Las comparaciones son odiosas

Es la noticia del fin de semana. El gobierno de Ángela Merkel está pensando en ofrecer trabajo cualificado a los jóvenes ingenieros en paro de este país. Ofrecimiento por otra parte innecesario pues cualquiera puede irse para allá que para eso estamos en la UE ¿O es que la vaca aquella que clamaba por su vida en un capítulo de Farmacia de Guardia murió para nada? Se da así un paso más, calculado o no según a quién se pregunte, en la construcción de una Europa supranacional con zonas delimitadas por su función y aportación al nuevo megaestado. De esta forma Alemania aglutinaría el I+D continental, compartiría con Francia  y el norte de Italia el tejido industrial y en la RTL Television se podrían ver anuncios tipo "España, país de vacaciones", un lugar donde los ancianos europeos podrían terminar sus días rodeados de sol y de compatriotas más jóvenes inundados en alcohol barato; como ahora pero sin nadie capaz de endeudarse por encima de sus posibilidades y poner en riesgo la estabilidad económica.

El hecho de que tenga que venir un gobierno extranjero a intentar arreglar el problema del paro español, haría que en un país serio su parlamento en llamas iluminara la noche y los políticos se balancearan en las farolas de la capital pero como estamos así por lo que somos, al menos me sirve para presentar una nueva aplicación web, más curiosa que útil, por la cual podemos comparar dos países cualesquiera y obtener una serie de estadísticas entre las que se incluyen algunas tan frívolas como el tamaño y otras algo menos, como la posibilidad de conseguir un empleo.

La aplicación la podéis encontrar en If it were my home. Su funcionamiento es muy sencillo, seleccionamos dos países cualesquiera, y en el caso de que uno de ellos sea la antigua Hispania y el otro un país civilizado, nos echamos a llorar. No recomiendo a ningún desempleado probarlo con Canadá o la citada Alemania, para no caer en una profunda depresión. Eso si, hay que destacar la mala leche de la página pues en las lecturas recomendadas sobre el país germano, un alto porcentaje de ellas está dedicada al período Nazi, cuando uno de sus lemas era: El trabajo libera.


Si solo tuviera uno o dos meses menos de invierno sería el país perfecto
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They will take my lightsaber from my dead cold hands

Una de las razones del tremendo éxito de La guerra de las galaxias está en las distintas interpretaciones que pueden sacar de ella sus espectadores. Unos ven la emotiva historia de redención de Anakin Skywalker, para otros es un espectáculo de efectos especiales y explosiones, también es la biblia de la que gente con pocas posibilidades de hacerle el amor a una mujer extrae las valiosas enseñanzas de una nueva religión, un tema con el que romper el hielo con alguna chica muy muy muy borracha o el manual perfecto para subvertir el orden democrático y convertirlo en una despiadada dictadura. Sin embargo, una vez repasada la dos trilogías, bajo una capa de seres multiformes, luchas con espada láser, batallas espaciales y disléxica filosofía, aparece la verdadera motivación de la historia: un alegato a favor de la segunda enmienda de la constitución de los Estados Unidos, la cual permite la tenencia de armas a sus ciudadanos.

Han pasado cuatro años desde el final de la guerra por la independencia de las 13 colonias inglesas y varios de sus representantes se reunen en Filadelfia para dar forma a una constitución por la cual se regirá el gobierno de los recién nacidos Estados Unidos de América. James Madison, abogado y futuro presidente de la nación, redacta una serie de enmiendas con el fin de contrarrestar el poder del gobierno federal con una serie de libertades individuales entre ellas la libertad de expresión y la de portar armas. Este punto es causa de innumerables discusiones aún hoy, muchas veces sin tener en cuenta por qué fue establecido así.

En el imaginario colectivo, la segunda enmienda se ve como algo obsoleto producto de un tiempo en que el rey de Inglaterra podía entrar por la puerta de la casa de cualquier americano, como bien explica Homer a Marge cuando intenta hacerle ver lo necesaria que es tener una pistola en casa y como ocurrió en la guerra de 1812 en la que la Casa Blanca fue incendiada por las tropas inglesas. En esos momentos era necesario contar con una milicia armada que pudiera, o intentara al menos, repeler los ataques de los enemigos de la nación si el ejército se viera desbordado. Sin embargo hay otro motivo al cual no se suele dar pábulo por el ejemplo que podría dar en la actualidad. La idea de Madison al redactar la declaración de derechos en la cual se recogen las primeras enmiendas a la constitución, era otorgar al ciudadano de los derechos necesarios para evitar los desmanes de un gobierno federal incontrolado sobre su persona. Pese a lo que se diga, el poder emana de la fuerza y en teoría, un gobierno con un ejército poderoso podría imponer sobre sus ciudadanos cualquier tipo de ley, por muy abusiva que fuera. Esto se traduce en la famosa frase que se le atribuye incorrectamente a Benjamin Franklin: La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre lo que se va a comer. La libertad es un cordero bien armado impugnando la votación.

En una galaxia muy muy lejana, justo antes del Episodio I, nos encontramos con una minoría, los jedis, que imponen la paz con su diplomacia del sable láser, esto es, o haces lo que te digo o dominaré tu voluntad mediante el uso de la fuerza.

Este pequeño cuerpo de paz que responde ante el gobierno de la república, parece ser suficiente para mantener el orden galáctico, hasta que se presenta una amenaza seria: el bloqueo de las rutas comerciales por parte de la Federación de comercio y su ejército de insensibles droides. Su primera acción es contra el indefenso planeta de Naboo que, como sociedad presuntamente avanzada, posee un ejército testimonial que es rápidamente arrollado por los invasores.

La princesa Amidala se ve entonces obligada a pedir ayuda a los hasta entonces repudiados Gungans, creando una pauta que se repetirá en toda la saga: son las sociedades con una estructura tribal o primitiva, los que no dudan en tomar las armas para luchar por su libertad: ya sean los Gungans de Naboo, los Wookies de Kashyyyk o los Ewoks de la luna de Endor.

El éxito de los amigos de Jar Jar Binks es temporal y localizado en un determinado espacio. Pronto se ve que son necesarias más fuerzas para detener el avance en la galaxia de una ola interminable de droides de combate de rápida construcción. Sin embargo, ¿cogen los blasters los ciudadanos de Coruscant? ¿Rellenan sus mochilas de detonadores térmicos los hombres de Alderaan? No, recurren a un ejército creado artificialmente y en secreto, por órden del canciller Palpatine, que planea usarlo para su asalto al poder supremo.

En numerosos sistemas planetarios se libran encarnizados combates protagonizados por peones de ambos bandos. Como regla general no hay ciudadanos en el campo de batalla, si acaso sirviendo de apoyo logístico. Son droides, clones y bárbaros los que vierten su sangre y su líquido hidráulico por los ideales de otros. Nada nuevo desde que los romanos se entregaban al pan y circo mientras los bárbaros defendían los limes del imperio.

Parece una situación ideal. La gente puede llevar una vida normal sin verse afectada por los horrores de la guerra. Sin embargo finalmente Palpatine descubre sus cartas y vuelve a ese ejército contra el pueblo que supuestamente defendía. Su mayor baza es la falta de empatía de sus soldados a los que no les tiembla el pulso al eliminar a sus líderes Jedi. Un ejemplo claro de esto es la actitud del comandante Cody, el cual ordena sin vacilar un instante acabar con la vida de Obi Wan Kenobi. Para quien haya visto la serie de animación "The Clone Wars" es algo chocante pues Kenobi había salvado la vida del soldado clon innumerables veces y su relación parecía ser afectuosa.

Es en el Episodio III donde Lucas señala los peligros de un gobierno con un ejército sin ninguna relación con la indefensa población, y como puede someter a esta a la tiranía. Ocurrió a pequeña escala en los Estados Unidos durante los tiempos de la Gran Depresión cuando un grupo de veteranos de la primera guerra mundial junto con sus familiares decidieron acampar en Washington en protesta por las políticas de Hoover para con ellos. El jefe del estado mayor del ejército y posterior héroe en la segunda gran guerra, Douglas Macarthur, ordenó a sus tropas entrar en el campamento a bayoneta calada para desmontarlo, acabando con la vida de dos veteranos e hiriendo a centenares.

Con los impasibles clones bajo su mando, el ya emperador Palpatine puso a la galaxia bajo su puño de hierro durante varios lustros. Sin embargo, todo empezó a cambiar en el momento en que los granjeros de Dakot... Tatooine decidieron coger las armas y rebelarse contra el gobierno, siguiendo la idea de los padres fundadores de crear milicias con los mejores ciudadanos (claro que no contaban con los paletos de Montana que dedican los fines de semana a beber cerveza, comentar los últimos cotilleos sobre Paris Hilton y hacer prácticas de tiro con una diana con la foto de Janet Reno) Hombres libres y algún que otro calamar decidieron dejar la tranquilidad de sus hogares, sacar sus cazas X-Wing del garage y confrontar la tirania, derrocando finalmente, tras muchos sacrificios, al emperador y devolviendo la democracia a los pueblos de la galaxia.

Ese en definitiva es el gran mensaje que se desprende de la obra de Lucas: No esperes que clones, robots o muñecos peludos luchen por tu libertad. Compra un blaster y acaba con tus representantes si no te gustan sus leyes. Lo de Darth Vader, el incesto, las navecitas y el chulo playas de Solo, es una cortina de humo.





Give me Liberty or give me death!
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Una gamba en televisión

Si alguna vez llega a acontecer eso que tienen a bien llamar futuro, le contaré a los nietos de mis vecinos, cómo antiguamente los coches tenían cuatro ruedas, la coca cola era de pago y en la televisión emitían programas vacíos de contenido, que eran el equivalente a bajarte a la plaza con los colegas a aspirar el humo de los porros que emitían los repetidores, sentados en el banco más alejado de la calle, en ese rincón donde las esperanzas se esfumaban entre calada y calada.

Uno de estos programas es Tonterías las justas, que se emite en la actualidad en Telecinco 3, o Cuatro, como se prefiera, con un trío de solventes presentadores más una maciza importada de la pampa que solo aporta puntuales momentos de sensualidad tolerada, por las amas de casa que se privan de ver Sálvame con el loable fin de salvaguardar la moral de sus retoños (que suelen ser los del banco del párrafo anterior)

Hace no  mucho existía un programa llamado "Estas no son las noticias" presentado por uno de esos cómicos salidos del canal Paramount Comedy (Chanante, ¡¡chanante!!) llamado Quequé, que a la postre comenzó en el programa de Fuentes; pero no aludiré a él pues no haría más que señalar mi condición de viejuno sin vida social.

En dicho programa, aparte de esa diosa en la tierra llamada Ana Morgade, se rodeaba de un nutrido grupo de colaboradores entre los que destacaban David Broncano, un ser a medio camino entre un cani del extrarradio y el saltamontes de Basket Fever, Anna Simón, cuya función no recuerdo más allá de dar lustre y comprobar la resistencia elástica de los modelitos que le endilgaban y Dani Martinez, un imitador-cómico-observador de la vida, muy moderno y con los pantalones por debajo de la rabadilla.

El programa no llegó a disfrutar de un merecido éxito, pese al exceso de globos femeninos que desplegaban cada día. Si se juntara el volumen pectoral de las dos Anas, se podría elevar por los aires una pedanía de mediano tamaño.

A la Morgade se la llevó Buenafuente a su programa pese a que la expresión que adorna su cara más que a la sonrisa, incita a quitarse la ropa, ponerse a cuatro patas y pedir a gritos ser azotado por su implacable látigo. Simón y Martinez dieron tumbos por la parrilla televisiva hasta arribar al programa que nos ocupa, bajo la tutela de Florentino Fernandez, eterno Crispín Clander para una generación, presentador de El Informal para otra, y tontaco mayor del reino para los ni-nis de pocas ambiciones, escasa paciencia y nulas inquietudes.

TLJ es un programa que mezcla elementos de El Informal (poquísimos por desgracia), Se lo que hicisteis, antes de que fueran repudiados como Mourinho en una convención de payasos, por las cadenas de televisión, más el "6 en ranking", una novedosa sección en la que se conjugan los vídeos de caídas, con música disco y una violencia tan light como la carne que enseñan las chicas, que ya ni siquiera tienen el tirón suficiente para hacer que te enganches al programa, desde que Cuatro fue absorbida por la cadena amiga e introdujeron contenido de Sálvame en su escaleta.

Seguramente cuando les cuente todo esto en un futuro los chavales no solo no me creerán sino que me mirarán extrañados y me preguntarán: ¿En tus tiempos necesitabais los ojos para ver la tele?



Adorad todos a los hipno-pechos
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Tu nombre en una cara

No se trata de un anuncio de tatuajes o de esponsorización extravagante, si no de una página web en la que podremos convertir nuestro nombre, o el que se nos ocurra, en una curiosa cara pixelada, al estilo de los gráficos de los ordenadores de 8 bits. Para ello, simplemente deberemos escribir el texto en el recuadro correspondiente y ya está, nuestra imagen lista para representarnos como avatar o para hacer pegatinas para la carpeta del insti ahora que el modelo masculino predominante, Justin Bieber, es de todo menos masculino. La página web es: Turn your name into a face.
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