Instagram

Recientemente he abierto una cuenta en Instagram. En realidad, ya la tenía desde hacía meses pero decidí darle un nuevo enfoque y... en fin, no os voy a contar aquí mi vida. Sin embargo, tras varios días de actividad en dicha red social, he llegado a varias conclusiones que si que vais a tener que leer porque algo tengo que escribir. También os podríais haber ofendido por estas palabras y decidir no leerlo, pero, ¿y si es todo una trampa y en realidad hablo de las famosas con las que me he enrollado? Veamos...

. La gente pasa como el culo de Instagram los fines de semana. Perdonad el lenguaje florido pero acabo de ver el cuarto episodio de la séptima temporada de Juego de Tronos y me he venido arriba. Es un caso curioso, algo que se supone diseñado para rellenar nuestros momentos de asueto es usado en horario de oficina. En Twitter pasa lo mismo, y en Facebook. "Es que yo lo uso para buscar información para el trabajo y por eso los fines de semana no entro", dirá alguno. Los cojones. Cualquier excusa es buena para no trabajar. Eso con los blogs no pasa porque... están muertos.

. Nadie lee los textos que acompañan a las fotos. Lo único válido son los hashtags con los que hacer más visibles nuestras fotografías. La palabra ha muerto como medio de expresión. ¡Larga vida a la foto del desayuno! En una foto puse que me gusta la pizza con piña y la tortilla sin cebolla y aún así recibí varios likes. Claro que puede que la broma esté más quemada que una caja fuerte que albergue los papeles de la Gurtel. Además la foto era de un plato de croquetas. Este experimento no me lo aceptarían en la Royal Society, desde luego.

. Hablando de favs, likes o como demonios se llame la muestra de aceptación de las aportaciones por parte de la comunidad. Son tan adictivos como la comida china, y casi diría que más. En cuanto recibes un par, algo se activa en el núcleo del placer del cerebelo y quieres más y más. Hasta que una tarde te descubres refrescando la pantalla de interacciones cada segundo y llamando hijos de puta a todos aquellos que no saben apreciar tu arte. Desconozco si en otras redes sociales el sentimiento es el mismo porque nunca se ha dado la circunstancia de que a más de dos personas les haya impresionado tanto algo que haya dicho o hecho como para demostrarlo con un complejo click de su ratón o un esforzado tap de su dedo.

. Otra cosa que he percibido es que hay muchas tetas, de las artísticas, sin pezones, porque en Instagram son unos mojigatos y piensan que sin pezón no hay teta y sin raja no hay culo. Eliges a una joven IT girl y ahí lo tienes, curvas peligrosas en su máximo esplendor. Ojo que no me quejo, más bien al contrario. Ya era hora de que se normalizara esa parte del cuerpo humano. Eso sí, las pajas me las sigo haciendo igual.

. No te deseo ningún mal pero ojalá en tu grupo de amigos tengas un fan de las Stories. Una de las razones por las que me alegra no tener amigos a los que pueda ver con asiduidad es que no tengo que soportar que alguno de ellos se dedique a grabar todo lo que acontezca en nuestras reuniones. Como no nos solemos ver en persona por un espacio de meses o incluso años, cuando nos juntamos a ninguno se le ocurre sacar el móvil siquiera. Es motivo de anulación de amistad instantánea. Por cierto que una vez le toqué con el codo sin querer el culo a la señora que hacía de la mujer del Fary en Menudo es mi padre. No fue una relación sexual, qué duda cabe, pero yo disfruté mucho. Tengo el codo muy sensible.

Con todo, el nivel de adicción de estos fans  no llegará jamás a los niveles de...

. La gente que vive para subirlo todo a Instagram. Los reyes del postureo, el equivalente humano a una cáscara de nuez vacía. Un muñeco de esos que prueban los airbags de los coches vive más que estas personas que han hecho de la cámara, o el móvil, una extensión de su brazo. Son los primeros humanoides biónicos. Interpretan la realidad a través de la lente fotográfica, la cual les sirve de nexo social con otros miembros de su subespecie. Creo que se aparean frotando los palos de selfie. Por suerte son estériles y en una generación la tontería se quitará. Hasta entonces habrá que aguantarles haciendo fotos de las cosas más insospechadas: la risa de un abejorro, el miedo de una servilleta o un pezón pero sin teta.

. Esto no tiene mucho que ver con el tema, pero mientras procrastinaba antes de corregir el post, para lo que ha servido..., acabo de descubrir que las vaginas se pueden deprimir. Hay que ver el cuerpo humano... En cualquier caso, ¿qué decimos sobre eso en esta casa? Not today.
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