Vuelta a la vida, vuelta a la rutina. Enterrados en la arena fina de la playa, o bajo las piedras de la Malagueta, donde van los faquires a veranear, se encuentran bañadores, bikinis, operaciones antigrasa, condones fugaces, amores imposibles, las paletas que nadie hizo tragar a los niños y largas horas de ocio banal.
Ya veo corriendo a Pancho tras el coche de una Noruega a la que, según la versión que contará a la policía más tarde, confundió con su amiga pintora, que a estas alturas del metraje habrá sustituido la melena dorada por la plateada, o por la platinum para los amantes de las grannys. Todo esto para anunciar que ya acabó el verano, de nuestro descontento, resurgimiento, empoderamiento o hundimiento, según el barrio, pues ni siquiera en el Titanic todos corrieron la misma suerte y mira que había poco sitio a donde correr.
Sí, ya imagino que no os habíais dado cuenta de la consumación del acto. El Corte Inglés parece haber abandonado el limes del cambio estacional y ahora cualquier bárbaro, como el presente, puede proclamar que ya es navidad es mi casa, y ya estoy comiendo mantecado, por muy metafórico que este sea (a decir verdad, ahora mismo no, porque yo para eso soy un profesional y le dedico plena atención).
Alguien me dijo una vez... bueno, no me lo dijo, se lo vi tatuado a una pelirroja en la nalga izquierda, junto al rostro sonriente de Popeye, que el éxito de un blog está en las listas. No estuve de acuerdo en aquel momento, o quizás Popeye me guiñó un ojo y olvidé hasta mi nombre, no lo recuerdo, pero el caso es que no me apliqué el cuento. Además, siempre quise que este blog tuviera un perfil contracultural y fuera único, por eso nunca hablé del pezón de Sabrina Salerno, ni de los bocadillos de Nocilla que debiera haber ingerido en los lejanos 80, frente a un televisor que vomitaba sobre mi las aventuras de Espinete. No, en mi casa se comía chóped. CHÓPED. La crema de cacao era considerada como una droga fatal para el desarrollo intelectual del infante medio, algo propio de burgueses y débiles de espíritu. Aún recuerdo cómo cortaba las lonchas de chóped en finas rodajas al son del himno de la Unión Soviética... Luego si alguna se pregunta por qué tengo tanto pelo en el pecho, que sepa que es por eso y no por un lejano parentesco con el hombre lobo.
Bien, tras la que quizá sea la introducción más absurda e innecesaria jamás escrita en un post, vengo a presentar "Cómo perder el tiempo en Internet", posiblemente el blog de listas más innecesario que se pueda encontrar en la red, sin desmerecer al 20 minutos.
La idea surgió, como todos los grandes inventos de la humanidad, de la imperiosa necesidad de follar, y obtuvo el mismo resultado, pero al menos me permite conocer a gente nueva y practicar el movimiento horizontal del brazo. No esperéis nada más elaborado que una bola de arroz, aunque si cierta frecuencia de actualización, no como este blog, que está más abandonado que Joaquín Almunia en una convención de dietistas.
¿Por qué en Medium? porque no lo usa ni el gato y yo siempre he querido significarme. Por ello, me dije: "¿Un solo blog en Medium? Eso es de cobardes". Y abrí otro a continuación, con una frecuencia de actualización algo menor, sí, pero abierto a todo el que quiera participar, que será nadie porque mis únicos lectores son una cobaya, Mi Álter Ego, Tortlon, de cuyo costillar fui arrancado el mismo día de la Creación por las manos del mitológico Steve Ditko y una lectora que me pone mucho y cuyo nombre dejaré en el anonimato para que todas penséis que sois vosotras (aunque me refiero a ti, claro); y obviamente, no están para perder el tiempo en estas tonterías. ¿De qué va el blog? Mira, qué pereza. Me voy a merendar. Os dejo la dirección y ya: Tiempos Misteriosos.
Por supuesto, mucho menos hablaré de mi Ask, donde comencé a hablar solo, para a continuación insultar al Commodore 64 que maneja la web y terminar respondiendo lo que me da la gana. Si al final todo esto lo hago por el pagerank de Google, que me trata peor que a una amante avejentada cuya experiencia no puede suplir la frescura de la juventud.
Ya veo corriendo a Pancho tras el coche de una Noruega a la que, según la versión que contará a la policía más tarde, confundió con su amiga pintora, que a estas alturas del metraje habrá sustituido la melena dorada por la plateada, o por la platinum para los amantes de las grannys. Todo esto para anunciar que ya acabó el verano, de nuestro descontento, resurgimiento, empoderamiento o hundimiento, según el barrio, pues ni siquiera en el Titanic todos corrieron la misma suerte y mira que había poco sitio a donde correr.
Sí, ya imagino que no os habíais dado cuenta de la consumación del acto. El Corte Inglés parece haber abandonado el limes del cambio estacional y ahora cualquier bárbaro, como el presente, puede proclamar que ya es navidad es mi casa, y ya estoy comiendo mantecado, por muy metafórico que este sea (a decir verdad, ahora mismo no, porque yo para eso soy un profesional y le dedico plena atención).
Alguien me dijo una vez... bueno, no me lo dijo, se lo vi tatuado a una pelirroja en la nalga izquierda, junto al rostro sonriente de Popeye, que el éxito de un blog está en las listas. No estuve de acuerdo en aquel momento, o quizás Popeye me guiñó un ojo y olvidé hasta mi nombre, no lo recuerdo, pero el caso es que no me apliqué el cuento. Además, siempre quise que este blog tuviera un perfil contracultural y fuera único, por eso nunca hablé del pezón de Sabrina Salerno, ni de los bocadillos de Nocilla que debiera haber ingerido en los lejanos 80, frente a un televisor que vomitaba sobre mi las aventuras de Espinete. No, en mi casa se comía chóped. CHÓPED. La crema de cacao era considerada como una droga fatal para el desarrollo intelectual del infante medio, algo propio de burgueses y débiles de espíritu. Aún recuerdo cómo cortaba las lonchas de chóped en finas rodajas al son del himno de la Unión Soviética... Luego si alguna se pregunta por qué tengo tanto pelo en el pecho, que sepa que es por eso y no por un lejano parentesco con el hombre lobo.
Bien, tras la que quizá sea la introducción más absurda e innecesaria jamás escrita en un post, vengo a presentar "Cómo perder el tiempo en Internet", posiblemente el blog de listas más innecesario que se pueda encontrar en la red, sin desmerecer al 20 minutos.
La idea surgió, como todos los grandes inventos de la humanidad, de la imperiosa necesidad de follar, y obtuvo el mismo resultado, pero al menos me permite conocer a gente nueva y practicar el movimiento horizontal del brazo. No esperéis nada más elaborado que una bola de arroz, aunque si cierta frecuencia de actualización, no como este blog, que está más abandonado que Joaquín Almunia en una convención de dietistas.
¿Por qué en Medium? porque no lo usa ni el gato y yo siempre he querido significarme. Por ello, me dije: "¿Un solo blog en Medium? Eso es de cobardes". Y abrí otro a continuación, con una frecuencia de actualización algo menor, sí, pero abierto a todo el que quiera participar, que será nadie porque mis únicos lectores son una cobaya, Mi Álter Ego, Tortlon, de cuyo costillar fui arrancado el mismo día de la Creación por las manos del mitológico Steve Ditko y una lectora que me pone mucho y cuyo nombre dejaré en el anonimato para que todas penséis que sois vosotras (aunque me refiero a ti, claro); y obviamente, no están para perder el tiempo en estas tonterías. ¿De qué va el blog? Mira, qué pereza. Me voy a merendar. Os dejo la dirección y ya: Tiempos Misteriosos.
Por supuesto, mucho menos hablaré de mi Ask, donde comencé a hablar solo, para a continuación insultar al Commodore 64 que maneja la web y terminar respondiendo lo que me da la gana. Si al final todo esto lo hago por el pagerank de Google, que me trata peor que a una amante avejentada cuya experiencia no puede suplir la frescura de la juventud.
Esta canción me gusta. Por eso la pongo, no os vayáis a pensar. El videoclip no lo he visto. Ya me decís qué tal el minuto 2:17.