Cuando eramos reyes

Martes 16 de agosto de 1977, la luz del Rey ha dejado de brillar. En Inglaterra sus fans visten de luto, en Japón los locutores lloran frente al micrófono y Graceland comienza a recibir a los primeros peregrinos dispuestos a prestar su último tributo al más grande. Nunca antes personas de lugares tan distantes como los USA o la India habían llorado la muerte de un sólo hombre.

Viernes 26 de junio de 2009, en China centenares de seguidores se reunen en vigilia mientras en el otro extremo del globo, el Congreso de los USA guarda un minuto de silencio y otras tantas personas se arremolinan en el hospital Ronald Reagan, y comienzan un nuevo peregrinaje, en esta ocasión a Neverland. Otro Rey ha muerto, el último, y el mundo se lamenta.

Michael Jackson llevaba muerto para el público hacía mucho tiempo. Sus éxitos musicales se habían extinguido el siglo pasado y ya ni siquiera producía escándalos suficientes para ganar la atención de los medios; pero su presencia física en algún lugar de su rancho californiano, enmascaraba la decadencia del mundo en que vivimos, que ahora deja al descubierto sus carencias, porque después de Michael no hay nadie. Ningún grande ha surgido desde que el calendario señaló el inicio de la década de los 90, ni surgirá, pues la sociedad actual está demasiado fragmentada.

Su estela y su influencia cultural, que le han hecho aparecer desde "Los Simpsons" hasta "Regreso al Futuro II", impregnó la conciencia de absolutamente todo el orbe haciéndolo bailar al son del Moonwalk; hasta en Karachi (que he tenido que mirar en el Espasa por donde quedaba) se ha sentido su desaparición. Ya no existe un elemento cultural aglutinador que aune las referencias de gentes de toda raza, credo o sexo; paradojicamente será la diversificación de la oferta cultural la que termine con los sueños de una unión idílica entre los pueblos de la Tierra, que predicaba en "Can you feel it" junto a sus hermanos de los Jackson Five.

No es de extrañar que la blogosfera se haya inundado con posts lamentando la pérdida del que fue Rey del Pop. La muerte de Michael no es sólo la muerte de un niño prodigio sin infancia, ni de un excéntrico, un Peter Pan que nunca quiso crecer; no nos priva únicamente de uno de los mejores artistas de la historia, sino que nos ha recordado el momento en que perdimos la ilusión inquebrantable de la inocencia, cuando la vida consistia en esperar el estreno de una película de Spielberg, cuando eramos felices solo con pasar una tarde entre amigos en el banco del parque, cuando no teníamos preocupaciones por cómo pagar las facturas o por qué no nos quiere nadie... Su muerte certifica la desaparición de nuestra infancia, cuando fuimos reyes, y la vida nos sonreía.

PD: Farrah Fawcett murió ayer también. Pobre mujer, incluso en su muerte fue una infeliz... Y Clint Eastwood aguantando ahí, ¡con un par!

¿Existe mayor homenaje que este?


Hasta el mundo animal se rinde ante él
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