El ganador de Internet: Señora Doubtfire

Anoche encontraron muerto en su casa al actor Robin Williams. Según la policía del condado de Marin, la causa de la muerte más probable es el suicidio por asfixia, lo que me lleva a pensar que o bien se lo encontraron colgando como un chorizo de cantimpalo o envuelta la cabeza en una bolsa de plástico como una vulgar lechuga del Mercadona. De no ser así no se entiende la audacia por sugerir las causas de la muerte sin autopsia de por medio.

Durante los primeros momentos tras conocerse la tragedia a través de Twitter, se dudó de que la noticia fuera cierta. A fin de cuentas en la red social del pájaro azul se ha dado por muerto a más famosos que en una fiesta de Charlie Sheen, para posteriormente desmentirlo. Con lo cual me surge la primera reflexión: ¿a quién creer?

La principal ventaja de los medios digitales es también su mayor hándicap: la inmediatez. Los rumores se extienden por Twitter como el fuego en un pajar empapado en gasolina, sin tiempo para verificar nada. Las cuentas de los seguidores sirven de meros altavoces en una alocada carrera por ser el primero en informar de la catástrofe de turno.

Si a esta necesidad por destacar se le une la posibilidad de la usurpación de la identidad de cualquier medio, tenemos episodios como el más reciente de Yahoo News, que anunció el estallido de una epidemia de ébola en Atlanta, donde están siendo tratados de dicha enfermedad un par de doctores. Como esta situación se ha dado ya innumerables veces, con un ataque a la Casa Blanca en la que Obama había resultado herido o un escape radiactivo en la central nuclear israelí de Dimona tras una ataque de cohetes, la gente ya duda de casi todo lo que lee. De hecho anoche, incluso con el comunicado oficial de la oficina del sheriff, había quien no creía el deceso del artista.

Normalmente la gente suele creer lo que le interesa, pero en caso de noticias sin posibilidad de interpretación ideológica, como es el caso de los fallecimientos, tendemos a confiar en unas fuentes antes que a otras, o mejor dicho, a dudar de algunas, bien porque se piensa que tienen un desconocido interés por desinformar o una mala praxis periodística.

El principio de credibilidad es subjetivo. En el caso del suicidio de Williams, no fue hasta que la BBC publicó la noticia, que el rumor pasó a ser certidumbre para un amplio segmento de la población. Todos confían en la BBC, más, al menos, que en La Razón o el blog del Anselmo, que más o menos vienen a ser lo mismo, y aunque en ocasiones esa confianza está justificada, su palabra no es ley. Muchos olvidan el caso Jimmy Saville. Generalmente se suele dar más credibilidad a los medios tradicionales por una mera cuestión económica. La rectificación suele ser cara. En un medio digital siempre se puede culpar a un hacker o a un error informático y retirar cierta información de forma inmediata, sin embargo en un periódico, publicar algo erróneo podría suponer desde la retirada de miles de ejemplares, una denuncia por parte de las partes afectadas y una pérdida de prestigio y de beneficios a medio-largo plazo.

Pero para hablar de ello no tengo muchos ánimos. Así que como siempre, lo que se impone es tener un poco de sentido crítico y de paciencia, porque al pobre Robin le dará igual que nos enteremos de que ha estirado la pata a los cinco minutos o a los 20 años del suceso.

Aproximándonos más al tema humano, creo que nunca antes había leído tantos mensajes de condolencia por la muerte de un famoso. Ocho de diez trending topics mundiales estaban relacionados con él. Da que pensar que alguien que era tan querido y admirado pudiera estar tan triste como para quitarse la vida.

Entiendo perfectamente el suicidio por temas de salud. Espero no tener que entenderlo nunca por otras razones.

Por cierto, nunca he visto El club de los poetas muertos, de sus películas me quedo con El hombre bicentenario, Jumanji y Good Morning Vietnam. No entiendo el coñazo del Oh Capitán, que resulta tirando a patético, la verdad.
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El ganador de Internet: Los 90

El Moreno lo ha vuelto a hacer. Un sábado por la noche y todo el mundo está hablando de él en Twitter, y sin albanokosovares de por medio, donde las juventudes podemistas no dan crédito a lo que ven sus ojos: una gala como las que acostumbraba hacer el antiguo ventrílocuo allá por los 90, del cual su máximo exponente es Noche de fiesta, repleta de viejas glorias de medio pelo cantando en playback, pequeños teatrillos con actores semi amateurs, un cachas rubio eslavo que se resiste a hablar bien español tras varios años aquí y unos presentadores sacados de la caja de juguetes rotos de la televisión nacional.

Si se piensa bien, es bastante lógico que el gobierno, que al final es quien maneja la televisión pública, haya decidido encargar este programa precisamente en este momento. Ante el estado de calamidad de la nación, enfrentada a sus contradicciones, un panorama económico desolador y con todos los estamentos del estado en entredicho, conviene implantar en la mente de los ciudadanos la sensación de que los viejos tiempos van a volver, o acaso están aquí ya, con la tan cacareada recuperación en dios sabe qué sectores. Y para ello, entre otras razones, acuden a una vieja fórmula.

En el mundo de José Luís Moreno, la clase media aún existe. En los sketches que salpimentan las actuaciones musicales, las parejas están formadas por un marido con dinero y una asistenta, española, eso si, y los presentadores, entre ellos la Obregón, tras haber vuelto de su sueño milenario en la pirámide de Kefren, se envuelven en la frivolidad de una guerra de los sexos que se encuentra en pleno armisticio para tratar de añadir algo de frescura a algo que caducó cuando Napoleón era un simple proyecto en los testículos de su padre.

Y aun así, es dificil dejar de mirarlo. Es la fascinación por el horror, como ver a Godzilla rasgando los rascacielos de Tokio, como contemplar la onda expansiva de una explosión nuclear convirtiendo en cenizas una gran ciudad, como pasar una otra vez el vídeo en el que un coche se estampa contra un edificio... porque, al final, todos esperamos que la gala termine con el desfile de lencería. O que salga Jaimito Borromeo, ¡coñe!
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El ganador de Internet: #Latasgate

El escándalo surgía en mi TL, rozando el mediodía, por medio de un RT de una persona a la que sigo. Por lo visto un grupo de tuitstars, es absurdo, lo sé, pero es un término en uso, había publicado unos cuantos tuits con el hashtag #pentatrillones, una unidad de medida absurda sin significado aparente, pero que, según denunció @mejillonsuicida, correspondía a una campaña publicitaria de una conocida marca de bebidas espirituosas de perfil bajo. 
 
En una captura de pantalla se podían leer mensajes de tuiteros más o menos conocidos como @moedetriana, @norcoreano o @gerardotc, entre otros, en el que trataban de meter con calzador, con mayor o menor éxito, la dichosa palabra. Y ya eso de por sí es triste, por mucho que sea la tónica habitual en este medio. Es como ponerse a sacar músculo delante de la chica a la que te quieres ligar o acercarte a ella en la barra y decirle que conoces a Rafa Mora. Da más pena que otra cosa, pero como digo, que tire la primera piedra el que no haya visto tuits así en su TL en los últimos diez minutos.
 
Si a eso le sumamos que el pago por dichos tuits son dos míseros packs de 12 latas de cerveza, obtenemos una reacción furibunda por parte de los seguidores de dichos personajes. Unos se quejaban por el hecho de que se hubieran vendido por tan poco, otros por haberle hecho publicidad a una cerveza tan mala, otros simplemente por haberse vendido, a secas, y algunos cuestionaban la legalidad de pagar un "trabajo" en especie, pero el sentimiento generalizado era de decepción.
 
Más tarde, se dijo que aparte de cerveza se les había ofrecido a dichos tuiteros suculentas sumas de dinero, lo cual tiene más lógica, porque uno no suicida una cuenta con éxito por un puñado de latas. Por un puñado de dólares, la cosa cambia. Con razón o sin ella, la reacción que causarían dichos mensajes era tan previsible como el hundimiento del Titanic tras chocar con el iceberg.
 
Se les acusa, además de venderse, de hacer publicidad encubierta, y si bien lo primero es discutible, lo segundo, no tanto, pues en ningún momento se tiene presente a la marca que representan y de no ser por la denuncia, hubieran quedado en unos tuits chorras, sin más, hasta el momento en que se hubiera visto el anuncio en la tele o algún otro medio. Habría que recordarle a la empresa responsable de la campaña que los tuits patrocinados están para algo.
 
Como decía, el tema de venderse es más peliagudo. ¿Hasta qué punto es creíble la crítica hacia el sistema por parte de algunos de estos tuiteros cuando se convierten en parte del mismo al hacer publicidad de forma sibilina? Estoy seguro de que las reacciones hubieran sido muy distintas de haber completado dichos tuits con una simple aclaración de que se trataba de publicidad. Sin embargo, la forma de participar en la campaña ha hecho que su credibilidad, si se admite la existencia de esta en Internet, se haya visto dañada para futuras promociones pues a partir de ahora la sombra de la sospecha de intereses ocultos planeará sobre todo lo que escriban. O lo haría si no fuera porque la gente tiene memoria de pez y en un par de días estarán riéndose con las mismas tonterías que ayer.
 
Para quien se acabe de caer de un guindo, un gran porcentaje de internautas se vende. Los chavales hacen gameplays con la esperanza de que los responsables de PR de las grandes compañías de videojuegos se fijen en ellos y les surtan con las últimas novedades, totalmente gratis, que posteriormente pondrán por las nubes, por muy malos que sean, en sus respectivos canales para que la rueda siga girando. Las chicas, así mismo, tienen copado el sector de los cosméticos y la ropa y suelen acudir con frecuencia a reuniones organizadas por las grandes marcas, donde les muestran sus productos para que sean grabados y publicitados de forma masiva. Obviamente una persona crítica considerará que no puede confiar ciegamente en la opinión de tal vlogger o gurú de la moda y tratará de reflexionar sobre lo que le intentan vender. Claro que hablamos de personas críticas, animales mitológicos a la altura del Sasquatch o Chanquete.
 
Lo sorprendente en este asunto no es que alguien decida trabajar para una empresa de publicidad y suelte un par de chascarrillos sobre la misma, sino la decepción generalizada hacia estos "creadores de opinión". Esto surge del hecho de haber delegado en determinadas figuras nuestra crítica hacia el mundo. Nos sentimos incapaces de expresar nuestro enfado hacia la sociedad, el gobierno o la tortilla sin cebolla, si no es respaldado por un mesías con legiones de seguidores a sus espaldas que piensan lo mismo que nosotros. Hemos convertido a estas personas en supuestos líderes morales o reivindicativos, cuando no son más que unos tíos sentados detrás de un ordenador mientras comen ganchitos y beben cerveza. Hemos sustituido como referente a la hora de interpretar la realidad, a Hobbes por un tío con el avatar de una cebolla, que cuando no escribe sobre el gobierno lo hace sobre tetas (bueno ese igual soy yo), aunque incluso a Hobbes si le pagabas las putas seguro que te hacía publicidad de tu negocio.
 
Leyendo algunos mensajes de indignación, más bien parecía que me encontraba ante el reproche irritado de un hijo que descubre que el padre fuma hierba y no se había dignado a compartir un canuto con él en todos estos años. Sin embargo, salvo que un juez demuestre lo contrario, no existe relación de parentesco alguna entre seguidores y seguidos. Más de uno debería desalojar su panteón de personas a las que admirar y desde luego a la gente que te encuentras por Internet, los primeros, porque, ¿qué son acaso estos tuiteros sino gente normal que simplemente escribe cuatro líneas en una pantalla para hacer la gracia? Mientras no hagan algo ilegal como mearse en la piscina o vender Fanta limón, que hagan lo que les salga del nabo. 
 
 
Ahora párate un segundo y piensa en lo que has leído. ¿No te parece lo más absurdo que te has echado a la cara en los últimos tiempos? Quiero decir, hay más de 14 guerras en el mundo, inestabilidad en un alto porcentaje de países, la crisis parece no tener fin, nos acercamos a la tercera guerra mundial o a una pandemia mortal según el día, y sin embargo, aquí estamos, hablando de lo que hace fulano en su casa. No tenemos solución.
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El ganador de Internet: 6 de agosto

Nueva sección diaria, aunque la actualizaré cuando me venga en gana, lo que al final resultará en algún post de aquí a 23 meses vista. El objetivo es señalar todo aquel hecho, fotografía, declaración o poema musical de Nacho Cano que haya obtenido una gran repercusión en las redes sociales en el día en cuestión. ¿Por qué, si todos los que estamos aquí reunidos ya sabemos de qué se ha hablado en la red? Pues bien, ¿alguien recuerda qué estaba de actualidad hace seis meses? No, y puede que a nadie le importe, pero guardar un registro más o menos periódico nos servirá para ver, en un futuro, si la flecha de la estupidez avanza pareja a la del tiempo y nos estamos volviendo más gilipollas, como sostengo, o si por el contrario tenemos alguna posibilidad de sobrevivir a nuestros nietos.

El ganador de hoy (de hecho de ayer, pero no tenía ganas de pasar a ordenador lo que escribí) es el misionero español Miguel Pajares, o como es conocido en distintos círculos de la intelectualidad local: Papa Muerte; el cual se contagió con la peligrosa enfermedad del ébola hace unos días en las lejanas tierras de Liberia.

A modo de apunte histórico, a principios del siglo XIX, la Sociedad americana de colonización, algo así como los Panteras negras, pero en blanco, de la época, vinculada al gobierno estadounidense, decidió comprar un pedazo de tierra en África y enviar allí a los esclavos negros libres, para que pudieran volver a sus raíces y honrar a sus antepasados. Pero los esclavos, que eran negros pero no tontos, no se entusiasmaron demasiado con la idea, y la gran mayoría decidió quedarse en los USA. Los que se fueron pronto aprendieron de sus antiguos amos el uso educativo del látigo y se impusieron a la población local en una versión sui generis de El planeta de los simios, dando forma al estado que está tristemente de actualidad en estos días.

Pues bien, allí se fue hace varios años Miguel, en misión evangelizadora, para echar una mano a las pobres gentes de África tropical. Durante mucho tiempo logró esquivar todo tipo de infecciones mortales hasta que el ébola, el virus del momento fue a darle alcance. Ya lo dijo Johnny Cash: You can run on for a long time, sooner or later God´s gonna cut you down. Lo cual, tratándose de un religioso tiene su aquél...

Languidecía en una habitación de un hospital de Monrovia hasta que el gobierno de España, quién saber si tras haber visto Black Hawk Derribado o no queriendo ser menos que los americanos, decidió no dejar a un solo español atrás, o al menos a este porque a otros si que les ha dado bien la patada, y ordenó su repatriación a la península para que sea atendido en un hospital del primer mundo. Y sobre esto no haré chistes porque el personal médico es de lo mejor que hay, aunque los medios no acompañen.

De inmediato se sucedieron las reacciones en Twitter, porque en Facebook... ¿alguien interactúa en Facebook? Unos expresaban el peligro de traer a nuestro territorio una enfermedad tan peligrosa (60% de los infectados, apróx, mueren, aunque hay cepas en las que el porcentaje sube al 90%), otros se quejaban por el gasto innecesario del operativo que deben desplegar para su traslado, incluido reabrir un hospital, e incluso los había que exclamaban al viento que lo del ébola era un asustaviejas de las farmacéuticas, como los cuñados y la peste negra. Sin embargo, hay un aspecto del que no se ha hablado, y es el de la fe.

Este hombre es religioso, pertenece a una estructura supranacional tirando a universal que predica, entre otras cosas, el sacrificio por el bien común, y cuyo "jefe" murió por los pecados del mundo, por el bien de todos. Sin embargo, el escuchar la petición de que le traigan de vuelta para aumentar sus posibilidades de sobrevivir, con 75 años ya, y crear un riesgo innecesario para millones de compatriotas (por muy controlado que esté) hace que te preguntes si acaso su fe se sustentaba en nada y duda de lo que le promete su religión. A cualquier católico le debe hacer dudar que un hombre que se entregó durante tanto tiempo a unos ideales, renuncie a ellos cuando tiene que poner las cartas sobre la mesa.

Y se me hace curioso ver cómo en los momentos de zozobra no solo puede arder la llama de la fe en otra vida mejor, sino también lo contrario, que cuando se ve la muerte de cerca es posible darse cuenta de que más allá no hay nada, que hay que aferrarse a esta vida y luchar por poder estar con quien se quiere, y que en esos momentos en que se te escapa la vida, al final tienes que dejar de lado las creencias y recurrir a lo tangible, porque al final del día, siempre tiene que venir a salvarte la vida un pelotón de médicos.
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