Negrácula, ¡el auténtico!

En la anterior etapa del blog, di buena cuenta de diversas películas con el archiconocido conde transilvano como protagonista y/o inspirador; sin embargo, en aquella época en que Megavideo no era más que la unión antinatural entre una Megadrive y un reproductor VHS, nunca tuve la oportunidad de echar mano del gran clásico del cine negro, negro de color vaya: Blacula (o Negrácula como debería haber sido traducido) Si, podria haberlo hecho usando el Emule, pero ¿ya nadie recuerda lo desesperantemente lento que era? Me imagino que con el cierre de Megavideo más de uno lo estará padeciendo en sus carnes. Además ya lo intenté una vez y lo que finalmente se descargó, aunque también iba de muerdos en el cuello y clavar estacas, se alejaba bastante del género de terror, a menos que fueras una monja o Pitita Ridruejo (a la que mando un abrazo, porque seguro que me lee desde su pirámide)

Estaba tan emocionado por haber encontrado al fin aquella blaxploitation en la siempre útil Cinetube, que decidí compartir la proyección con unos mendigos que escarbaban en el cubo de la basura del jardín de mi casa. Armados con alcohol y unas cuantas pizzas pulsamos el play y abrimos nuestras mentes a un mundo de sensualidad, negrura y mucho funky.

La película empieza en Transilvania a finales del siglo XVIII. En una casa de campo que a duras penas intenta parecer un castillo, vemos al conde Drácula charlando con Mamualdi, representante de un pueblo africano que ha acudido al país centroeuropeo para pedir que cese el tráfico de esclavos.
Desde luego el tal Mamualdi no es tonto, pues en lugar de acudir a Inglaterra, Francia o alguna de las potencias esclavistas del momento, donde nada más pisar tierra habría sido encadenado y puesto a arar la tierra, acude a un sitio donde lo más parecido que han visto a un negro es el deshollinador del pueblo.

Quién sabe si para coger experiencia o confianza, le suelta un speech al Conde sobre lo malo que es servir por la fuerza a otros y se lo cuenta a él precisamente, esclavo del tiempo y de su insaciable sed de sangre. Quizás por eso, tras llamarle mono gratuitamente, muerde a Mamualdi convirtiéndole en vampiro y encerrándolo en un ataúd donde morará por los siglos de los siglos, amén.
Pero llegan los locos años 70 del siglo XX y con ellos los gays, que ya por aquel entonces disponían de un poder adquisitivo superior a la media, que les permitía recorrer la vieja Europa en busca de antiguedades con las que decorar su loft en Manhattan. Y en una de esas, una pareja interracial, llega al castillo de Drácula, en estado de cuasi abandono, y del que se vende hasta el ataúd donde yace el pobre desdichado de Mamualdi, cuyos restos viajan a America junto con un cargamento de cortinas, jarrones y cuadros horteras.
Ya en Nueva York, Mamualdi, bautizado como Negrácula, es liberado de su prisión en una escena que perpetúa uno de los mitos, no será el primero, que definen a la raza negra: su vagancia. Y es que Negrácula, tras pasar casi 200 años tumbado sin poder moverse del sitio ni siquiera para rascarse el trasero, muerde a los dos marchantes de arte (los gays de antes vaya) y acto seguido, se vuelve a meter en el ataúd a dormir la mona. Se rumorea que al contemplar dicha escena, Spike Lee aplastó el paquete de palomitas que había robado a una anciana y abandonó la proyección rabioso, decidido a demostrar la realidad de su raza matando de aburrimiento a los blancos por el camino.

Por suerte no terminó de ver el film pues en lugar de a la academia de cinematografía, se hubiera afiliado a los Panteras Negras y hubiera terminado poniendo bombas en los campos de golf. La película continúa y tras asistir a las exequias de sus dos primeras víctimas, Negrácula no solo persigue a una de las asistentes al mismo como si fuera un vulgar acosador, sino que además ¡le roba el bolso! (si es que lo llevan en los genes)

El porqué de este arrebato delictivo es el gran parecido de la chica con la que fue el amor de su vida, que le había acompañado a Transilvania y había muerto a manos del xenófobo Drácula, y a la cual no había nombrado hasta ahora porque simplemente se limitaba a morir.

Desde luego el interés de Negrácula por la chica no debe obedecer a la cantidad de sangre que recorre sus venas, pues ella demuestra tener horchata en su lugar, cuando ve aparecer a su perseguidor en una discoteca en la cual el espectador es obsequiado con una actuación de música funky gratuita.
A petición de la chica, Negracula se sienta con ella y unos amigos. Hay que decir que el vampiro va demasiado sobrado. Pide champán francés en un sitio donde lo más refinado que tienen es el jabón del lavabo, y sin embargo, ¡se lo traen! De donde lo sacó el barman es un misterio. Además, ¿desde cuando los negros beben champán? Eso es de blancos afeminados.

Lo que desconoce nuestro sibarita chupasangre es que está compartiendo mesa con el que será su némesis lo que resta de película: un policía de frondoso bigote y cuidado pelo afro que sospecha que los misteriosos asesinatos que, casualidad de la vida, están asolando la ciudad, son obra de un vampiro, porque es la opción más lógica y porque lo ha leído en un libro de ocultismo.

Para demostrar su teoría decide desenterrar un cadáver a medianoche como si fuera un vulgar profanador de tumbas y no un agente de la ley. Al menos no está solo, le acompaña una amiga, autora de la frase más ridícula del film pues cuando el cadáver resucita gracias al poder vampirico e intenta matar al policía, esta, aterrorizada grita: ¡no lo mates!, como si en lugar de enfrentarse a un demonio místico, se hubiera encontrado un ratoncito en la alacena.

Con las pruebas en la mano el poli se va a ver a su jefe y le comenta sus inquietudes, que el causante de las muertes en Harlem no solo es un vampiro afro, sino que además le tira los tejos a su amiga. Por ello va a su casa donde se la encuentra en la previa del acto amoroso con Mamualdi que interrumpe bruscamente, poniéndolo en fuga. ¿Se convierte para ello en el clásico murcielago? No señor, Negrácula huye a la carrera por las calles del barrio, como un vulgar ladrón de casettes. Por ello la policía pronto le da alcance y lo acorrala en un edificio abandonado donde, esta vez, se transforma en murciélago y escapa volando en espera de una mejor ocasión para llevarse a su amor con él.
La policía, que no es tonta, lo sabe y rodea el barrio con efectivos para evitar el secuestro de la chica. Con lo que no cuentan es con que Negrácula se comunique con ella por onda corta y la convenza para que acuda a una fábrica donde ha montado su guarida. El caso es que cuando la chica sale de su apartamento, un coche de policía la sigue discretamente hacia el nido de Negrácula donde tras una escabechina donde mueren varios policías, la chavala muere a manos de la pasma (otro caso Rodney King) y convertida en nosferatu solo para morir de nuevo atravesada por una estaca (no metafórica)

Negrácula pierde las ganas de vivir y el rumbo de su vida y en un gesto de clase y distinción como solo puede tener un negro de los 70, antes de que le claven algo, se dirige caminando sereno y determinado hacia la luz de la mañana donde los rayos de sol acaban con su vida hasta "Negracula 2"

Al contribuyente americano
PD: Los mendigos me robaron dos manzanas y una escoba (que no se para qué la querrían)
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2 comentarios:

  1. Jojojo, una lectura muy interesante de este clásicazo del género (aunque aun no sé excatamente de cual...)
    ¿Blacula y Pitita en el mismo post...?¿Es que no piensas en los niños??? jejeje
    No me ha defraudado la semblanza, y ahora te dejo que en el articulo de abajo hablas de Susana Griso y voy a leerlo!!!

    Un abrazo!!!

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  2. Jajaja con la inclusión de Pitita quería hacer un homenaje a esas películas tipo "Drácula contra Frankenstein" :P

    La verdad es que Negrácula no la incluiría en el género de terror, aunque se la califique como tal, porque miedo, lo que es miedo... igual a alguno del Ku Klux Klan le puede atemorizar que no salga un solo blanco en toda la película. Yo diría que es... indescriptible :P
    Un abrazo!!!

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