Life is short and my biceps are strong

En la cima de las montañas Stanley se yergue un lujoso palacio de esmeralda propio de un dios. En su salón real, cuyos muros están adornados con las cabezas de los grandes magnates y el fuego sagrado es perpetuamente alimentado por la sangre negra de la tierra, se alza un trono de oro reservado para el destructor de mundos: el dinero. A su izquierda se puede encontrar una sucursal bancaria universal y a su derecha se sienta el mayor sacacuartos de la era tecnológica. ¿La suscripción platinum a Megaporn? No, los teléfonos móviles.

Fueron los directivos de las televisiones los primeros en darse cuenta del potencial caudal de ingresos que podrían conseguir con la recepción de mensajes sms enviados por los inocentes espectadores. Así, cualquier programa sin importar temática se vio invadido por una franja horizontal en la que la gente podía leer los mensajes que enviaban. Los había  de diferentes tipos: estaban los que se dedicaban a opinar sobre el tema que se trataba ("El q está ablando es jilipoyas"), los que servían para hacer más fácil una declaración de amor ("Pepi te kiero un tako"); informativos ("A la azafata se le ve un pezón. Que alguien termine el trabajo y le abra la blusa del todo") o crípticos ("Compro oro")

Con el tiempo estos mensajes empezaron a formar parte de la vida diaria del vulgo como el plasma o la ordinariez de la Esteban. Visto que pese al desmesurado coste de los sms, se enviaban a miles, los empresarios buscaron nuevos métodos con los que exprimir a la gallina de los transistores de oro. La última idea es la de celebrar concursos literarios de sms. La premisa es sencilla: en 140 caracteres se debe crear un texto literario de interés. Obviamente lo de menos con tamaña limitación es la calidad. Si, alguno me recordará aquel "cuento"... "Y cuando despertó, el dinosaurio seguía allí".

El éxito de esta frase lo adjudico al efecto Lady Gaga, que es cuando algo se pone de moda y nadie sabe muy bien por qué. De hecho "El zombi nunca creyó que estuviera muerto" me transmite una inquietud sobre el concepto de vida y muerte que no han conseguido las obras completas de Kierkegaard y dicha sentencia no ha sido inmortalizada en el blog de algún joven existencialista o en su defecto Emo gótico; como "La abuela rompió la faja" que conjuga intriga, violencia, misterio y puede que erotismo, según lo pervertido que seas.

Últimamente este tipo de concursos sacacuartos han aflorado como setas. El último de ellos promovido por un conocido banco y una no menos conocida operadora de telefonía. Como tenía algo de saldo que, ironías de la vida, esa misma compañía me iba a quitar por no haber hecho uso del móvil durante meses, decidí participar con un par de "propuestas". Con el dinero que me sobraba llamé al teléfono de la esperanza, y me alegro porque salvé a mi interlocutor del suicidio. Me costó eso si. No fue hasta 2 horas después de estar charlando que logré que me dijera: "O cuelgas o salto por la ventana". Y colgué claro.

Del primero de los textos que salieron de mis dedos no esperaba mucho:

Y el mundo llegó a su fin. Lo último que vio fue el coche que le había atropellado, alejarse a gran velocidad.
Como veis nada del otro mundo. Con el que guardaba ciertas esperanzas era con el siguiente:
Entrar al banco le salvó de la pobreza. Junto a la ventanilla de pagos, olvidado en el suelo, encontró un billete de lotería premiado.
Se que para un concurso patrocinado por un banco tal vez no fuera el relato más adecuado, aunque no se si la crítica implícita cercenó mis aspiraciones al premio. Nunca se sabrá. Pues en caso de haber ganado hubieran contactado conmigo por teléfono, el cual recordé ayer que yacía bajo una montaña de papeles sin batería desde vete a saber cuando. Y de aquí se saca una valiosa moraleja: El teléfono de la esperanza no es gratis.
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2 comentarios:

  1. "La abuela rompió la faja" es mi relato favorito!!! jajaja...ya no se hace literatura como la de antes!
    un abrazo!

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  2. Gracias Fran! Es de mi etapa impresionista :) Ya nada se hace como antes, es cierto, excepto las croquetas, que permanecen inalterables a lo largo de los siglos.
    Un abrazo!!

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