Antes de detallar lo que aconteció en mi reciente viaje, no puedo dejar de comentar un asunto que llamó mi atención en el sorprendentemente confortable asiento del tren que cogí para volver a casa. En él, algúna atractiva azafata habia colocado amorosamente la típica revista de viajes, para aliviar el aburrimiento producido por el mismo.
Faltaban unos minutos para que la locomotora comenzara a andar, así que decidí darle una oportunidad a la publicación. Uno no espera encontrar entre sus páginas un premio planeta o un Pulitzer, pero el topicazo en forma de relato de la página 72 superó cualquier expectativa a la baja que pudiera tener sobre la calidad literaria de la revista.
Un veterano de Vietnam, narra a una ardilla los recuerdos de las atrocidades cometidas en la guerra: destruir aldeas, matar aldeanos... y pese a que él no hizo nada de eso, prefiriendo autodispararse antes que ejecutar dichas ordenes; el simple hecho de haberse encontrado en esa tesitura, destruyó su conciencia, y llevó al sumidero de la desesperación, a su hasta entonces, alegre vida.
A lo largo de las cuatro páginas largas en las que se extiende la historia, nos encontraremos con el típico oficial sanguinario, adicto al olor de la sangre fresca, al omnipresente vagabundo borracho ex-combatiente con problema mentales, la cansina crítica a la intervención imperialista en el sudeste asiático y una colección de errores sobre la vida castrense (los soldados de infanteria no limpiaban, limpian, ni limpiaran aviones jamás)
No es por criticar al autor, pero para documentarse más parece que se haya pasado una tarde de sábado viendo La chaqueta metálica, Nacido el 4 de Julio, la psicodélica Apocalypse Now y similares, que investigando lo que fue aquello en realidad.
Más que el recurrente argumento del genocidio vietnamita, lo que los americanos quisieron hacer fue intentar parar el torrente revolucionario de Vietnam del norte que fluia hacia el sur, amenazando con desestabilizarlo. Quisieron hacerlo con sus manos, las manos mas fuertes del mundo, pero aun asi, como el agua siempre se desliza entre los dedos, el vietcong y el vietminh no sucumbieron al estrangulamiento del ejército USA, al que no le quedó más remedio que atacar las bases de apoyo (aldeas) de los rebeldes.
Como todos sabemos, no sirvió de nada. La unica forma de parar un torrente, es sepultar la fuente de la que mana el agua (en este caso Vietnam del norte y la Unión Sovietica) No se hizo, más allá de inútiles bombardeos y la pantomima de Nixon en el 69 declarando Defcon 1 para todas las fuerzas nucleares americanas. Un farol con el que intentaba mandar el mensaje a la URSS de que dejara de meter sus narices en el conflicto o de lo contrario se enfrentaria a un holocausto atómico; y a Ho Chi Minh, de que estaba tratando con alguien impredecible al que no habia que subestimar.
Pero si por aquel entonces se dudaba de que los americanos sacrificaran Nueva York por Berlin, en caso de confrontacion con los rusos; por un puñado de comedores de arroz cuya mayor riqueza eran las señoritas de compañia del barrio francés de Saigón, no se arriesgarian a perder ni Puerto Rico.
Para ser sinceros, pese a ahondar en lo reiterado de "qué puta es la guerra", el relato está bien escrito y se puede leer, aunque algunos momentos en los que intenta adornarse con chistosas metáforas, emborronen el resultado: un perfecto exponente de que lo importante no es qué se dice, sino como se dice.
Pd: Hablando de vietnam y asiáticos: que levante la mano aquel al que la última escena de Rambo IV no le haya recordado a Hot Shots 2
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