Yo soy Espartaco

Quedan pocas horas para el amanecer. Sentado frente a una de las múltiples hogueras que iluminan el valle, observando las indomables llamas, pero con la mente a kilómetros de allí, el no menos indómito Espartaco, orgulloso tracio, destinado a ser adorado por la plebe en los sangrientos juegos en los que se negó a participar como hombre libre que se siente, escapando de la escuela de gladiadores a la que fue vendido y formando un ejército de esclavos y compañeros de armas con el que ha puesto en jaque a la moribunda república cuya corrupción, incapacidad y amoralidad está sentenciando su existencia y poniendo los cimientos del próximo imperio.

Medita en silencio sobre la decisiva batalla que traerá consigo el amanecer. El ejército de Pompeyo se está acercando inexorablemente. Unos gritos inesperados le sacan de su meditación. Una sonrisa se dibuja en su rostro al comprobar que proviene de un par de galos. Hace unos pocos meses servían comidas y ofrecían su cuerpo a los deseos de su amo; ahora vociferan con el atrevimiento que da el vino, cómo van a patear el brillante culo de los romanos tal y como han hecho a través de desgarradoras luchas.

Al principio el senado no les tomó en serio. ¿Qué podían hacer un puñado de esclavos contra el faro de civilización que es Roma? Pero las unidades que enviaron contra ellos fracasaron. La sangre de cada legionario muerto hacía germinar con brío la semilla del miedo en el corazón de los senadores que, tras el fracaso del pretor Craso, confían la tarea de aplastar la revuelta a Pompeyo.

No tendrán enfrente sus gladiadores pues a unos soldados cualesquiera, sino a las legiones victoriosas en Hispania al mano de uno de sus generales más capaces. Lo más selecto del Senado y el Pueblo de Roma para acabar con un hombre, pues la fuerza de los rebeldes no reside en las armas que portan sino en los ideales de libertad e insurrección, que el gobierno teme se extienda entre los demás esclavos del Mediterraneo, llevando al caos a la economía y destruyendo el sistema de privilegios del que goza la clase dirigente romana. Tendrán que atacar a Craso para evitar una carnicería.

En el día de hoy, otro gladiador de los tiempos modernos, donde el césped ha sustituido a la arena, los balones a las espadas, y la sed de sangre por cerveza, encabeza un movimiento entre los esclavos de un sistema injusto que privilegia a unos pocos gracias al esfuerzo de todos.

Eric Cantoná, ex-futbolista del Manchester, hombre anuncio, kickboxer, francés, ha difundido una propuesta en Youtube con el fin de derribar el sistema bancario internacional, culpable de haber sumido al mundo en la mayor crisis económica de su historia. Propone en un vídeo de apenas dos minutos, retirar el dinero de los bancos el próximo 7 de diciembre, causando una falta de liquidez en las entidades que provoquen que tenga que cerrar. Muchos dirán que es una medida inútil, pero cuando uno ve las imágenes de disturbios en Francia o Inglaterra y las protestas en las calles de Irlanda, con el país intervenido a causa de los bancos, cuando nóminas y pensiones se ven reducidas para compensar sus pérdidas, se hace necesario actuar de alguna manera ante la certeza de que de continuar así, el futuro solo lleva a dos alternativas posibles: revolución o esclavitud (a la antigua)

Aquella mañana del 71 a.c. Espartaco fue muerto en batalla, la rebelión sofocada y los supervivientes crucificados a lo largo de la Vía Apia. No hubo una insurrección general. El sistema continuó pero la desconfianza hacia la mano de obra esclava ya no abandonaría jamás a los dirigentes romanos, transformando lentamente la economía esclavista hacia un pseudofeudalismo que finalmente sería una de las causas que acabarían con el Imperio.

El 7 de diciembre puede que no ocurra nada. Puede que la banca funcione con normalidad, pero al menos espero que aunque la pequeña rebelión sea sofocada por una oleada de indiferencia, sirva de ejemplo para que en el futuro, una generación menos conformista y sumisa pueda luchar por un mundo mejor.



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