Christina Hendricks

Desde que las legiones de espermatozoides se lanzan al asalto de la Fortaleza Óvulo, la vida es cuestión de suerte. Puede que el universo sea determinista, del mismo modo que yo puedo ser atractivo, pero mientras las chicas con las que me cruce no salten sobre mi dispuestas a todo, pensaré que son sucesos aleatorios los que conforman nuestra existencia.

A Christina Hendricks la suerte la bendijo con múltiples virtudes: simpatía, inteligencia, compasión, hacer buenas croquetas... pero así como la vida puede ser generosa, el azar también puede mostrar su lado más burlón y todo ello quedó eclipsado por los dos balones de Nivea que penden de su pecho y que a la postre han servido para catapultarla a la fama. Sin ir más lejos yo conozco a tan insigne dama sin haber visto un minuto, que digo, ni siquiera un mísero trailer de la serie que protagoniza, protagonizaba o de la que era / es segundona (guiño, guiño). Ya digo que no tengo ni idea del porvenir de Mad Men ("Locos por los pechos" en español) Luego ayudó también a su meteórico despegue el robo por parte de unos malvados y lascivos hackers de unas fotos que guardaba en su smartphone y que pese a la expectación, no mostraban gran cosa.

Es el tamaño de los senos cuestión nada baladí para las féminas, incluso para la más acérrima defensora de la predominancia de la mujer sobre el hombre. Una feminista me estuvo interrogando con fiereza toda una tarde para descubrir mi opinión sobre sus pechos, no quedando conforme con mis irreprochables respuestas pues pese a ellas le seguían pareciendo pequeños. Pero no es el escaso tamaño de los mismos lo que causa siempre desazón. A veces pasarse de volumen puede tener infaustas consecuencias para la no tan afortunada poseedora de una talla 95 o 100. Como las tuvo para Punky Brewster que harta de que la gente se fijara en ella por sus globos aerostáticos antes que por su pasado como niña artista, se sometió a una reducción de pechos que motivó la conversión al lado oscuro de la fuerza a más de un seguidor.

De haber mantenido su volumen torácico ahora tendría la espalda amorfa pero también una fama tan masiva como la que goza la Hendricks.
Y ahora, para que el post no se me quede muy corto y pueda maquetar las fotos bien, que es lo que al fin y al cabo interesa, de regalo un escueto cuento de navidad:

Hace mucho, mucho tiempo, en la austríaca Salzburgo vivía un humilde cerrajero llamado Wolfgam Mises Beethoven. Como su nombre indicaba era pariente de Beethoven, el famoso, hecho que todos los habitantes de Salzburgo le recordaban cuando le veían por la calle.

Al principio aquel reconocimiento le había ayudado a prosperar en el negocio pues todo el mundo quería tener cerca al primo de Beethoven ya que el verdadero pasaba de ellos como del barroco neoclásico. Estaba tan reclamado que llegó a contratar a un par de aprendices que hacían el trabajo mientras él se dedicaba a disfrutar de los beneficios de sus hijastros, pues los tuvo que adoptar pese a estar soltero para que la gente siguiera contratando los servicios de los Beethoven.

Se había convertido en un próspero empresario que, pensaba, sus conciudadanos  le reconocerían, dejando de referirse a él como "El primo de..." Pero no fue así. En la correspondencia seguían escribiendo "A la atención del primo de Beethoven". Lo intentó todo para  hacer valer sus logros y sus buenas acciones: dio dinero para los pobres, financió la reconstrucción de la iglesia de su barrio, salvó a un perro de morir ahogado en una alberca... incluso, al no dar resultado estas artimañas, se hizo con el control del Salzburgo F.C. Pero eso tampoco funcionó.

Un año después de haber tomado las riendas del club y tras haberle sacado del pozo de la división de plata hasta lograr el título de campeón de la liga alemana, escuchó la conversación que mantenían dos aficionados:
- ¿Sabes que me acabo de enterar de quién es el presidente del equipo?
- ¿Quién?
- El primo de Beethoven.
- ¿El famoso?
- Si
- ¡No jodas!

Con una mezcla de rabia y furia y también una pizca de tristeza, se encerró en su despacho durante varios días, hasta que una mañana las puertas de su lugar de reclusión se abrieron de par en par y mandó llamar a su criado. Durante su encierro había estado recordando su infancia junto a su primo. Este, al que el resto de la familia llamaba "El moñas" por sus refinadas aficiones, no había contado entre ellas corretear bajo las faldas de las doncellas de la nobleza, lo cual había generado siempre turbios rumores sobre batutas con vida propia y orquestas que cabían en una cama redonda.

Ahí estaba la clave, algo que le haría superar a su primo: se casaría con una mujer que estuviera potente. Como no tenía tiempo para perder en conquistas, cortejos y sobornos a las monjas, decidió acercarse al burdel más cercano. Tras una conversación con la madame, las trabajadoras se alinearon frente a él.

Estuvo mirándolas largo rato, hasta que la madame se impacientó y decidió intervenir.
- ¿Usted qué quiere hacer con ella exactamente?
- Impresionar a los demás - respondió él.
- Entonces llévese a Ingrid.
La tal Ingrid era una eslava que bien hubiera necesitado de dos carretas para desplazar sus abultados senos por la calle, pero no le hizo falta pues Wolfgam se había cercado en un carruaje descapotable con el que se paseó por toda la ciudad con la cabeza entre los pechos de su reciente adquisición. Mas no supo calcular el esfuerzo que supondría sacarla luego de ellos. Falto de aire intentó librarse de la prisión de carne que le envolvía el cráneo pero no pudo. Murió asfixiado justo al pasar por una concurrida plaza. Dos músicos presenciaron la escena mientras tomaban café en un bar cercano.
- Ese hombre que acaba de morir me suena...
- Por supuesto - replicó el otro - Es el primo de Beethoven.
- ¿El famoso?
- Si
- ¡No jodas!

Era nochebuena.



Susanna Griso pelirroja y tetona. Mañana revienta el contador de visitas
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