Roy, Elfo farmaceútico: En muerte acechante encontrarán.. la muerte ¿qué esperabas?

De haber sido Muerte Acechante una urbe cosmopolita, con edificios que desafian al cielo y espaciosas avenidas, la visión de sus calles y casas cubiertas de sangre, hubiera sido sobrecogedora; pero el pueblo no era más que un puñado de casas esparcidas como los excrementos de una paloma a lo largo de un camino antiguamente asfaltado. Así que era sobrecogedor,sí, pero de la misma forma que puede serlo tu abuela vestida de cuero.

En lugar de rodearlo, como hubiera sido lo lógico, de no estar circundado por arenas movedizas, avanzaron por la bermeja y resbaladiza calle principal. La soledad y el silencio que se respiraban en el pueblo eran agobiantes, aunque puede que el olor dulzón de la sangre reseca también les afectara un poco.

- No diré que me extraña la situación, porque con ese nombre... el suelo estaria recubierto de otra cosa de llamarse el pueblo Placer a raudales...

- Roy, ¿Que ha pasado aquí? - preguntó el enano mientras miraba de un lado a otro, sobrecogido por el dantesco panorama.

- Un troll manco, hambriento tras semanas vagando por el desierto de las ilusiones, tropezó con este pueblucho y se dedicó a comerse a todo el que se cruzaba en su camino, hasta que no hubo nadie con vida. Entonces, se marchó en busca de más comida. Cuando los soldados del emperador llegaron, encontraron a un carnicero que venia a visitar a su madre, y le declararon culpable pese a que él insistia en que habia sido el troll manco. Retiraron los cadaveres, pero cuando iban a limpiar la sangre, el carnicero escapó y tuvieron que salir en su persecución.

- Con un simple "no lo se" hubiera bastado - replicó Bolita ofendido sin dejar de escudriñar las casas, vacias de cualquier presencia humana.

- Si, pero hubieras seguido haciendome preguntas absurdas.


Nada se movia por las calles, ni siquiera los desperdicios, que permanecian pegados a la sangre reseca que lo cubria todo. De los habitantes no habia ni rastro. Fuera lo que fuera lo que le hubiera pasado, habia sido repentino. Aún se podian ver en las cocinas, las cacerolas y los platos repletos de comida y tampoco habian recogido las cartas de los buzones.

- Este sitio me pone los pelos de punta - farfulló Bolita, que andaba lo más cerca posible de Roy - no estaré tranquilo hasta que no estemos bien lejos de aquí.

Por suerte, el camino sólo atravesaba unos cuantos centenares de metros del pueblo. Pronto lo dejarian atras.

El ruido de una vajilla de porcelana haciendose añicos contra el suelo, les sobresaltó, bueno solo a roy que era el unico cuyas orejas le permitian captar el ruido que provenia de la casa mas elegante del pueblo, la único que estaba echa de ladrillo.

Siguieron caminando hasta alcanzar la casa, y esta vez el ruido fue tan fuerte que incluso Bolita pudo escucharlo.

- Roy, ¿crees que el troll manco ha vuelto? - preguntó con voz temblorosa. Aquél viaje acabaria con sus nervios.

- O eso o alguien con un trasero tan grande que va tirando todo a su paso. Ve a investigarlo.

- Ni hablar - repuso rápidamente- ¿No has escuchado las historias de los bardos? Los enanos son los primeros en morir. Y todo por meterse en oscuros escondrijos sin una mísera antorcha.

El ruido se fue haciendo más intenso, y decidieron agazaparse tras un viejo nogal. Esperaron mientras aguantaban la respiración, a que algo o alguien saliera de la casa. Tras una debil barrera de madera, se sentian mas seguros.

Cuando vieron salir a un hombre de mediana edad, con ropajes de comerciante que le sentaban igual que un bañador a un obeso, se sintieron aliviados, y salieron de su escondite para saludarle.

- Mira bolita, no es ningun monstruo surgido de mi imaginacion, no es más que un vulgar asaltante.

- Eh, oye un respeto, que yo solo robo a los muertos- se defendió el avaricioso ladrón, pues de la camisola le sobresalian candelabros de plata, cadenas y todo un surtido de joyas, que le hacian un blanco fácil en caso de tormenta.

- Que no se diga que no quedan caballeros- farfulló el enano por lo bajini.

- Mi nombre es Ernest el honrado. No soy esa clase de tipos que se ponen el sobrenombre de honrados como una sutil burla por su profesión, yo nunca robo nada que vaya a volver a utilizarse.

- Eso te honra, y si repartieras beneficios con los más pobres, te honraria aun más. - dijo Roy.

- Soy honrado, no estúpido. Una vez alguien intentó hacer algo parecido, pero tenia que robar lo que daba, porque siempre habia alguien más pobre a quien dárselo, con lo que se pasaba la vida dando y robando lo que daba, dando y robando, robando y dando, acabó en un psiquiatrico.

- ¿Tienes alguna idea sobre que paso aqui?- quiso saber Roy antes de que continuara hablando.

- Ni la más remota. Iba de camino a la legendaria ciudad de Lepsis, cuando la noche me pilló cerca de aqui, asi que me hospedé en una granja. Cuando desperté por la mañana, la hija del granjero se habia esfumado como suele ser habitual, pero no solo ella, sino todo el condenado pueblo.

Bolita escupió en el suelo para desterrar la mala suerte.

- A mi todo esto me escama, debe haber alguna explicación.

- En mi gremio, hay un tipo que dice que la solución más sencilla, suele ser la correcta - intervino el elfo.

La explicación no convenció al enano, que meneó la cabeza como si hubiera oido la mayor estupidez del día.


- ¿Conoces alguna explicación sencilla para que desaparezcan más de doscientas personas?

- ¿Combustión espontanea? - sugirió Ernest

- No hubiera dejado este rastro de sangre.


Sin embargo el ladrón no se dio por vencido.

- Tal ves se fueron de picnic y mientras estaban fuera, una dragona se puso de parto. Los aldeanos al ver el pueblo así, decidieron que no merecia la pena limpiarlo y se buscaron otro sitio donde vivir.


- O puede que el pueblo no exista. Que estemos dormidos bajo un árbol, soñandolo todo.- replicó en tono de burla Bolita.


- Eso sí que no - repuso ofendido Ernest - me niego a ser un producto de vuestra imaginación.

- No importa lo que haya pasado - interrumpió Roy - ¿vosotros conociais a alguien de aquí?


- La verdad es que no - respondieron al unísono, encogiendose de hombros.


- Pues como si no hubiera pasado nada. Pongámonos en marcha Bolita.


Ernest corrió tras ellos.


- Un momento un momento, ¿donde vais?


- A la Montaña del trueno 12 - contestó orgulloso el enano.

Los ojos de Ernest se iluminaron como las mejillas de una doncella cuando se hace mujer.

- ¿Hay muchos muertos alli?

- Los habrá si no llegamos pronto- apremió Roy, que habia tomado ya el camino hacia la cordillera del Trueno.

- Excelente, ¡voy con vosotros!


Y así, Ernest el honrado se unió a la dispar pareja. Anduvieron hasta que el sol se puso, amenizados durante la marcha por las excitantes historias del ladrón, como aquella vez que robó el azadón de un campesino, al que habia chamuscado un rayo; o cuando birló de los frios dedos muertos de un chef, una pechuga de pavo.

Sentados alrededor de una fogata, cenaron un par de hogazas de pan, mientras reian para sí, pues aprovechando la oscuridad de la noche, pensaban abandonar al plomizo saqueador y huir lo más ejos posible de allí.

Se metieron en sus sacos de dormir, esperando el momento en que Ernest durmiera a pierna suelta. Los minutos pasaban lentamente mientras escuchaban con detenimiento, en espera del más leve ronquido.

Pero lo que escucharon se asemajaba más al gruñido de un perro al que se le acerca un desconocido, luego parecio que le quitaban un hueso y finalmente, como si le hubieran pegado una patada en las pelotas.

El escalofriante rugido que rasgó la tranquilidad del valle donde habian acampado, hizo que se levantaran de un salto. Con los últimos rescoldos de la hoguera tan apagados, que eran incapaces de alumbrar una fiesta de hormigas, y el cielo cubierto de nubes, no podian ver nada.

Roy rebuscó en su jubón, hasta que sacó un pequeño objeto metálico.

- Es el fuego automático - susurró el elfo, para no llamar la atención, antes de girar una pequeña rueda del artefacto.

Y entonces se hizo la luz. Donde se suponia debia estar Ernest, se alzaba amenazador un humanoide de dos metros cubierto de espeso pelo verdoso, de cuyos hombros sobresalian dos imponentes cuernos

En ninguna lengua de Forthya, existe una palabra para definir lo que sintieron al ver semejante monstruo a escasos dos metros de ellos. Tal vez canguelo. Incluso Roy, que se guardaba de mostrar cualquier sentimiento, temblaba como una hoja, tanto, que el misterioso fuego automático cayó al suelo, prendiendo de inmediato un montón de hojarasca seca.


La criatura, al ver las llamas, retrocedió asustada. El elfo se percató de ello y el brio retorno a su ser. Con una tira de tela de la camisa de Bolita, que ni siquiera se inmutó, y una rama, improvisó una antorcha con la que mantener a raya al pavoroso ser, que buscaba una escapatoria a la encerrona, un punto flaco que aprovechar para saltar sobre el cuello de aquellos dos desgraciados.

Roy empezaba a desesperarse, no podria hacer retroceder durante mucho tiempo a la bestia. Necesitaba encontrar una solución pronto... y entonces recordó que a pocos metros de allí se encontraba el cauce de un rio.

Desplazándolo con la antorcha, consiguió dirigirlo hacia la orilla sin que el monstruo se diera cuenta de nada. Lanzó una certera estocada a su corazón y al esquivarla, la criatura saltó hacia atrás, cayendo al poderoso torrente, siendo arrastrado lejos de allí.

Cuando volvió al campamento, Bolita aún permanecia inmovil, en un estado de shock causado por el pánico, de pie sobre su saco. Roy lo zarandeó un poco hasta que volvió en si.

- ¿Crees que se ha comido a Ernest? - logró preguntar tras un par de reparadoras tortas.

- Más bien esa cosa era Ernest.- meditó el Elfo, que habia tenido tiempo de observar que del pecho de la bestia, colgaban jirones de la camisola en la que habia guardado las joyas.

- ¡¡¡¿Pero has visto en que se ha convertido?!!!

- Habrá sido al salir la luna llena...

- Pero ¡¡si es luna nueva!!

- chico no se, tendria los biorritmos cambiados.

No pudieron dormir más, asi que continuaron su camino. Al amanecer, ya se podia vislumbrar en el horizonte, las nevadas montañas del trueno, con sus afiladas siluetas y sus nubes de contaminación causadas por las minas enanas. Aquella familiar visión, emocionó a Bolita, que corrió hacia la cordillera con lágrimas en los ojos.

A medida que iban pasando frente a las otras montañas del trueno, los enanos, iban saludando a Bolita, que corria como un cabritillo por el bosque, feliz por volver al hogar tras haber afrontado terribles peligros.

La Montaña del Trueno doce, era... digamos que alguien tuvo que sobornar al cartógrafo imperial para que aquel montículo fuera considerado una montaña y no un simple error en la linealidad natural del valle.

- Es más grande por dentro - apostilló Bolita, que era consciente de las proporciones del monticulo, sobre todo en comparación con sus titánicos compañeros.

A lo lejos, un grupo de enanos volvia a casa, entonando una alegre melodia.

- Do you come from a land down under? Where women glow and men plunder?....

Se trataba de una caravana de diplomáticos enanos, que habian ido a negociar un tratado comercial con sus vecinos de la ciudad de Khum. Habian sido unas negociaciones exitosas, pues sólo habian muerto cuarenta enanos, aunque el resto presentaba heridas de distinta consideración.

Cuando pasaron junto a ellos, Bolita se unió a la fila, que se adentraba en las profundidades de la roca, por una abertura cuidadosamente camuflada. Roy, les siguió a una distancia prudencial. Sin embargo, no pudieron continuar con ellos mucho más allá de la entrada, pues un par de enanos de batalla les cerró el paso con sus afiladas hachas.

- En nombre del Rey Bolón, quedais arrestados.

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