Anoche fui.... Mofli el último Koala

Cansado tras toda una jornada triscando por el monte, me fui a dormir. No tardé en entrar en fase REM. Mis ojos empezaron a moverse como los de un informático en el FICEB y empecé a soñar...

El dulce olor de los eucaliptos me sacó de mi sopor. Estaba en lo alto de un árbol, enganchado a una rama gracias a las garras que salían de mis rechonchos y peludos brazos. Estaba gordo como un jugador del Real Madrid. Las piernas, el torso, todo era peludo y acolchado y para colmo era un tapón. No podría haberle hecho sombra ni a Marianico el corto (tus fans no te olvidan)

Aún no había decidido si tirarme por la catarata que se veía a lo lejos, cuando apareció una niña rubia brincando como si se hubiera fumado la hierba que crece junto al árbol. Me cogió y me abrazó muy fuerte, lo que avalaba la teoría de las drogas. Me quería llevar consigo. Igual tiene una hermana mayor o una madre que se conserve bien, pensé, así que me deje llevar.

Vivía en un pueblo muy pequeño con un puñado de edificios, no tengo ni idea de qué viviría esa gente. Una vez en su casa, me encontré con un tío con cabeza de pistacho haciendo el indio. En cuanto me vio salió corriendo al bar, aunque solo eran las 10 de la mañana.

La niña me dio un tazón de cereales para comer. No se si a los koalas les gustan los corn flakes, pero tenia hambre así que me lo comí entero. No había terminado de dejar la cuchara en su sitio, cuando un disparo me pasó rozando la oreja, interrumpiendo mi digestión.

Un tío enorme con una cicatriz de diseño en la cara quería matarme. De repente estaba más buscado que el fugitivo, y no tenia a ningún manco al que culpar.

Un tío gordo del circo, un palo de escoba con faldas, una caricatura de Louis de funes, el tío de la cicatriz... me perseguía el circo de Angel Cristo y no sabia por qué razón. Suerte que la rubia se portó. Me escondió en un zulo donde su padre guardaba el alcohol de contrabando, hasta que todos se olvidaron de mí. Una noche la rubia puso en mitad de la plaza del pueblo un peluche con cierto parecido a mi, de no ser porque era un oso. Pero eso no pareció importarle mucho a los que me buscaban, porque a la mañana siguiente el muñeco apareció acribillado. Estaba salvado. Cuando por fin pude salir de mi escondite, me di contra una puerta y me desperté. Que malos pueden ser algunos sueños.
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