La vida en el guetto

Luces de neón rosa y verde. Ropa y peinados estrafalarios y un single de Mecano sonando en la radio. Eran los 80 y en un rincón apartado a las afueras de Fuengirola, florecia una nueva comunidad de valientes pioneros emulos de aquellos que conquistaron el Oeste americano (bueno quiza me he pasado un poco).

Gentes de todas partes de la comarca se establecian alli en busca de un lugar tranquilo donde llevar a cabo la representación de sus vidas. ¿Servicios municipales? bueno teniamos una carretera por la que ir en coche a cualquier lugar del centro, carretera que se inundaba a poco que cayeran cuatro gotas, pero bueno esto no era Inglaterra y sólo llovía cuando cantaba alguien, lo cual solia ser frecuente porque apenas habia un par de televisores en 50 km a la redonda y la gente se aburria mucho.

Al menos teniamos electricidad y agua potable. Total para cinco casas y una urbanización de ancianos finlandeses que habia no se iban a gastar el dinero en una escuela o un supermercado. Guardo un buen recuerdo de aquellos guiris septuagenarios que me regalaban caramelos (no seais mal pensados). Eran unos vecinos excelentes, amables, no daban un solo problema. Fue una lástima que la naturaleza acabara con ellos.

En aquellos días pocos niños vivian por la zona. Sin un mal parque donde desfogar nuestras energias, teniamos que jugar en uno de los muchos descampados, a una versión hardcore de Mad Max, en la que nos apedreabamos entre los restos de una civilización decadente (un coche viejo, un par de rastrojos, un water y un alcornoque con más nudos que el sujetador de la Madre Teresa)

A medida que avanzaba la década, el número de foraneos que se estableció en mi barrio aumentaba a un ritmo alarmante. Los servicios mínimos habian mejorado y ya llegaban allí los bomberos, como pudimos comprobar aquella vez que un vecino le prendió fuego a su gato. Lo que seguia sin asomarse siquiera por alli era la policía. En consecuencia el índice de criminalidad se disparó. A ritmo de Camarón, una pequeña plaza edificada en homenaje a los finlandeses, fue ocupada por un grupo de drogadictos y los bares florecieron como champiñones. En esa época a mi barrio se le acuñó el sobrenombre de: "Barrio sin ley". Quiza contagiados por el ambiente o alcoholizados por los barmans locales, hasta los guiris se descontrolaron. El caos y la anarquía se instalaron en el edificio frente a mi casa, de la cual unicamente salia para ir a montar en bici, medio imprescindible para escapar de las garras de los yonkis, cuya descoordinacion engañaba mucho porque corrian que se las pelaban, en una versión triste de los zombies de "28 dias despues".

Asi hubiera proseguido la situación de no ser por dos hechos destacados: el primero, la selección natural que acabó con aquellos que no eligieron la cocaina como droga de compañia y el segundo, la mudanza de la alcaldesa a un chalet anexo a mi barrio, a principios de los 90.

Y es que no hay nada como vivir cerca de alguien importante para que la policia, la recogida de basuras y el cartero hagan su trabajo. Cuando la seguridad ciudadana dejo de ser un problema, el barrio floreció. Se mantuvo la misma proporción de un bar por cada 100 habitantes, pero se crearon nuevos negocios tambien. Y un glorioso día de Septiembre del año 93, el instituto escandinavo abrió sus puertas. Este hecho pasó en principio desapercibido para mí, puesto que aún no me interesaban las chicas y estas ya desde entonces pasaban de mí. No era un tío molón como ahora, ni siquiera escuchaba los últimos coletazos de Heroes del silencio, auténticos iconos a imitar por parte de la chavaleria de mi barriada junto con el torete, que tuvo una especie de revival por esa época, desconozco la razón puesto que desde el survival match del 85 en el que apedreé a todos los niños de mi barrio, ninguno de ellos me hablaba.

La gente siguio llegando y los solares desaparecieron. Obligados a cumplir la ley por la presencia policial, se pudo celebrar con tranquilidad la primera verbena vecinal, que no fue más que una tapadera para blanquear dinero, pero bueno esa es otra historia. Hoy dia el barrio ya no puede considerarse mi barrio. De estar en territorio en litigio con Mijas, hemos pasado a ser casi el centro de Fuengirola. Ya nadie se apedrea a la sombra de caducos arboles, nadie pide dinero para una cerveza al primer desconocido que se encuentra por la calle, y no se ven guiris cantando New York New York con una bolsa del Pryca en la cabeza; pero bueno nunca se sabe lo que nos deparara el futuro.
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2 comentarios:

  1. El precio de la evolución, amigo. Yo sinceramente prefería los tiempos donde no había tanta urbanización. Aunque según cuentas tu barrio debió ser jodido.

    P.D: Héroes del silencio=idolos.

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  2. Y eso que me he ahorrado las anecdotas más truculentas: perversiones sexuales, tiroteos, alunizajes (aunque bueno esto es muy comun) y muchas cosas más. Mi barrio era tan jodido que nos ibamos al bronx de vacaciones :)
    Yo tambien preferia aquellos tiempos donde teniamos al menos un triste arbol que nos diera sombra, pero alguien decidio que estorbaban y los talaron, ya podria haber venido la Thyssen a encadenarse a ellos.

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