,
casualidades de la vida.
¿Qué me gustaría recordar de este año que ya está pidiendo la hora?
Muchas cosas, solo que tampoco las recuerdo (no más chistes de
rabos, no os preocupéis. Aunque tengo miles) Echaré un vistazo a mi
diario personal a ver qué encuentro... Ha habido muchas noches,
muchas duchas, muchas noches con duchas, pero de eso no voy a hablar
porque luego me llamáis fantasma. Esperadme un momento mientras miro
a ver...
...
...
...
Ya estoy aquí. ¿Qué habéis estado haciendo en mi ausencia? ¿Os
habéis tocado? ¿Mucho? Enviadme un correo con vuestras experiencias
al mail que muy amablemente Gordi indicará en algún momento. Bien,
de la primera entrada anual se puede extraer la siguiente perla
filosófica: "Para follármela, hasta reventar". No tengo muy claro
sobre quién estaba hablando, pero sí que finalmente semejante
acontecimiento jamás sucedió. De esas cosas sí que no me olvido. Una
ojeada a posteriores registros muestra un inicio de año bastante
rutinario: vecinos ruidosos, comidas con viejos amigos de más allá
del mar angosto, intoxicaciones alimentarias, gritos de "¡tira
caramelos, negro!" a un gorrilla de la Plaza de España dos semanas
después de la cabalgata de reyes... Una cotidianeidad agradable que
si bien no hizo de las primeras semanas de 2014 una fiesta continua,
tampoco trabajó por lo contrario.
Ya entrado febrero me comí un kebab que me sentó mal, valga la
redundancia, y así llegamos a diciembre, mes en que se celebra que
hace diez años Mr. Roboto aka Dr. Moriarty aka Mr. Roboto alirón el
bloggero cipotón, llegó a estas praderas virtuales con un rollo de
alambre de espino con el que delimitar mi parcela con vistas a esta
playa nudista de cuerpos y de almas llamada Interné.
Una década ya, en que la que he conocido a personas que chanan mil,
en la que luché contra la ley y la ley no ganó, en que toqué el
cielo, descendi a los infiernos, me hice un hombre, más tarde un
perro, luego oxígeno, nitrógeno y argón, sin forma definida. Aaaaah,
fui aire... Tengo la teoría de que un español medio podría mantener
una conversación con un compatriota usando únicamente estrofas de
las canciones de Mecano. El otro le respondería, así mismo, con
versos de las de Héroes del silencio. Quizás sea ese uno de los
locos estudios que lleve a cabo en 2015. Si hay algún voluntario,
aprovechando que me envía su descripción de cómo se ha tocado en la
pausa anterior, que muestre su voluntad por participar en la Coca
Cola Dialogue Experience, aunque el patrocinio está todavía en el
aire.
Queda pendiente lo que me gustaría compartir... pues básicamente a
mí mismo. Porque pese a las vueltas que da la vida como manco en
rotonda de cuatro carriles, pese a tormentas y piedras, aquí estoy,
alive and kicking con un saco repleto de comas para repartir. Porque
es importarse quererse mucho, no solo en el sentido bíblico, que de
eso vamos sobrados (un conejo salta alegre por la selva), sino en el
plano erótico-emocional y deberíamos tener la mejor de las opiniones
de nosotros mismos, ayer, hoy y siempre. Así que quiero que dejéis
de leer, que le saquéis el dedo de la nariz al que va a vuestro lado
en el metro, que cerréis el Solitario Spider del ordenador de la
oficina, os pongáis frente a un espejo, os miréis con orgullo y
digáis con voz alta y clara: "Mr. Roboto mola un huevo. Y yo tampoco
estoy mal."
Y como hacían los Monty Python, con los que seguro que me he reído
mucho en determinados momentos de mi vida: desalojen el post, aquí
no hay nada que ver. Circulen. Y ahora, dejadmeeeeeeee, que yo no
tengo la culpa de veros leeeeer.
*Este post apareció publicado (o no, la magia de la incertidumbre de cuando programas un post a mes y medio vista) en el blog 14 cosas, de mi siempre querida amiga Gordi.
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