El enigma de San Valentín

Cuando me incorporé al paseo marítimo no podía dar crédito a lo que veían mis ojos: una señora combinaba falda y escote coronando el atrevido conjunto, además, con unas plataformas de color azul eléctrico. Pero había algo que captó aún más mi asombro que aquel atentado contra la moda que zigzagueaba entre las palmeras ebria de poder tras haber acabado con la tiranía estilística que había coartado su dilatada existencia, embutiéndola en remilgados vestidos de tul y faldas de tubo que dejaban poca capacidad de maniobra: la amplía avenida peatonal estaba tomada por decenas, centenas, si no miles, de parejas de, presuntamente, enamorados cogidos de la mano unos, los recién llegados al motel pasión, y separados por una distancia prudencial otros, aquellos que ya conocen por su nombre de pila al recepcionista y pasan las noches intentando esculpir una melodía romántica del zumbido metálico de la máquina de hielo del pasillo.

Años viviendo en este pueblo y paseando por aquel paseo y jamás había visto semejante despliegue de amor, postureo de pareja que dirían en Twitter si es que alguien sigue conectándose aún a ese sitio, motivado imagino por la celebración de San Valentín, un tío que va en pañales y jodiendo a la gente como si de un primer ministro italiano cualquiera se tratara. También se estrenaba aquello de las 50 sombras, pero el cine estaba en la otra dirección, precisamente hacia donde yo me dirigía.

Entonces me dije: parejas que solo pasean en San Valentín. ¿Por qué? Quise preguntarle a una con la que me crucé cerca de la peseta masona, pero la sonrisa inocente de él me dio la respuesta al instante sin necesidad de intercambiar palabra: para follar. De hecho, es la respuesta para cualquier pregunta que se le haga a un hombre, pero sobre eso ya se ha escrito.

La mirada de ella, por contra, descartaba cualquier posibilidad de éxito en dicha empresa. Miraba absorta al horizonte. La mirada Enrique de Vicente, la llamo yo. Cuando una mujer mira así no ve nada de lo que hay frente a sus ojos, sino más allá de las olas, de los nubarrones, del tiempo y del espacio: directo a su interior. Quizá le había propuesto salir para despejar sus ideas y atreverse a decirle que hace un par de meses que conoció a otra persona, que al principio se había tratado de un simple contacto, amigo de una amiga, que luego se eliminó a esa amiga de la ecuación y de contacto pasó a amigo y de amigo a amante y de amante a amado; y que a medida que esa transformación sucedía ante sus ojos, él, que no se había dado cuenta de nada, había sufrido una metamorfosis inversa y de todo pasó en un instante a contacto y como el pesado de Twitter que te pide que le enseñes las tetas, tarde o temprano termina por borrarse y si se pone muy pesado se le bloquea y qué peor momento que en una fría tarde San Valentín en la que todo el mundo se quiere, que mejor momento para quererse un poco a uno mismo, y al otro, y dejar que este salga del capullo y vuele o se arrastre en busca de alguien que le haga feliz, pues ella ya no puede...

¡Mari Loli, yo te quería!. ¿Por qué me dejaste por ese funcionario gris?...

Sigamos.

Más adelante me crucé con otra pareja, él parecía contento de descubrir las bondades de dar más de cuatro pasos seguidos. Sus ojos seguían la trayectoria de sus pies: pie derecho, pie izquierdo, pie derecho, pie derecho, y daba un salto, se reía tímidamente y vuelta a empezar. Su mujer hablaba por teléfono, con los del manicomio local o con una amiga o con su amante jardinero, no creo que se hubiera dado cuenta pie izquierdo, pie izquierdo, pie izquierdo... Sí, posiblemente estuviera hablando con los loqueros.

Otro señor poco dado a pasear yacía tumbado junto a un banco luchando por su vida y por salvar su  montañosa panza de los espasmos que la tenían sumida en una frenética montaña rusa, subiendo y bajando mientras su mujer trataba de abanicarle con un ejemplar antiguo del ABC. Que, ahora que lo pienso, igual quería matarlo. En cualquier caso me pregunto cómo tenía pensado ese señor para tener relaciones aquella noche. Quizás es de los que se tumba y deja que todo lo haga ella. Que no lo critico porque yo soy el primero que lo hago. Coño, es que es una posición muy cómoda y cuando la relación se está yendo a pique, ¿para qué te vas a esforzar más? Dicen, eso sí, que es una de las posturas más peligrosas por la posibilidad de que el miembro viril se tronche en un arrebato efusivo o un golpe de cadera con demasiado recorrido, aunque por el brío, escaso, con el que blandía el periódico, dudo que la pobre mujer pudiera quebrar siquiera una frágil rama.

Ya tocaba abandonar el paseo y seguía sin respuesta.  Quizás para follar no, porque los ejemplares con los que me había cruzado de seguro no lo harían, pero puede que por el deseo o más bien la esperanza de hacerlo. Esperanza que comparten todos, casados y solteros, como si de un partido de fútbol de barrio se tratara. Porque aquí, amigos, no folla nadie.
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4 comentarios:

  1. Pues yo no hice nada así que ya se puede decir que hice algo más original por San Valentín. Jajajaja. Besotes!!!

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    1. Jajajaj espero que lo pasaras muy bien. Yo hice de pinchadiscos para mis vecinos. Decidieron montarse una "fiesta" a horas tempranas y me pareció mal que esos gemidos se perdieran en el silencio de mi habitación, así que los amenicé con Spandau Ballet. A ver si cuando les vea me dan propina aunque sea.
      Besos!!!

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  2. Lo de la mirada Enrique de Vicente me lo quedo. Que lo sepas.

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