Todo lo que siempre quiso saber sobra la EGB y nunca se atrevió a preguntar

Mucho se ha hablado de los hijos de la Logse. Puede que la generación ESO sea una de las más criticadas y vilipendiadas de la historia de este país. Sin embargo no son ellos los que han quebrado bancos, hundido el tejido social, robado dinero a espuertas, llenado el litoral de tumbas de cemento habitadas por fantasmas... Ni siquiera su atribuida incapacidad hará que enfermemos más en un futuro, pues lo médicos por entonces serán rumanos, ni harán que baje el nivel de la enseñanza, pues no habrá dinero más que para pagar a un solo profesor para todo un instituto...

Dicen de ellos además que no se involucran en los asuntos actuales. Esta critica suele venir de las élites intelectuales alejadas del establishment, que se dedican a arreglar el mundo por Twitter, sin ni siquiera mostrar un seno en un #fotoyo furtivo. No tienen pasado, presente ni futuro. Alguien podría acusarlos de ser flojos, vagos y vividores, pero eso lo da el clima y la paella, no haber nacido en una determinada época. Y si acaso de Twitter saliera alguna vez algo más que unos chascarrillos de gracia fugaz, serian a lo sumo carne de cañón de una revisión de la Revolución francesa.

Por si solos los chavales de la ESO no serían tan malos, pero tienen la desgracia de ser comparados con la generación... bueno, la de antes de ellos. La de los bocatas de Nocilla, Alaska antes de ser calva, la que escuchó a Loquillo antes de que se volviera comercial, la de Espinete (King in the North) y toda la pesca. Una generación de oro, un nuevo amanecer para este país que quedó truncado por un cambio en la ley educativa que enterró el conocimiento bajo una montaña de buen rollismo, burocracia y asignaturas María como la Geología, hundiendo así en la sima de la ignorancia el futuro de toda la nación.

¿Verdaderamente la EGB / Bachillerato era mejor que la ESO? Para responder a esta pregunta necesitaba recorrer institutos de todo el país y entrevistarme con alumnos y profesores de ahora y de entonces. Pero ello implicaba demasiado trabajo, así que me limitaré a contar mi experiencia personal. Me centraré en 3º, 4º y 5º de EGB, creo que el llamado ciclo Medio (hablo de oidas, como cuando lo hago sobre sexo)

Por aquel entonces era costumbre que un solo profesor impartiera todas las asignaturas y se encargara de seguir la evolución del alumnado. Yo tuve a bien caer en la clase de Don Minervo, cuyo verdadero nombre ha sido omitido por motivos obvios, un orondo cincuentón que vivía un matrimonio ficticio con la, por aquel entonces, directora del colegio. Ese era el rumor que corría por los pasillos. A tan tierna edad yo no entendía ese concepto y pensaba que se querían de 9 a 14, lo cual por otra parte resultó no estar muy alejado de la realidad.

Libreme dios de llamarle vago, pero el caso es que lo era. Gracias a él descubrí que un niño puede cansarse de leer el Super Mortadelo en clase durante 5 horas, que el suelo del aula tenía 74 baldosas y que las inspecciones educativas brillaban por su ausencia. Legendario es el día que, a mediados de 4º de EGB, vino un inspector a hacernos unas preguntas de cultura general para asegurarse de que allí se estaba impartiendo educación y no un cursillo de vagos y maleantes.

Don Minervo colocó a los que parecían más avispados en los primeros asientos de clase. A mi me dijo que no saliera del armario pero aun así, a través de una rendija, pude ver el improvisado examen oral al que estaban siendo sometidos mis compañeros. Las preguntas de matemáticas eran fáciles. Don Minervo se colocaba tras el inspector, un pobre funcionario de esos que apenas cobraban lo suficiente para comer, y con los dedos de su mano chivaba las respuestas a sus alumnos. Del resto de cuestiones salió como pudo: pintando con su dedo las respuestas en la pizarra, articulando con su boca la capital de tal país, con gestos explicativos como un vulgar mimo y finalmente, cuando no hubo más remedio, justificando el fallo de Peloto (al cual mantengo en el anonimato) por provenir de una familia de zíngaros que le obligaban a trabajar por las tardes privándole con ello de unas vitales horas de estudio. No se que tal le sentó a Peloto que le llamaran gitano sobreexplotado en su cara, y más viniendo del mismo Galdácano, pero el caso es que a la semana siguiente le trasladaron a otro colegio.

¿El por qué de semejante charada? Muy sencillo, durante 3º y 4º, los alumnos de la clase B de aquel colegio no cogimos un lápiz más que para hacer malabares con él o jugar a los dardos con una plancha de corcho que pendía de una de las paredes. Y no es que Don Minervo fuese ferviente partidario de una enseñanza socrática, con largos paseos por el patio y clases maestras bajo un almendro, no, es que dedicaba las horas lectivas a leer el periódico, charlar con nosotros sobre la vida y algo que toda España debe agradecerle, entrenarnos para ser deportistas de élite. Pues ocurria que además de maestro, era entrenador del equipo de fútbol del centro y a Sapientin (gran portero a día de hoy), día si y día también le hacia colocarse bajo el quicio de la puerta y saltar con todas sus fuerzas hasta que lograra tocarlo con su cabeza. Desconozco el objetivo final del ejercicio pero me consta que Sapientin acabo el ciclo medio con unas piernas que ni Roberto Carlos. Ahora extrapolad esto a centenares y miles de colegios de toda España y obtendremos la mejor generación de deportistas de alto nivel de nuestra historia.

Era además nuestro profesor bastante puñetero. Sin lugar a discusión, mi colegio fue uno de los primeros en disfrutar de los beneficios de la multiculturalidad, para luego descubrir que todos los niños sin importar de donde sean se sacan los mocos, se ríen de otros niños y se tiran pedorretas. Entre mis compañeros se contaban refugiados políticos de regímenes comunistas asiáticos y europeos, del fundamentalismo islámico y de la socialdemocracia. Especialmente bochornoso fue aquella ocasión en que simuló el ametrallamiento de la plaza de Tiananmen frente a un chino que venía de Cáceres y que no se enteraba de nada. Un chaval curioso Pu Lin, me perseguía a todas partes como si fuera un pokemon pero nunca supe por qué.

En resumidas cuentas, si mi cerebro no sufrió una regresión a la barbarie fue gracias a los libros de vacaciones Santillana que devoraba durante los veranos siguientes. Muchos os estaréis preguntando por qué no me cambié de clase. Obviamente yo adoraba no hacer nada, rasgo que me ha acompañado durante toda mi vida desde entonces, pero trasladarme hubiera sido salir de Málaga para caer en Malagón (y ninguno de los sitios es muy recomendable)

Y es que la clase A era territorio de "El Caudillo". Con su calva brillante, su bigote hitleriano, sus gafas negras estilo Fabra y sus tirantes, no es que fuera adepto del régimen, es que si Franco en persona hubiera aparecido vestido de sport, le hubiera dado dos bofetadas y le hubiera llamado rojo.
Sobre él corrían multitud de historias que nos llenaban de terror: que si había sacado a un niño por la ventana y le había mantenido sobre el vacío agarrado únicamente por las orejas por el simple hecho de haber estornudado, que si solía tirar borradores, tizas, libros y en general todo aquel elemento arrojadizo que pudiera cargar, que si le robaba el Phoskitos del recreo a los niños (esto lo vi en persona)...

Todos temíamos ir  a parar a su clase cuando nos repartían por el colegio durante las frecuentes ausencias de Don Minervo. Desconozco cómo era la metodología de enseñanza de El Caudillo diariamente, pero cuando alguno de los de la clase B recalábamos en sus dominios, formaba un corro con los pupitres en cuyo centro nos colocaba. Era como estar en medio de Apocalipsis Now siendo nosotros el buey. Se iniciaba entonces un espectáculo dividido en dos partes. La primera, una ronda de chistes. Todos teníamos que contar uno y si no gustaba, eramos menospreciados e insultados con palabras amables, como cuando vas a pedir un aumento a tu jefe. Tras un par de estas rondas empezaba el gran espectáculo a cargo de los alumnos "invitados".

La única aportación de El Caudillo al progreso humano fue el "Mochila-Guitar", que como os podéis imaginar, consistía en simular que se tocaba una guitarra representada por tu propia mochila. La canción, la tarareaba tu compañero. Mi mejor actuación fue una cover de "The Final Countdown" que Sapientin, el Slash del Mochila guitar, bordó con su mochila de doble refuerzo, arrancando una sonora ovación durante 10 minutos. Creo que a los prisioneros de guerra americanos los trataban mejor en los campos de concentración vietnamitas.

Al final, quien sabe si por el susto que le metió en el cuerpo aquella inspección o por un repentino ataque de mala conciencia, Don Minervo decidió que todo lo que no habíamos hecho durante los dos años anteriores, lo haríamos en 5º. No había día que no hacíamos un examen sobre unas materias que aprendía a marchas forzadas para olvidarlas al día siguiente. Con lo que el resultado fue el mismo que no hacer nada.

De todo aquello saqué en claro que no importa lo que te impongan estudiar en el colegio. Si tienes interes en aprender lo haces. Por lo que entonces, no hay que buscar las causas del fracaso educativo solamente en un plan de estudios sino en otros factores también.
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2 comentarios:

  1. Yo tengo una experiencia muy diferente.

    Recuerdo muchas, muchísimas cosas de mi paso por la EGB, en un colegio de monjas muy estricto y exigente. Creo que gracias a todo lo que aprendí allí los años siguientes fueron menos duros que para muchos de mis compañeros en el instituto. De hecho, en el instituto, público, los profesores valoraban mucho a las niñas que veníamos de ese colegio concreto. Y eso que también era un instituto muy exigente, de los mejores calificaciones en selectivo.

    Creo que a ellos se debe mi basta cultura y mi amplísima capacidad intelectual. Casi consiguen acabar con ambas en la carrera pero además de lista, soy tozuda, y no lo consiguieron.

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  2. Siempre me he imaginado un colegio de monjas como un sitio donde, cuando se cerraban las puertas, las monjas te enseñaban trucos ninja como correr por las paredes o volverse invisible. La verdad es que aquí también tienen bastante fama de exigentes, pero sobre todo de otras cosas que no vienen ahora al caso...

    Contigo no puede acabar nadie y el que lo intente, ¡se las verá conmigo! :)

    Besos!!

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