El cataclismo económico en el que se halla sumido el mundo civilizado está propiciando la muerte largamente pospuesta de varios de los pilares de la civilización occidental: la prensa escrita, la libertad de expresión (no confundir con la prensa escrita), la publicidad, el fútbol moderno, la industria discográfica, el cine (que comienza a tambalearse), la libertad, y algo aún más importante: el porno.
Se puede decir que los motores que impulsan la creación de nuevas tecnologías de consumo humano son dos: la guerra y el porno. El cine para adultos fue juez, jurado y verdugo en la lucha VHS-BETA, impulsó la televisión por cable y por satélite, el comercio electrónico en Internet e hizo felices a millones de seres humanos, sin embargo, la industria que saca beneficio a la capacidad de las mujeres de fingir un orgasmo, parece estar herida de muerte.
Parece que la era de las grandes producciones, de los estudios famosos y de las estrellas codiciadas llega a su final. Y quien clave la daga que atraviese su corazón deteniéndolo para que no lata más, no será la piratería o la distribución gratuita de sus títulos en Internet, sino las miles de parejas que sin pudor alguno suben a la red sus fechorías sexuales para gozo de la nación pajillera, ávida del morbo de lo cercano.
Algunos pensarán que ambos modelos pueden coexistir. Yo mismo pertenecía a ese grupo de románticos que no haría ascos a agarrar con una mano el seno generoso de Lisa Ann y con la otra, el de la vecina del quinto, pero tras ver el documental "Vente a Las Vegas nena", un retrato de la famosa porno-star Rebeca Linares, mi opinión se vio trastocada con gran pesar.
Durante algo menos de una hora, somos testigos de un documental que se inspira en los biopics americanos, en el que se nos muestra a una Rebeca ambiciosa que busca un premio de los Oscar del porno para conseguir un reconocimiento que ya tiene por parte de millones de seguidores que disfrutan con sus movimientos de cadera; pero lo sorprendente no es que la actriz española se tome el cine x como algo serio. El shock traumático nos llega cuando desvela sus planes para bailar en una barra en uno de los muchos clubes nocturnos de California.
Según la biografía de Jenna Jameson: "Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno" el camino natural de una mujer que quisiera dedicarse al entretenimiento para adultos, era dejarse las rodillas en la barra, pasar luego a la fotografía erótica y de ahí al mete saca monetario. El hecho de que una estrella reconocida del porno como Rebeca Linares, se vea forzada a bailar en uno de esos garitos, es una involución que hace pensar en lo peor, en el momento en que muera el porno profesional, entre los silbidos de un grupo de borrachos de un lap dance.
Se puede decir que los motores que impulsan la creación de nuevas tecnologías de consumo humano son dos: la guerra y el porno. El cine para adultos fue juez, jurado y verdugo en la lucha VHS-BETA, impulsó la televisión por cable y por satélite, el comercio electrónico en Internet e hizo felices a millones de seres humanos, sin embargo, la industria que saca beneficio a la capacidad de las mujeres de fingir un orgasmo, parece estar herida de muerte.
Parece que la era de las grandes producciones, de los estudios famosos y de las estrellas codiciadas llega a su final. Y quien clave la daga que atraviese su corazón deteniéndolo para que no lata más, no será la piratería o la distribución gratuita de sus títulos en Internet, sino las miles de parejas que sin pudor alguno suben a la red sus fechorías sexuales para gozo de la nación pajillera, ávida del morbo de lo cercano.
Algunos pensarán que ambos modelos pueden coexistir. Yo mismo pertenecía a ese grupo de románticos que no haría ascos a agarrar con una mano el seno generoso de Lisa Ann y con la otra, el de la vecina del quinto, pero tras ver el documental "Vente a Las Vegas nena", un retrato de la famosa porno-star Rebeca Linares, mi opinión se vio trastocada con gran pesar.
Durante algo menos de una hora, somos testigos de un documental que se inspira en los biopics americanos, en el que se nos muestra a una Rebeca ambiciosa que busca un premio de los Oscar del porno para conseguir un reconocimiento que ya tiene por parte de millones de seguidores que disfrutan con sus movimientos de cadera; pero lo sorprendente no es que la actriz española se tome el cine x como algo serio. El shock traumático nos llega cuando desvela sus planes para bailar en una barra en uno de los muchos clubes nocturnos de California.
Según la biografía de Jenna Jameson: "Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno" el camino natural de una mujer que quisiera dedicarse al entretenimiento para adultos, era dejarse las rodillas en la barra, pasar luego a la fotografía erótica y de ahí al mete saca monetario. El hecho de que una estrella reconocida del porno como Rebeca Linares, se vea forzada a bailar en uno de esos garitos, es una involución que hace pensar en lo peor, en el momento en que muera el porno profesional, entre los silbidos de un grupo de borrachos de un lap dance.