Nosotros los esclavos

Con la familia real española tirándose los trastos en un suntuoso palacio francés en Bayona, las tropas napoleónicas entraron en la península ibérica so pretexto de atacar Portugal, aliado de los pérfidos ingleses. Mientras Carlos IV cede la corona de España a Napoleón y este a su hermano José, las tropas invasoras cometen toda clase de tropelías sobre la población civil y ocupan plazas alejadas del camino a Portugal. La lucha estalla cuando llegan a la capital del reino rumores de que Murat quiere trasladar al infante Francisco de Paula. Es la mecha que prende fuego a la piel de toro. Durante largos meses, la antigua Hispania será testigo de las más crueles acciones y su tierra se cubrirá con la sangre de ambos bandos.

1812, el sol brilla con fuerza en Cádiz. Las cortes generales promulgan la que será la primera constitución española, "La Pepa", que establece las bases de un gobierno democrático: separación de poderes, sufragio universal, libertad de prensa... Pronto la península se verá libre de franceses. Con la salida del pérfido Pepe Botella y la vuelta del legítimo Rey, las esperanzas de un futuro brillante para España son más claras que nunca. Sin embargo tales esperanzas no tardarán en tornarse vanas, pues el pueblo que otrora se rebelase contra la tiranía gabacha, grita ahora "Vivan las cadenas" ante el paso de la comitiva de Fernando VII, el dirigente absolutista más nefasto de la historia de la nación hasta la actualidad. España, con la connivencia de sus ciudadanos, volvía a perder otro tren, uno más, para convertirse en un estado serio.

1933. Es noche cerrada en Berlín. Una fría noche como tantas otras, de no ser porque en las calles cercanas al Reichstag se respira el humo denso y caliente que producen las llamas que están devorando la sede del parlamento alemán. Pronto llegan los bomberos, alertados del incendio por los alarmados vecinos. No tardan mucho en llegar Hitler y Goering, dirigentes del NSDAP, que comprueban cómo la policía ha encontrado a Van der Lubbe, comunista holandés, en los alrededores del lugar de los hechos. Al día siguiente se declara el estado de emergencia y se promulga el decreto del incendio del Reichstag por el cual se suspenden varias libertades civiles y se proscribe y detiene a los comunistas y varios de sus líderes (que contaban con el respaldo del 17% de la población) En las elecciones de Marzo el partido Nacionalsocialista conseguiría la mayoría absoluta en la cámara de representantes.

2010. Mientras volvía a casa después de pasear por la playa, me detuve unos instantes junto al muro trasero de unos conocidos grandes almacenes, donde, perfectamente alineados suelen colocar los cubos de basura en los que se deshacen del excedente alimenticio del día. No me cuesta distinguir la espigada figura de un sin techo habitual al que suelo ver siempre que mis pasos me llevan a esa parte de la ciudad. Rebusca en los contenedores en busca de la cena y con suerte, el próximo desayuno. Ha sido rápido pues a no muy tardar, el lugar se verá repleto de gente como él: vagabundos, pensionistas, viudas, parados de larga duración... En ese momento todavía no lo se, pero mientras el sin techo espigado comprueba si un generoso tomate está podrido, en un canal de noticias, una conocida presentadora califica de terrorismo el que los controladores aéreos hayan declarado una huelga salvaje espontánea dejándola en tierra y privándola de la obra de teatro que iba a disfrutar en Londres en compañía de una ex-ministra del gobierno. Perdonad que no derrame una lágrima por ella. El actor principal de "La bella y la bestia" seguro que se deprime por no verla en primera fila, pero seguro que lo supera sin muchos traumas. Al fin y al cabo, el espectáculo debe continuar.

Al llegar a casa, con el sonido del televisor de fondo conecto a Internet. La red bulle de ira y rabia. Piden las cabezas de los responsables de que no hayan podido despegar en los aviones que les iban a llevar a sus destinos turísticos. El aparato está lleno de niños que iban a Disneylandia, vocifera a mis espaldas una señora, trabajadora de la banca. ¿Es que nadie piensa en los niños?  Casi al instante leo un comentario: "No hay derecho a que nos hagan esto, con lo que ganan esos sinvergüenzas..." Ahí está. No ha tardado en salir esa España cainita y miserable que prefiere la desgracia ajena al bien personal. Que sería capaz de dejarse cubrir de cadenas y caminar al paso de la oca siempre que el de al lado tuviera que llevar el doble. Que antes de exigir que se respeten sus derechos prefiere que recorten los de los demás.

"¿Que ganan 300.000 euros? ¿Y de mi dinero?" exclama sorprendido un viajero que arrastra demasiado las eses. Ah, pero un momento, con tu dinero se ha salvado de la quiebra al sistema bancario nacional. Si, esos que no te darían una hipoteca para comprarte una casa sobrevalorada cuyos beneficios irían a parar a un constructor amigo del alcalde de tu ciudad, que se deja invitar a copas servidas por ardientes mulatas, o a ese compañero de butaca en "La bella y la bestia" que ahora está en lucha contigo, codo a codo en la terminal 4 de Barajas, por vuestro derecho a volar. Esos bancos que en caso de concederte el dinero para pagar, no se apiadarían de ti si estuvieras pasando una mala racha; esos bancos que te quitarían el pisito, te embargarían la nómina y todos tus bienes hasta que tu sobrevalorada deuda estuviera pagada y que ante tus protestas se limitarían a decirte con una voz mecánica: Vuelva usted mañana.

Pasan las horas. Nadie se mueve. El presidente de la nación está desaparecido. Aparece el ministro de fomento rodeado de señores colocados a dedo que cobran de "tu" dinero y cuya incompetencia queda manifiesta en un comunicado vago e impreciso. Los ánimos se caldean y la gente pide al gobierno que actúe. "Que los metan en la cárcel" "Si yo me levanto de mi puesto de trabajo, me echarían". Ah, pero el gobierno ya ha actuado. No podrás jubilarte a los 67, por el momento, y eso si con suerte el sistema de pensiones estilo Ponzi no ha quebrado y te encuentras con 70 tacos sin ingresos y con la casa por pagar. Pero ey, no te preocupes, que te quiten lo bailado. Hasta entonces habrás podido llevar una buena vida, trabajando 50, 55, 60 horas semanales. Las que ellos decidan, cobrando un sueldo que te permitirá darte el lujo de que te corten las lonchas de jamón un poco más gruesas de lo normal, una vez por semana.

Pero aún está por llegar lo mejor. Dos de la mañana. Las madres siempre dicen que a esas horas de la madrugada solo están despiertos los delincuentes y la gente de mala vida. Y debe ser cierto porque estoy viendo por televisión al ministro del interior/vicepresidente/subdirector de Ikea comentando que si a las 9 de la mañana no se ha normalizado la situación, un consejo de ministros extraordinario decretará el Estado de alarma. El otro día vi una película de Denzel Washington con un título parecido, claro que el estado era de excepción. No será tan grave entonces. Me voy a dormir. Por si acaso aparece Bruce Willis sobre un tanque por la Castellana al día siguiente, que al menos me pille despejado.

Llega el momento. Las 9 han pasado, y luego las 10 y las 11. En los aeropuertos calma chicha. Se anuncia una rueda de prensa para el mediodía. Escucho en honor de los que acuden a Barajas, Fly me to the moon, del gran Sinatra. Espero que no se ofendan. Estaba entre La Voz y Lady Gaga. Cortan la programación habitual y aparece el subdirector de Ikea declarando el estado de alarma. El jefe del estado, de visita en Argentina desde donde ha firmado todo lo que le han puesto delante, incluso un autógrafo para un turista chino, y el presidente del gobierno están desaparecidos. Según la Wikipedia, que después de las filtraciones de Wikileaks me parece más de fiar que el BOE, el estado de alarma define que está legalmente permitido:

Suspensión de derechos
  • Limita la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados, o condicionarlas al cumplimiento de ciertos requisitos.
  • Practicar requisas temporales de todo tipo de bienes e imponer prestaciones personales obligatorias
  • Intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, con excepción de domicilios privados, dando cuenta de ello a los Ministerios interesados
  • Limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad.
  • Impartir las órdenes necesarias para asegurar el abastecimiento de los mercados y el funcionamiento de los servicios y de los centros de producción afectados.

Esto me recuerda cada vez más al tercer episodio de una saga de películas de una galaxia muy muy lejana en la que sale un alienigena detestable que habla con lengua de trapo mientras vuela sobre un plato. Si hombre, esa en la que al final aparece un obrero con el casco negro de la rabia que le produce el conocer que el líder sindical del Imperio no le invitado a la mariscada del fin de semana.

En cualquier caso, los controladores no están para muchas películas. En caso de no acudir a sus puestos de trabajo podrían ir a la cárcel durante una cantidad indeterminada de años. No se de qué se preocupan si los violadores y asesinos entran y salen de allí como Pedro por su casa. Pero para muchos no debe ser agradable así que claudican y la normalidad vuelve poco a poco a los aeropuertos.

Y la gente se alegra de que de la noche a la mañana se aprueben decretos ley a toda velocidad mientras que para otras cuestiones el gobierno muestre una lentitud exasperante. Y la gente se alegra de que los militares tomen el control de un servicio público de buenas a primeras. Y la gente se alegra de que se siente un peligroso precedente según el cual todo aquel que ponga en aprietos al gobierno pueda ser militarizado y amenazado con prisión de no plegarse a determinadas condiciones. Mientras que se les permita ir a visitar Disnelylandia, recorrer las bohemias calles de centroeuropa o asistir al teatro en Londres, todo estará bien. Y así muere la democracia, con un estruendoso aplauso.


Cabreados, con ojeras, menos dinero y la boca cerrada, volarán al fin a su destino. A disfrutar de sus merecidas vacaciones. Yo no saldré hoy a pasear. Creo que he visto por la tele suficientes indigentes por una temporada.

Y así se comprueba, una vez más, que ya sea en 1812, 1933 o 2010, mientras el pueblo lucha por salir adelante, por buscar un pedazo de pan que llevarse a la boca, por buscar un alojamiento digno para sus hijos, mientras trata de sobrevivir, en definitiva, otros, la clase dirigente maneja entre bambalinas las marionetas de este inmenso teatro que es el mundo en su propio beneficio lanzando a las unas contra las otras, alejados del bien y del mal, del sufrimiento y el hambre. Eso es cosa nuestra, porque nosotros, personajes prescindibles de ese despiadado escenario, nosotros, somos sus esclavos.
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