El cocodrilo solitario

Hace apenas unas semanas, los vecinos de la localidad de Mijas, en la frontera nororiental del país, suspiraban aliviados. El cuerpo de Juancho había aparecido sin vida en una charca. Al fin podían descansar.

La historia comenzó el pasado mes de noviembre, cuando un mijeño, de iniciales A.B., dijo haber avistado una especie de lagarto enorme corriendo entre los arbustos del campo adyacente a su vivienda. En un principio las autoridades no dieron importancia a dicho testimonio por el historial conflictivo del testigo, que hasta el momento juraba haber visto al Papa Inocencio XII, un unicornio, el santo grial y al concejal de urbanismo recibiendo un maletín con dinero en una gasolinera.

Sin embargo, en días posteriores a este avistamiento, los relatos de un aterrador reptil similar a un cocodrilo paseándose por los terrenos de la localidad comenzaron a amontonarse en las oficinas de la policía local, que de inmediato abrió una investigación para aclarar los hechos.

En las inmediaciones de la casa de A.B. se encontraron imprimidas en el barro las extrañas huellas de un animal poco usual por aquellos lares. La policía científica sacó un molde de escayola de las pisadas y las envió a Madrid, donde un equipo de expertos determinó que pertenecía a un cocodrilo del Nilo adolescente. Esto se vio confirmado por una fotografía tomada del animal por la turista inglesa Evelyn Barrows (68 a.) que se topó con la bestia mientras paseaba junto a la laguna de Los Pavos.

"Me encontraba disfrutando de la brisa después de un día jugando a la brisca cuando de pronto sentí cómo se movían bruscamente unos matojos a mi izquierda. Me acerqué lentamente debido a la artrosis y de pronto, ese cocodrilo salió disparado hacia mi. Lo esquivé como pude y antes de que se marchara le hice una foto para que las chicas del bingo lo vieran", declaró la jubilada a este periódico. Puede ver la foto que hizo a la derecha de esta columna.

Por orden del Ministerio del Interior se inició una campaña de caza a la bestia, movilizando a todos los empleados públicos, que encrespó los ánimos de los ciudadanos, que ante esta medida, sobredimensionaron la amenaza. Pronto surgieron todo tipo de historias, leyendas urbanas y chascarrillos relacionados con el tema. En Mijas Costa, la familia Heredia, que juraba que el cocodrilo había salido del WC, había echado un vistazo a su alrededor y se había vuelto a sumergir en el laberinto de tuberías, reclamaba al consistorio local una nueva vivienda con un váter blindado anti-intrusiones, ya que, según palabras del cabeza de familia: "Yo en la tapa no me siento así me revienten las tripas".

En Las Lagunas, un vecino, imbuido por el espíritu del héroe australiano, se caracterizó de Cocodrilo Dundee y se echó al monte en busca del animal, equipado únicamente con un cuchillo, imitación del que usaba Rambo, ganado en la feria y mucha sangre fría. La Guardia Civil tuvo que rescatarle del fondo de una garganta tras tres días desaparecido. Tras el susto pudo tomarse un "Croco on the rocks", la bebida de moda en los locales de la ciudad y con la que los hosteleros pretendían relanzar sus renqueantes negocios.

Para tratar de calmar los ánimos, el zoo de Mijas organizó el concurso "Llama al Coco", en el que todos los ciudadanos podían sugerir un nombre con el que bautizar al reptil y hacerlo así más cercano y menos amenazante.

El concurso tuvo una gran aceptación y entre los finalistas quedaron nombres como: Esperanza, Mandíbulitas, Popeye y Exnovia; alzándose con la victoria, el más que famoso "Juancho", nombre que compartía con el alcalde.

El pasar de las semanas y la ausencia de avistamientos reales del animal, enfrió el asunto hasta que siete meses después de cacería implacable fue encontrado el cuerpo sin vida de un cocodrilo de 2 metros de largo, en la orilla de una charca sin nombre junto a la ladera de la sierra. La autopsia reveló que Juancho contaba con cinco años de edad y por el análisis de su estomago se supo que la muerte había sido causada por algo que había ingerido y le había sentado mal, como sugería el hallazgo de un kilo de regaliz negro incorrupto en su intestino delgado.

La calma absoluta volvió a Mijas y todo quedó en una anécdota que contar a los nietos y una vivienda de protección oficial ocupada. Sin embargo, había una persona que no se encontraba satisfecha con la versión oficial del caso. Sintáctico Martinez (51 a.) se encontraba repasando las fotos que el Seprona había hecho al cocodrilo muerto en el lugar donde fue encontrado, cuando se percató de que el cráneo del animal se encontraba anormalmente hundido, como si algo lo hubiera aplastado de un golpe. Movido por una curiosidad inexplicable, solicitó al ayuntamiento una copia de la autopsia de Juancho, y cuando se negaron a proporcionársela, supo que algo raro estaba pasando.

Los días siguientes se entrevistó con todos los que habían estado relacionados con el descubrimiento y prendimiento del lagarto, sin ningún éxito. Todo se volvió claro para él durante una de sus visitas rutinarias al zoo, cuando al ir a comprarse un paquete de pipas, reparó en uno de los paquetes de regaliz negro que se venden al público en el pequeño puesto junto a la jaula de las serpientes. Una bombilla se encendió sobre su cabeza y comenzó a conformar una teoría que tomó forma completa cuando recibió de forma anónima en el buzón de su casa el informe sobre las huellas del cocodrilo capturado y las encontradas cerca de la casa de A.B. Sorprendentemente, no coincidían.

Del análisis de estos hechos, Sintáctico, al que muchos consideran "un loco y un putero" cree que existe la conspiración de "El cocodrilo solitario" según la cual, el alcalde, para tranquilizar a sus electores hizo pasar por el cocodrilo fugitivo a un ejemplar de los que se mostraban en el zoo, por lo cual el verdadero Juancho permanece libre en algún lugar de la comarca, sin nadie que le busque, creciendo sin parar "hasta que un día se haga lo suficientemente grande como para comerse un niño", predice sombrío antes de despedirse de nosotros y volver a su estudio desde donde da a conocer a quien esté interesado toda la información

Cierto o no, cuando pasee por el bosque, no se confíe, cuando se esté dando un baño en el pantano, manténgase alerta y sobre todo, cuando vaya a ir al baño, mire antes, porque nunca se sabe quién le va a devolver la mirada desde lo más profundo del váter.
 
Lugareños posando con el cocodrilo capturado / Jon Gurrutikoexea (Fotografrías Loli)
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Aquí hay mandanga de la buena

El otro día me encontré con mi vecina Conchita en la plaza alrededor de la cual se vertebra mi barrio. Este es un hecho común que se suele dar con frecuencia pues ella es de horarios fijos  y cuando quiero alegrarme la vista para enderezar un mal día, modifico los míos para propiciar el encuentro. Sin embargo en esta ocasión hubo un componente de novedad, más allá del intercambio de saludos, el disfrute de sus pechos y de su prieta retaguardia: a pocos pasos tras ella, trotaba "su Fausti", tal cual me lo presentó.

Lo primero que hice fue mirarlo en toda su extensión. Como mandaba la moda importada de los Estados Unidos imitada primero por las señoras solitarias y adineradas de la capital y más tarde por el vulgo, vestía un conjunto de dos piezas de tweed, tan inapropiado como hortera.

- Saluda a Moriarty, cariñito - le apremió mi vecina, a lo cual Fausti respondió presto levantando ligeramente una de sus extremidades.

Continué fijándome en él mientras giraba inquieto sobre si mismo buscando cualquier cosa que pudiera amenazar a su ama; y fue raro porque el busto de Conchita es de esos en los que centras la vista en él y ya no puedes apartar la mirada hasta que una merecida reprimenda o una bofetada te expulsan de ese nirvana visual.

- Le encontré hace una semana en la calle de mi madre - comenzó a contarme - Había caído un gran chaparrón y le vi en la acera, solo y mojado, al pobre. Total, que me dio pena y me lo llevé a casa. Ahora que llega el frío me viene muy bien por las noches, se tumba conmigo en la cama y no necesito calefacción.

Se echó a reír y Fausti, que se había mantenido al margen mientras conversábamos, fingiendo estar interesado en una mariposa que revoloteaba por los alrededores, se acercó a ella en busca de cariño.

- ¿No es mono mi cosita peluda? - preguntó Conchita sin esperar respuesta mientras le acariciaba tras las orejas.

No era la primera vez que me describía una historia parecida. Al final siempre terminaba dejándoles en una gasolinera, en el centro comercial o cediéndolos a una caritativa amiga para que se ocupara de ellos.

En el barrio todo el mundo sabía que Conchita jamás sentaría la cabeza con ninguno de esos chavales que la obnubilaban con su encanto personal y sus abdominales marcados, hasta que no superara la ruptura con el que fue su gran amor, y dejara su afición al sadomaso.

Me abstuve de decírselo. Me deleité con su escote unos segundos y continué mi camino.

Desde la ventana de la cocina de Conchita, su gato contemplaba la escena, sabedor de que el único rey de esa casa seguiría siendo él.


* Lo del título forma parte de un experimento sociológico para ver cómo de interesada está la gente en que le den mandanga de la buena. Solo recordaros que mi correo está por aquí, en alguna parte. Y si no, mirad en mi perfil.
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