Mi aventura canadiense está llegando a su final. Tras un periodo de descanso indeterminado en la madre patria, pondré rumbo a otro país exótico y desconocido, quien sabe si para no volver jamás, pero mientras tanto es tiempo de echar la vista atrás y rememorar este año perlado de descubrimientos musicales, como si de un programa-refrito de TVE se tratase.
Como los seguidores de la anterior etapa recordarán, todo comenzó con esta canción de Scorpions que me motivó a abandonar el estancamiento en el que encontraba, a fin de realizar mis sueños. Unos meses después he descubierto dos cosas: que cambiar a destiempo no sirve de nada y que el cambio es bueno cuando sirve a un propósito. Sin él, es simple movimiento. Y aquí estoy, moviéndome hasta que mis piernas no den más de si.
Llegué a Montreal a principios de verano, solo que al verano no le habían avisado por lo que fui recibido por una lluvia torrencial que me hizo recordar mi ciudad natal... en diciembre.
- El invierno en mi país es así - le comenté al chico que vino a recogerme al aeropuerto. Y se rió.
Y es que para los naturales de Quebec, cualquier dia en el que no se vea nieve en el suelo, es un buen día y qué mejor reflejo que las chicas de la ciudad, siempre vestidas de corto, haga sol, llueva o truene. Al fin y al cabo aunque solo fuera por la fecha, era verano en Montreal y en cualquier garito, en cualquier local de la rue Saint Denis, en cualquier casa donde se celebrara una fiesta privada, sonaba una y otra vez "I gotta feeling" de los Black Eye Peas.
Los estudiantes de la UQAM (la universidad de Quebec en Montreal) hicieron un Lip dub con dicha canción que fue ampliamente reconocido por los usuarios de Youtube hasta el punto de que mi empresa se está planteando realizar uno para mejorar su imagen y ampliar su mercado. Por supuesto en cuanto lo hagan lo colgaré en el blog.
Pero todo terminó y la llegada del otoño me trajo un nuevo compañero de piso con un grupo favorito bajo el brazo: los Black Keys. ¿Que no habeis oido hablar de ellos? Yo tampoco hasta que a mediados de septiembre comenzaron a sonar en todas las fiestas que montábamos para no callarse jamás hasta la gran fiesta de noviembre del 2009. La fiesta más salvaje de la que se tiene constancia escrita en todo el pueblo.
De Nueva York quedan por contar muchas cosas, y si el trabajo me lo permite lo haré cuanto antes, pero entre todas ellas está el aterrador viaje de vuelta en coche a través de la tormenta de nieve más intensa de toda la historia del estado de Vermont. Un recorrido interminable sobre una espesa alfombra blanca bajo la cual se suponía que había una carretera, sin que funcionaran los parabrisas y con una visibilidad de apenas dos metros reducida a 30 centímetros cuando nos adelantaba uno de los monstruosos SUV que acostumbran a conducir los lugareños. Si alguna vez debí pasar miedo en un vehículo, hubo de ser en esa ocasión, pero no lo tuve, debido en parte a una canción de los Kings of Leon que sonó más de una y dos veces durante aquel trayecto inolvidable para todos los que ibamos en ese coche.
Con todo, la vuelta a nuestro hogar (ya considerabamos a Ste Adele como tal) no significó el final de nuestros quebraderos de cabeza. Unos caseros estúpidos y arrogantes nos esperaban allí para hacernos partir sin demora a otra casa donde tuvieramos más libertad. Atrás dejaba la mitad de mi vida en Canadá y un montón de recuerdos con Mario y Luigi (ninguno de los cuales se encuentra en el país ya) Un momento melancólico ideal para abrir las puertas al ídolo del momento para los gafapastas: Regina Spektor, artista ruso-estadounidense con nombre de enemigo de James Bond. Su voz aterciopelada no dejó de sonar mientras empacaba mis pertenencias y dejaba un regalito "especial" al dueño de la casa.
Aún queda una canción, la que defina mi partida. Supongo que después de haber destrozado todos mis récords personales, de haber hecho cosas que pensé que nunca haría, que antes consideraba locuras, lo más apropiado es que la última canción sea del artista que amenizó mi último gran viaje a Quebec City.
Como los seguidores de la anterior etapa recordarán, todo comenzó con esta canción de Scorpions que me motivó a abandonar el estancamiento en el que encontraba, a fin de realizar mis sueños. Unos meses después he descubierto dos cosas: que cambiar a destiempo no sirve de nada y que el cambio es bueno cuando sirve a un propósito. Sin él, es simple movimiento. Y aquí estoy, moviéndome hasta que mis piernas no den más de si.
Llegué a Montreal a principios de verano, solo que al verano no le habían avisado por lo que fui recibido por una lluvia torrencial que me hizo recordar mi ciudad natal... en diciembre.
- El invierno en mi país es así - le comenté al chico que vino a recogerme al aeropuerto. Y se rió.
Y es que para los naturales de Quebec, cualquier dia en el que no se vea nieve en el suelo, es un buen día y qué mejor reflejo que las chicas de la ciudad, siempre vestidas de corto, haga sol, llueva o truene. Al fin y al cabo aunque solo fuera por la fecha, era verano en Montreal y en cualquier garito, en cualquier local de la rue Saint Denis, en cualquier casa donde se celebrara una fiesta privada, sonaba una y otra vez "I gotta feeling" de los Black Eye Peas.
Los estudiantes de la UQAM (la universidad de Quebec en Montreal) hicieron un Lip dub con dicha canción que fue ampliamente reconocido por los usuarios de Youtube hasta el punto de que mi empresa se está planteando realizar uno para mejorar su imagen y ampliar su mercado. Por supuesto en cuanto lo hagan lo colgaré en el blog.
Pero todo terminó y la llegada del otoño me trajo un nuevo compañero de piso con un grupo favorito bajo el brazo: los Black Keys. ¿Que no habeis oido hablar de ellos? Yo tampoco hasta que a mediados de septiembre comenzaron a sonar en todas las fiestas que montábamos para no callarse jamás hasta la gran fiesta de noviembre del 2009. La fiesta más salvaje de la que se tiene constancia escrita en todo el pueblo.
De Nueva York quedan por contar muchas cosas, y si el trabajo me lo permite lo haré cuanto antes, pero entre todas ellas está el aterrador viaje de vuelta en coche a través de la tormenta de nieve más intensa de toda la historia del estado de Vermont. Un recorrido interminable sobre una espesa alfombra blanca bajo la cual se suponía que había una carretera, sin que funcionaran los parabrisas y con una visibilidad de apenas dos metros reducida a 30 centímetros cuando nos adelantaba uno de los monstruosos SUV que acostumbran a conducir los lugareños. Si alguna vez debí pasar miedo en un vehículo, hubo de ser en esa ocasión, pero no lo tuve, debido en parte a una canción de los Kings of Leon que sonó más de una y dos veces durante aquel trayecto inolvidable para todos los que ibamos en ese coche.
Con todo, la vuelta a nuestro hogar (ya considerabamos a Ste Adele como tal) no significó el final de nuestros quebraderos de cabeza. Unos caseros estúpidos y arrogantes nos esperaban allí para hacernos partir sin demora a otra casa donde tuvieramos más libertad. Atrás dejaba la mitad de mi vida en Canadá y un montón de recuerdos con Mario y Luigi (ninguno de los cuales se encuentra en el país ya) Un momento melancólico ideal para abrir las puertas al ídolo del momento para los gafapastas: Regina Spektor, artista ruso-estadounidense con nombre de enemigo de James Bond. Su voz aterciopelada no dejó de sonar mientras empacaba mis pertenencias y dejaba un regalito "especial" al dueño de la casa.
Aún queda una canción, la que defina mi partida. Supongo que después de haber destrozado todos mis récords personales, de haber hecho cosas que pensé que nunca haría, que antes consideraba locuras, lo más apropiado es que la última canción sea del artista que amenizó mi último gran viaje a Quebec City.
Dedicado a todos los valencianos, de ayer, hoy y siempre (y a los asiduos de El Templo)